Eugene Kaspersky, el ‘geek’ que
quiere salvar al mundo
Forbes - lunes, 28 de julio
de 2014
Alguna vez fue un oficial de
inteligencia del otrora ejército soviético al que entrenó la KGB. Al disolverse
la URSS, se convirtió en un geek que cazaba virus informáticos. Hoy es un
empresario al mando de Kaspersky Lab, una de las cuatro principales firmas de
software antivirus del mundo.
En su oficina en el centro de
Kaspersky Lab, la empresa de software antivirusmás grande del mundo, Eugene
Kaspersky tiene un pizarrón con la siguiente inscripción garabateada a mano y
escrita en inglés: “Today’s Task: Save the World”.
Suena ambicioso. Propio de un
megalómano. Pero Eugene Kaspersky parece todo, menos un megalómano. Vestido
con jeans, una camisa verde con el logo de Kaspersky Lab y botas vaqueras, luce
más como un profesor universitario. Y, si no fuera por su edad (48), pasaría
como un alumno.
Ligeramente pasado de peso, con
una actitud desenfadada, y un atuendo cercano a lo trashy. Pero no hay que
olvidar que en otro tiempo recibió algún tipo de entrenamiento por parte de la
hoy extinta KGB, agencia que promovió, en 1982, su ingreso al Instituto de
Criptografía, Telecomunicaciones y Ciencias de la Computación de la entonces
Unión Soviética. ¿Qué tipo de entrenamiento recibió? Kaspersky no lo cuenta,
pero egresó en 1987 convertido en oficial de inteligencia del ejército de la
URSS. Un par de años después, en una computadora Olivetti, descubrió su primer
virus.
Salvar al mundo. ¿Por qué, de
qué? “Es la misión de la compañía, la visión que tenemos: salvar al mundo. No
sólo es un negocio, no sólo es obtener beneficios, no es sólo tecnología…
tenemos muy claro que estamos peleando contra los villanos, contra las amenazas
del ciberespacio, contra la Internet oscura y el lado malévolo de las
tecnologías que la habitan. No sólo estamos vendiendo nuestros productos:
estamos haciendo del mundo un mejor sitio”, dice Kaspersky.
No obstante, no queda del todo
claro quiénes son los villanos, las amenazas del ciberespacio, la Internet
oscura y las fuerzas malvadas que operan en ella.
En julio de 2010, Sergey Ulasen,
un programador de Bielorrusia que entonces trabajaba en una compañía local
llamada VirusBlokAda, descubrió un gusano informático de potencial devastador.
El virus se llamaba Stuxnet y podía espiar y reprogramar programas
industriales, llegando al extremo de causarles daño físico. Kaspersky Lab lo
describió como “un prototipo funcional y aterrador de un arma cibernética que
conducirá a la creación de una nueva carrera armamentista mundial”, y concluyó
que, dado su potencial destructivo, sólo podía haber sido creado con el apoyo
de una nación soberana.
En tanto, 60% de las computadoras
que fueron infectadas por el Stuxnet se hallaba en Irán y hubo un daño
considerable a las plantas centrifugadoras (con sistemas de control creados
por Siemens) con las que, en ese tiempo, el gobierno de Teherán enriquecía
uranio para su programa nuclear. Hablar de una black operation con la firma de
los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel no resultaba
descabellado. Al menos eso es lo que sugirió The New York Times.
Cuando el asunto se hizo público,
Sergey Ulasen se convirtió en una celebridad entre los programadores de
software. Y antes que otra cosa pasara, Eugene Kaspersky lo buscó. Y lo
contrató.
Eso demuestra que Kaspersky Lab
forma parte de las redes más importantes del planeta, que sus productos no sólo
están dirigidos al público en general y a pequeñas empresas, sino también a
grandes corporativos y gobiernos del mundo.
Salvar al mundo. Ya se ha dicho
antes: idealista y romántico. Y también redituable. El año pasado, Kaspersky
Lab facturó 667 millones de dólares (mdd) en todo el mundo.
* * *
En julio de 2013, Edward Snowden
—el ex contratista de la CIA— destapó el escándalo de espionaje de la NSA de
Estados Unidos. Pocos días después, el 1 de agosto, Snowden recibió una visa
que garantizaba su asilo político durante un año. No pasó mucho tiempo antes de
que surgieran rumores en torno a que Snowden sería contratado por la red social
VKontakte —el equivalente a Facebook en Rusia— y que también Kaspersky Lab se
hallaba en negociaciones con él. En su cuenta de Twitter, de un modo irónico,
Eugene Kaspersky desmintió lo anterior.
Ahora no quiere decir nada: “No
me siento a gusto hablando de política”, se escuda.
A Kaspersky se le vincula
estrechamente con el Servicio Federal de Seguridad de Rusia, en el papel, la
institución que sustituyó las funciones de la KGB. Él niega cualquier tipo de
vínculo que no sea el estrictamente profesional: “Como con cualquier otro
gobierno.”
No deja de ser paradójico que si
se trata de una historia de espías verdadera, Eugene Kaspersky guarda silencio.
Pero si se trata de una historia ficticia, entonces sí tiene algo que decir.
Splinters Cell: Blacklist
Aftermath de Tom Clancy, una novela que devino en un videojuego, narra la
historia de Igor Kasperov, un excéntrico millonario ruso que es dueño de una de
las compañías de software antivirus más exitosas del mundo. Un día, Kasperov
recibe una orden del Kremlin para liberar un virus potenciamente devastador en
contra de Estados Unidos; en tanto Kasperov se niega, se desata una persecución
que sólo puede concluir con su muerte. Sin embargo, Sam Fisher, un ex agente de
la NSA, recibe una encomienda del presidente de Estados Unidos para encontrar a
Kasperov y ofrecerle asilo político.
Eugene Kaspersky suelta una
carcajada que se escucha hasta el Kremlin. “Tengo que decir que fue algo
completamente inesperado el enterarme de esta novela acerca de un empresario
ruso dedicado al negocio de la seguridad cibernética”, dice agitando la cabeza
en señal de negación. “Fue una gran sorpresa… Estoy esperando que aparezca la
película basada en esta trama.”
Idealista y romántico, con jeans
y en mangas de camisa, dueño de una empresa que ofrece a sus empleados gimnasio,
sauna, duchas… una cafetería que rivaliza con cualquier restaurante de al
menos una estrella Michelin, campos de futbol rápido, sala de juegos, piscina
e incluso una playa artificial creada en uno de los canales del río Moscova,
Eugene Kaspersky parece más Mark Zuckerberg que él mismo.
¿Una copia rusa del american way
of life?
“No lo llamaría modo de vida
estadounidense, lo llamaría modo de vida humano.”
Kaspersky, sin embargo, se
decanta por modelos nacidos en Occidente, detrás de aquello que él conoció
alguna vez como la Cortina de Hierro. Richard Branson, CEO de Virgin Group, es
uno de ellos.
¿Y qué hay de Vladimir Putin? El
hombre que descubrió que Rusia sentía una gran nostalgia por la URSS. “No
puedo conectar del todo con la política de Vladimir Putin y el nivel de vida
que tiene la región de Moscú… así que no lo sé. Puedo hablar de las policías
cibernéticas de todo el mundo, incluso del departamento de la policía
cibernética rusa, pero no a un nivel político”, comenta Kaspersky.
El pasaporte y la visa de Estados
Unidos de Eugene Kaspersky están en regla. Si un día el presidente Putin monta
en cólera, Eugene Kaspersky bien puede aterrizar en Washington, DC, y
trasladarse a Seattle, ciudad en la que se hallan las oficinas de Kaspersky Lab
en EU.
En la entrada del edificio B del
centro de negocios Olympia Park que se ubica en el número 39 de Leningradsky
Shosse, al norte de Moscú, sede de Kaspersky Lab, la escultura en bronce El
elefante triunfante de Salvador Dalí (una de las 14 piezas que existen en el
mundo y que le costó 446,500 libras esterlinas) saluda a todos los visitantes.
Existen más 300 millones de
usuarios de los productos de Kaspersky Lab en todo el mundo; eso representa
casi a la población total de Estados Unidos. Tantas como 250,000 compañías
hacen uso de los servicios que ofrece la empresa que Eugene Kaspersky creó en
1998.
Hace unos pocos meses, Kaspersky
Lab descubrió un virus al que bautizó como Careto (Máscara). Se trata de un
gusano informático que “habla” español, con mayor precisión castellano, y que
posee capacidades de espionaje. Se detectó en 31 países, la mayor parte de
habla hispana, así como en naciones colindantes con la península ibérica. ¿Fue
desarrollado por el gobierno español? Alex Gostev, jefe de seguridad de la
división GReAT (Global Research and Analysis Team de Kaspersky Lab), responde:
“Si observas qué países fueron víctimas de Careto, notarás que se trata de una
región muy amplia. Por supuesto, hablamos de países latinoamericanos, de habla
hispana, pero también algunos de Europa Occidental. Me refiero a Francia, Reino
Unido (la región de Gibraltar incluida), así como Marruecos. Creo que con esto
basta para que la gente saque sus propias conclusiones acerca de qué país está
detrás de Careto. Pero a fin de cuentas es algo que no podemos probar.”
Hace poco más de 50 años, en los
momentos más álgidos de la Guerra Fría, la URSS emplazó en Cuba misiles
nucleares. Por espacio de 13 días, el mundo estuvo a punto de irse al demonio.
Hoy, y de acuerdo con la visión de Eugene Kaspersky y con lo que demostró el
virus Stuxnet, basta con crear un gusano informático en algún complejo
subterráneo localizado en Toledo, Ohio; en el Puerto de Santa María, España, o
en un kibutz de Israel, y ya está. Los semáforos de tu ciudad podrían exhibir
un comportamiento anárquico; las torres de control de algunos aeropuertos
recibir datos falsos acerca de la llegada de aviones; los centros informáticos
de los bancos tener decenas de retiros o depósitos ficticios, o los periodos de
llegada y de salida de los trenes de Londres presentar alteraciones
significativas.
“Sería la ciberguerra, el
cibersabotaje. Te hablo de algo muy peligroso, de escenarios terroríficos… Por
todo eso es que dedico mi vida a salvar al mundo”, dice Kaspersky.
* * *
Cuando Eugene Kaspersky no está
salvando al mundo se dedica a viajar. Y toma fotografías, que publica en su
blog (Eugene.Kaspersky.com). A veces tiene el atrevimiento de abandonar su
faceta de geek entrepeneur y convertirse en una suerte de artista.
Hace algunos meses publicó un
libro de imágenes titulado Muchas Pictures, en el que detalla gráficamente un
viaje que realizó a Machu Picchu, en Perú.
En el prólogo del mismo cuenta
que en 2010 realizó 100 viajes por el mundo. Y que en 2011 esa cifra se redujo
a 94. Como un gusano informático que se expande por el planeta, Kaspersky viaja
de un país a otro, no precisamente con la consigna de hurgar en sus secretos
(“No recuerdo cuántas veces he estado en México, pero he visitado muchas
ciudades: la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puerto Vallarta,
Veracruz, Cancún…”); conferencias, reuniones de negocios, encuentros con
gobiernos, con expertos en temas de seguridad, son las razones que lo obligan a
estar fuera de Moscú la mitad del año.
Es difícil creer que un hombre
que bebe cerveza con Bono en Dublín, que ofrece consultoría a los gobiernos de
quién sabe cuántos países del mundo, que es amigo de Richard Branson, que tiene
48 años y se viste como Mark Zuckerberg, que posee una fortuna cifrada en 800 mdd,
que es sujeto de inspiración de novelas, y que a cada momento repite que quiere
salvar al mundo, no tenga una opinión política. O que, al menos, no la quiera
expresar.
Antes de despedirnos, Eugene
Kaspersky me regaló una mochila. Y un portapasaporte. Y una navaja. Y un libro,
su libro, Muchas Pictures. Es un libro hermoso. El libro de un viajero. El
libro de un hombre que —ahora casi creo que le creo— quiere salvar al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario