Lo que los muertos revelan del
pasado económico
BBC - julio de 2014
Todo lo que queda de una de las
familias más prominentes del Washington del siglo XIX son media docena de cajas
de plástico con restos humanos, un surtido de manijas de ataúd oxidadas y
algunos objetos personales, como cuentas de rosario y trozos de tela.
La muerte, la gran niveladora, ha
conseguido que la clase alta sea casi indistinguible de los pobres de la época.
Sin embargo, los científicos que exhumaron los restos de la bóveda
perteneciente a la familia Causten, dicen que eso no es estrictamente cierto.
"Esta acomodada familia nos
da un ejemplo de cómo era la vida en las zonas urbanas de Washington, comparada
con diferentes clases en las zonas rurales", afirma Doug Owsley, un
patólogo forense del Instituto Smithsonian, que se encuentra trabajando en este
proyecto que forma parte de las renovaciones al Cementerio del Congreso de
Washington.
La muerte, una constante
Según él, los huesos de los
Causten ofrecen evidencia de la dieta, el estilo de vida y las enfermedades
durante la época de la Guerra Civil. Esta información puede cruzarse con los
registros históricos.
"Esa historia de fondo es
una información de mucha importancia para que un científico consiga analizar
mejor otros restos", explica el doctor Owsley, que recientemente descubrió
pruebas de canibalismo en la primera colonia inglesa en Jamestown, Virginia. Él
dirige un estudio sobre la vida en la región de Chesapeake durante 400 años.
"En los restos de esta tumba
identifico los primeros intentos de tratamientos médicos, como los empastes
dentales con distintos tipos de metales".
"El hecho de que tenían un
estilo de vida elitista está claramente registrado en sus huesos. No se
aprecian las marcas físicas presentes en aquellos con estilos de vida más
rigurosos".
Pero la riqueza no podía proteger
a los Caustens de la muerte de sus hijos.
"La muerte era una
constante, la mortalidad infantil era del 50%, de modo que era probable que la
gente perdiera a la mitad de sus hijos", asegura Laurie Burgess, una
historiadora y antropóloga del Museo Nacional de Historia Natural.
De hecho, fue la muerte de un
niño lo que llevó a la construcción de la bóveda de la familia Causten.
El pequeño Charles Isaac Causten
tenía casi dos años cuando murió el 8 de agosto de 1835. Su cuerpo tuvo que ser
almacenado en una bóveda pública hasta que se completó la construcción de la
tumba de la familia.
Otros lo acompañarían después,
entre ellos un bebé de 14 días de edad. Su madre murió inmediatamente después
de dar a luz.
Ataúdes decorados
Este período también marcó el
comienzo de la industria funeraria, apunta Burgess. Ricos y a la moda, los
Caustens figuran entre los primeros en adoptar un nuevo estilo de manijas de
metal adornado, además de placas con nombres y decoraciones.
"El ataúd nos permite
identificar cuándo se realizaron los entierros. Aunque en la primera mitad del
siglo XIX no se encuentra mucho, en 1850 la tendencia de los ataúdes decorados
entra en acción," dice ella.
Los ataúdes de hierro fundido
fueron otra innovación. Dos de esos ataúdes fueron recuperados de la bóveda y
en uno de ellos se encontraron los restos de un bebé de tres meses de edad.
"Son el puro reflejo de la
riqueza de la familia", dice Owsley. "En el siglo XIX, un ataúd de
madera se podría construir por un dólar y medio o dos dólares. Los de estos
niños podían costar unos US$35".
Una placa de metal encima de la
cabeza podía abrirse para que se viera la cara del difunto a través del
cristal. De esa manera, los espectadores estaban protegidos de la viruela o
cualquier otra enfermedad infecciosa que hubiese causado la muerte, y aun así
podían identificar el cuerpo.
La bóveda Causten fue construida
cuando los cementerios comenzaron a ser ajardinados para imitar paisajes
bucólicos.
"Ahora mismo vivimos en un
período donde estamos a un paso de la muerte", dice Burguess. "Hubo
un período entero en el siglo XIX donde la muerte era caracterizada como un
sueño profundo y era sumamente romantizada".
Los tatarabuelos de Tim Shriver, presidente de
las Olimpiadas Especiales y pariente del presidente John F. Kennedy, están
enterrados en la bóveda.
La bóveda Causten es apenas una
de las 12 que ya han sido restauradas en el Cementerio del Congreso, el lugar
de descanso final de muchos estadounidenses notables. Estos incluyen un
vicepresidente, 84 senadores y congresistas, y el primer director del FBI, J.
Edgar Hoover.
Y los descendientes de la familia
Causten continúan siendo influyentes hoy en día en Estados Unidos. Los
tatarabuelos de Tim Shriver, presidente de las Olimpiadas Especiales y pariente
del presidente John F. Kennedy, están enterrados en la bóveda.
Él asistió a un re-enterramiento
especial de los restos de los Causten.
"Para mí es una oportunidad
de conectar con mi familia y recordarles que su legado sigue vivo", dice.
"Pero también me recuerda la
tristeza de las repetidas muertes de niños pequeños. Cuando veo los restos
allí, uno tras otro, pienso: ¿cuántos de nuestros antepasados tuvieron que
vivir con eso como un hecho de la vida? Eso para mí fue muy conmovedor".
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