Brasil y la pésima “inversión” en
su Mundial
Forbes - miércoles, 9 de
julio de 2014
Brasil, el pentacampeón del
mundo, ha quedado fuera de la posibilidad de llevarse la Copa Mundial de la
FIFA 2014 de manera humillante. Alemania fue el verdugo y, sin duda alguna, la
ola de críticas se volverá un “tsunami” contra el gobierno brasileño de Dilma
Russeff, por el excesivo gasto que les significó organizar el evento
futbolístico más importante del planeta. Un reclamo justificado.
No es para menos. El que ya ha
sido calificado como el mundial “más costoso de la historia”, significó para
Brasil el haber gastado cerca de 12 mil millones de dólares, o sea, más de 150
mil millones de pesos. Esto por supuesto, en un marco en el que Brasil está lejos,
muy lejos de haber superado los problemas de pobreza que le aquejan, y que como
el contexto internacional, atraviesa por un difícil momento económico. Ya no es
el país de moda.
De hecho, de 2009 a 2013, el
crecimiento del PIB brasileño promedió un anémico 2.6% que, sumado a errores
políticos infantiles –por ejemplo el subir el precio del transporte público en
ciudades como Sao Paulo y Río de Janeiro, prendieron la mecha de la protesta
social. Y es que si bien se construyó infraestructura que será de utilidad para
sus ciudadanos por muchos años, un tercio del presupuesto se gastó en la
construcción o renovación de estadios, que poco o nulo beneficio le dejan a la
gente. Ello sin contar que los presupuestos para aquellos aparecieron
sospechosamente inflados y todavía hay que darles mantenimiento.
La FIFA, en su momento, se lavó
las manos diciendo que fue el país amazónico el que decidió por cuenta propia
construir esos 12 estadios, y el gobierno, minimizó los costos aludiendo a la
“poca” relevancia relativa de estos para las finanzas públicas y su PIB. Más
allá de ello, lo cierto es que Brasil no tendría por qué gastar tanto, y si iba
a hacerlo, no debió hacer a un lado las prioridades de salud o educación.
Cuando menos algún beneficio habrían recibido.
En definitiva, lo que se prevé
sucederá en Brasil, es decir, el recrudecimiento del descontento social, tendrá
un sabor más amargo ahora que han sido eliminados de la competencia. Para
decirlo claro, hicieron una de las peores inversiones de su historia. Y no lo
es porque perdieron. Incluso si hubiesen ganado la Copa del Mundo, al final
solo les habría quedado la cara y económicamente inútil satisfacción de vencer.
Nada más.
Cabe recordar que la FIFA designó
a Brasil como sede de su campeonato de fútbol en 2007, un año antes del inicio
formal de la crisis financiera global. Bajo el gobierno de Luiz Inácio Lula Da
Silva, el país era objeto de prematuros elogios por su aparente fortaleza y
crecimiento económico pujante, que en gran parte, se debía a su motor externo:
China. Como miembro del grupo de los llamados BRICS (compuesto además por
Rusia, India y China), Brasil vivió algo similar a lo que soñó México a
principios de la década de los ´90 del siglo pasado, para luego ver cómo se
desmoronaba su anhelo de convertirse en un país desarrollado. La derrota ante
Alemania es un símil de lo que están viviendo a nivel económico.
Rousseff planea reelegirse y es
favorita para las elecciones presidenciales de octubre próximo. Es seguro que
para seguir impulsando su imagen prometerá a manos llenas y, en un nuevo
mandato, hará lo mismo con el ejercicio del presupuesto. Mucho ayudaría el que
se librara de una vez por todas de la predominante creencia de que gastar
dinero a manos llenas estimula la economía y beneficia a todos, pero por su
formación, ideología y circunstancia, es un hecho que no sucederá así. Es por
eso más que por el Mundial, que 2014 quedará marcado como un año de fracaso que
los brasileños nunca olvidarán.
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