De apolíticos a hiperpolíticos:
la revolución social de las nuevas generaciones
elconfidencial.com
Si en
2007 vivíamos en una sociedad en la que los jóvenes se autodenominaban
apolíticos, en la que incluso pervivía la advertencia del ‘no te metas en
política’ de sus abuelos, siete años después el panorama es radicalmente
diferente. En 2014, "los jóvenes son hiperpolíticos", afirma Inma
Aguilar, asesora de comunicación de Entesa y jefa de campaña de Eduardo Madina
en las primarias socialistas. Un "fenómeno de hiperpolitización en el
ámbito juvenil" que, según la experta en comunicación política, es una
suerte de "estado de ánimo" al que denomina quincemayismo, pues
asentaría sus raíces en el surgimiento del 15-M.
Las tertulias del bar sobre fútbol
han dado paso a las discusiones sobre las sicav, mediante las que numerosos
políticos tributan su plan de pensiones, mientras que los programas televisivos
sobre política han ganado terreno a los realities, en pleno prime time y en
todos los canales. Politólogos y sociólogos no tienen dudas de que el interés
por la política ha crecido exponencialmente desde el inicio de la crisis, sobre
todo entre las nuevas generaciones, la capa de la población que más está
sufriendo las consecuencias de la Gran Recesión. Para Juan Carlos Jiménez,
politólogo y profesor de Sociología en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid,
la principal explicación de esta toma de conciencia social sobre los asuntos
políticos tiene que ver con que “ahora la gente percibe los efectos de la
crisis, y por tanto de la política, en términos personales y no en abstracto”.
Quien más y quien menos ha
sentido en sus propias carnes las consecuencias de la actual situación
económica, por lo que “se discute mucho más tratando de buscar culpables”,
apunta Jiménez. Esta tesis explicaría también el paso al frente dado por los
jóvenes en lo referente a su actividad política. “Las nuevas generaciones son
las más perjudicadas por la crisis debido a la quiebra de sus expectativas, y
su mayor afán ahora consiste en tratar de cambiar las cosas, aunque muchas
veces sea sin ni siquiera saber hacia qué dirección”, lamenta el politólogo.
Lo cierto es que estas nuevas
generaciones, ya sea porque sienten su futuro hipotecado por la crisis o porque
han sabido aprovechar mejor las posibilidades de las nuevas tecnologías
digitales, están tomando las riendas en la arena política, hasta el punto de
poner al sistema contra las cuerdas. El director de campaña de Podemos, Íñigo
Errejón, tiene 31 años, mientras que el responsable de redes sociales de la
formación, Eduardo F. Rubiño, uno de los elementos que más están contribuyendo
a visibilizar sus mensajes, tiene 22. Con 19, ya fue uno de los impulsores del
15M, de la mano del colectivo Juventud Sin Futuro.
Un relevo generacional cuyos
efectos han dejado sentirse en la estructura organizativa de Izquierda Unida,
que ha confiado al diputado malagueño de 28 años, Alberto Garzón, el control
estratégico de la coalición. Junto a él, Clara Alonso, de 30 años, coordinará
toda la comunicación de la coalición, de sus federaciones y de sus distintos
gabinetes, en un intento de debilitar paulatinamente el liderazgo de Cayo Lara,
el actual coordinador federal de 62 años. Sin embargo, como destaca Julián
Santamaría, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense y
presidente de Noxa Consulting, "la limpieza generacional no será
representativa hasta que se produzca en una mayoría de partidos, y de momento
esto no está ocurriendo, ni tiene visos de que ocurra, en formaciones como el
PP, UPyD o el PSOE, por mucho que Pedro Sánchez haya dicho que quiere
rejuvenecer la dirección".
Quien más y quien menos ha
sentido en sus propias carnes las consecuencias de la actual situación
económica, por lo que “se discute mucho más tratando de buscar culpables”,
apunta Jiménez. Esta tesis explicaría también el paso al frente dado por los
jóvenes en lo referente a su actividad política. “Las nuevas generaciones son
las más perjudicadas por la crisis debido a la quiebra de sus expectativas, y
su mayor afán ahora consiste en tratar de cambiar las cosas, aunque muchas
veces sea sin ni siquiera saber hacia qué dirección”, lamenta el politólogo.
Lo cierto es que estas nuevas
generaciones, ya sea porque sienten su futuro hipotecado por la crisis o porque
han sabido aprovechar mejor las posibilidades de las nuevas tecnologías
digitales, están tomando las riendas en la arena política, hasta el punto de
poner al sistema contra las cuerdas. El director de campaña de Podemos, Íñigo
Errejón, tiene 31 años, mientras que el responsable de redes sociales de la
formación, Eduardo F. Rubiño, uno de los elementos que más están contribuyendo
a visibilizar sus mensajes, tiene 22. Con 19, ya fue uno de los impulsores del
15M, de la mano del colectivo Juventud Sin Futuro.
Un relevo generacional cuyos
efectos han dejado sentirse en la estructura organizativa de Izquierda Unida,
que ha confiado al diputado malagueño de 28 años, Alberto Garzón, el control
estratégico de la coalición. Junto a él, Clara Alonso, de 30 años, coordinará
toda la comunicación de la coalición, de sus federaciones y de sus distintos
gabinetes, en un intento de debilitar paulatinamente el liderazgo de Cayo Lara,
el actual coordinador federal de 62 años. Sin embargo, como destaca Julián
Santamaría, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense y
presidente de Noxa Consulting, "la limpieza generacional no será
representativa hasta que se produzca en una mayoría de partidos, y de momento
esto no está ocurriendo, ni tiene visos de que ocurra, en formaciones como el
PP, UPyD o el PSOE, por mucho que Pedro Sánchez haya dicho que quiere
rejuvenecer la dirección".
Sin embargo, muchos de estos
jóvenes han establecido una clara distinción entre la vieja y la nueva
política. No sólo en lo referente a los partidos, sino también en lo que tiene
que ver con los sindicatos o las asociaciones vecinales. Unos espacios de
militancia clásica que parecen haber cambiado por otros más novedosos.
Siguiendo el orden de los actores mencionados, sus sustitutos serían los
movimientos sociales, las mareas ciudadanas y los centros sociales autogestionados.
Los mecanismos para la acción política han mutado, pero los espacios y las
formas con la que se ejercen también. Como ha apuntado el sociólogo y director
del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC), Manuel Castells, "los movimientos sociales no son partidos ni
generan partidos", lo que Aguilar matiza insistiendo en que generan
estados de ánimo y actúan como lobbies ciudadanos.
“Hay miles de militantes de partidos cuyo
nivel de compromiso con la política es mucho menor que, por ejemplo, el de un
activista que está en un grupo de consumo, va a manifestaciones, escribe a los
medios o para desahucios”, explica un joven de 29 muy involucrado en el
movimiento Scout. Para él, su nivel de participación política, desarrollada en
las asociaciones, es mucho mayor “que el de muchos militantes de las
organizaciones juveniles de un partido tradicional, cuya única labor se limita
a pegar carteles cuando toca campaña electoral”.
Una posición que entronca con el
factor ‘cool’, es decir, la moda y la cada vez mayor aceptación social que
tienen los jóvenes que participan en estos nuevos espacios de acción política.
“Yo milito en IU y también participo en el proyecto del centro social La
Tabacalera de Madrid, y te puedo asegurar que la gente te mira un poco mal
cuando les dices que estás en un partido, pero no cuando le mencionas lo del
centro social”.
El monstruo que acabará devorando
a sus propios padres
A pesar de que la intensificación
de la crisis ha coincidido en el tiempo con la repolitización de los jóvenes,
para algunos sociólogos se trata más bien de un factor que ha acelerado la
aparición de este fenómeno que de una única causa aislada. Para el periodista,
sociólogo y doctor en Ciencias Económicas Salvador Cardús, existe un caldo de
cultivo previo que explica el creciente interés de los jóvenes en los asuntos
públicos.
“Siempre se afirmó que los
jóvenes y la sociedad en general tendía hacia el apoliticismo, que los altos
niveles de abstención, la falta de participación y de cultura democrática se
debían a una desafección de la ciudadanía hacia las instituciones y sus
representantes. Sin embargo, mi tesis siempre fue que se trataba justo de lo
contrario, que la desafección era de la clase política hacia la ciudadanía, y
ahora creo que se ha demostrado”, aclara el sociólogo.
Para Cardús, el sistema político
nunca se preocupó de hacer inteligibles los asuntos públicos o la economía.
“Todo lo contrario, se esconden en un lenguaje técnico o argot para evitar la
transparencia, tratan de vivir deliberadamente de forma autónoma, de espaldas a
la ciudadanía y no juegan limpio con los medios de comunicación, incluso
tratando de manipularlos”. El sociólogo no niega que la crisis no haya ayudado
a incrementar el interés hacia la política, pero insiste en que se deben tener
en cuenta otros elementos de análisis, como es el caso de que “han surgido
canales y formas de expresar este interés que antes no existían”.
Un nuevo ecosistema, estructurado
mediante las herramientas de comunicación digital, que “potencia la voz de
nuevos actores políticos”. Éstos, añade Cardús, han canalizado el interés de la
sociedad con un discurso más fresco, inteligible y con voluntad de conectar. “A
veces pudiendo pecar de populismo”, reconoce, “pero capaces de dar las claves
de lo que está ocurriendo y ofreciendo a la gente recursos para poder hablar de
política. Si esto sigue así, ya no a largo plazo, sino a medio, se producirá
una transformación del sistema político”.
Pedagogía, vigilancia, denuncia
y… acción
Ahora, la deuda pública, la prima
de riesgo, los paraísos fiscales, las sicav o la ley D’Hondt ya no son
conceptos que suenen a chino. Al igual que es imposible opinar de fútbol sin
saber lo que es un fuera de juego, lo mismo ocurre con la política si se
desconocen ciertos conceptos básicos, accesibles al intelecto de la mayoría,
pero deliberadamente cifrados. “La pretendida opacidad en la que se movía la
acción política está desapareciendo gracias a las nuevos canales de expresión,
como son los medios digitales y las redes sociales”, asegura Cardús.
José Manuel Sánchez también apoya
la tesis de que existe un caldo de cultivo previo para explicar el
“empoderamiento de la sociedad”, y rebaja las expectativas depositadas en las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como elementos autónomos
de empoderamiento. “Hay que tener en cuenta que la tecnología no camina
separada de la cultura política de un país, ni tampoco de la acción ciudadana”,
explica.
Interpretar lo contrario “es
demasiado superficial” porque, según añade Sánchez, “la tecnología por sí misma
no favorece la participación o el interés, en tal caso puede acelerar los
procesos, pero siempre tiene que existir un contexto de algún tipo”. Y es que
en sociología la espontaneidad no existe.
El contexto al que se refiere
este experto en comunicación política es el hartazgo de la sociedad y la toma
de conciencia de que es posible influir en la cosa pública. “Cuando la
ciudadanía pasa de la indignación a la acción es cuando busca herramientas que
sirvan para conseguir sus fines, para empoderarse. Por tanto, la tecnología
podrá imprimir una mayor velocidad a este fenómeno, pero debemos ser conscientes
de que por sí misma no crea más democracia”.
Otro de los elementos que destaca
el profesor de opinión pública de la Universidad Rey Juan Carlos como
favorecedores del creciente interés por la política es que “el monopolio
informativo se ha desgajado. El filtro ha desaparecido y la ciudadanía se ha
posicionado en el corazón de los procesos comunicativos porque puede emitir y
recibir información de la manera que quiera”. Asimismo, añade, se incorpora un
elemento muy importante, que el concepto de registro. “El hecho de que se
puedan registrar las acciones negligentes de la clase política permite estar en
la posesión de las pruebas necesarias para exigir responsabilidades”.
Una forma de vigilancia y de
auditoría continua que, como ejemplifica Cardús, “provoca que si un magistrado
del Tribunal Constitucional va en moto sin casco, la foto circulará por las
redes a las pocas horas. Igualmente, es inútil que la presidenta de una
comunidad autónoma niegue que se ha escapado con su coche de un control policial
porque a los minutos tendremos las imágenes del suceso grabadas por un
ciudadano”. ¿La histórica foto del rey cazando elefantes en Botsuana? Un tanto
de lo mismo. En definitiva, las reglas del juego están cambiando, el interés
por la política es cada vez mayor, y los jóvenes ganan en experiencia para
imponer con inteligencia sus posiciones. Una dinámica imparable.
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