Siri y otros inventos, el
comienzo de lo que será el futuro
Forbes - julio de 2014
Imaginar cómo será el mundo
dentro de 10 o 15 años no es sólo tarea de los escritores de ficción. Steve
Brown, futurista de Intel, lo hace a través de ciencia, tecnología e
interpretación de los deseos humanos. Aquí dibuja algunas estampas del
mañana.
En la película ganadora en la
categoría de mejor guión original en la más reciente entrega de los premios
Oscar, Her (ella), Joaquin Phoenix interpreta a un escritor que se involucra en
una intensa relación emocional con el avanzado sistema operativo de su
computadora. No se conoce la fecha exacta de la historia, pero a juzgar por los
ambientes y el acceso que actualmente tenemos a la tecnología, se puede suponer
que es un futuro no muy distante.
Steve Brown, futurista de Intel,
es el responsable de construir y articular una visión clara para el futuro de
la informática y las experiencias que le permitirán a esta organización, y a
las personas, ir más allá en la próxima década. Es una de las cabezas en Intel
Labs, ejército de investigadores que configuran el futuro en áreas como
robótica, seguridad e informática portátil, entre otras.
“Creo que falta mucho para que
las computadoras sean capaces de sentir nuestras emociones. Hay muchas
investigaciones en Intel y en otras compañías para entender los estados emocionales
de las personas”, explica Steve.
Y aunque todavía no es posible
lograr que las computadoras perciban nuestros sentimientos, sí tendrían cierta
capacidad de interpretarlos por medio de la combinación de otros elementos.
Este especialista explica que
para determinar el estado emocional de las personas se tomarían en cuenta
factores biométricos y las expresiones faciales recogidas por una cámara. Al
unir todo esto, la computadora decidiría cómo realizar servicios de forma más
eficiente.
Meta: interpretar deseos
Para determinar cómo será el
mundo, en Intel Labs se valen del presente, de las cosas básicas que
necesitamos los seres humanos. Toman en cuenta lo que amamos, lo que odiamos,
nuestros miedos. Anualmente llevan a cabo alrededor de 250,000 entrevistas con
personas de todo el mundo para entender, no qué quieren de la tecnología, sino
qué quieren de la vida.
Los campos en que trabaja Intel
Labs son muy variados (salud, sustentabilidad, transporte y compras, entre
muchos otros) y los equipos están conformados por ingenieros, científicos
sociales, como antropólogos culturales, etnógrafos. En ocasiones, incluso
invitan a escritores que tienen conocimientos de ciencia e ingeniería para
mostrarles los adelantos que se están cocinando. A partir de eso, los autores
desarrollan historias basadas en hechos de ciencia, y así crean prototipos de
ciencia ficción.
“Estamos trabajando en mucha
tecnología para que las computadoras vean el mundo […] Realmente estamos
pensando en cómo hacerlas más pequeñas, más poderosas e incluso que tengan
baterías con más vida y consuman menos energía”, agrega en entrevista Steve
Brown, quien trabaja en Intel desde 1989 y quien cuenta con licenciatura y
maestría en sistemas de ingeniería microelectrónica por la Universidad de
Manchester, Gran Bretaña.
Ficción, en la vida real
Mucho de lo que posibilitan estas
nuevas tecnologías es la fórmula “hágalo usted mismo”. De ahí el impacto, por
ejemplo, de la impresión 3D. ¿La razón? Con estos equipos se pueden crear infinidad
de objetos; prácticamente lo que se quiera. La impresora recibe el modelo de un
objeto, y con gotitas de algún material, usualmente plástico, lo va
construyendo. O incluso por medio de un láser para manipular materiales, como
metales.
¿Qué se puede copiar o crear? En
ferias como la de Impresión 3D, en Londres, se apreciaron algunos ejemplos de
zapatos, guitarras, brazaletes, manijas de puertas, partes de lámparas,
sillas, juguetes y hasta sostenes. Incluso se usa en la investigación para
crear prótesis con la capacidad de transformarse en tejidos corporales reales.
Sobre esto, en el Wake Forest
Institute, en Carolina del Norte, se realizan pruebas experimentales de
medicina regenerativa. Ahí se crean estructuras en forma de orejas, narices y
dedos a partir de una combinación de células humanas y de un gel biodegradable.
El objetivo es lograr en el futuro órganos del cuerpo humano por medio de esta
técnica llamada bioimpresión.
Para quienes deseen iniciarse ya
en esta tecnología existe una tienda en Nueva York, MakerBot, en la que se
venden impresoras 3D. Los costos varían; hay desde una pequeña de 1,375
dólares hasta una grande de casi 6,500 dólares.
La compara con lo que en su
momento fueron las impresoras de punto, que tardaban cinco minutos para
imprimir una hoja, que eran ruidosas y no tenían buena calidad. Aunque confía
en que llegará el momento en que sean como el láser, a color y con la capacidad
de imprimir 100 páginas en un minuto. Incluso, aunque lo califica de
futurista, piensa en la posibilidad de adquirir un auto hecho a partir de esta
tecnología.
Steve Brown precisamente está
trabajando en definir cómo serán las compras del futuro. Ejemplifica a través
del modelo de compras de misión, cuando vas por algo en específico a un lugar,
rápido y necesitas eficiencia. Momento en el que serían muy prácticos los
“estantes inteligentes”.
“Éstos no sólo saben qué
productos albergan, sino a quién tienen parado enfrente, o el tipo de persona.
Quizás estás comprando y tú o alguien en tu familia es alérgico al cacahuate.
Conforme avanzas por el pasillo del súper, el estante le puede hablar a tu
tecnología wearable o a tu smartphone, y con eso sabe que se trata de ti y te
dice: “Oh, sé que su hijo es alérgico al cacahuate, así que marcaré estos
productos en el estante como ‘no me compres’ porque contienen cacahuate.”
En pro de la longevidad
Como parte del “hágalo usted
mismo”, o mejor dicho “cuídese en su hogar”, se podrían ubicar las pruebas que
Intel ha hecho en el ámbito de las personas mayores, lo cual cobra importancia
actualmente, ya que dentro de cinco años habrá muchas más. Para 2050 se estima
que uno de cada cinco habitantes del planeta será mayor de 60 años.
“El sistema de hospitales,
doctores y enfermeros que tenemos actualmente en todo el mundo no llega a la
escala necesaria para poder atender a esta cantidad de personas. Tienes que
encontrar una nueva forma de lidiar con las condiciones médicas y de salud”, explica
Steve Brown. “Desarrollar tecnología que les ayude a vivir productiva,
saludable y felizmente en sus casas por más tiempo, antes de que tengan que ir
a un hospital caro o a asilos, es bueno para los costos y maravilloso para los
humanos porque la gente no quiere dejar sus hogares.”
En ese sentido trabajan en la
creación de tecnología wearable que ayude al doctor a tener un mejor panorama
de la condición de salud de una persona.
“El problema de los ancianos se
viene y sí es muy importante. Y eso es uno de los argumentos por los cuales se
desarrolla este tipo de tecnología, ya que no habrá médicos suficientes”,
comenta Alberto Ávila Funes, jefe de Geriatría del Instituto Nacional de
Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en la Ciudad de México.
Alberto considera que éstos y
otros dispositivos son prácticos en cuanto a términos económicos y posibilitan
una mayor cobertura de la salud. Algo que cobra especial relevancia en México,
donde apenas existen 500 médicos certificados como geriatras. Además se calcula
que alrededor de 10% de la población mexicana es adulta mayor, es decir, con
más de 60 años. Esto representa aproximadamente 11 millones de personas y para
2050 se estima que sea la cuarta parte de la población.
Los dilemas
No todo es miel sobre hojuelas en
cuanto a los avances tecnológicos. Éstos plantean cuestionamientos referentes a
privacidad, responsabilidad y seguridad.
“Si bien muchos adultos mayores
aceptarían encantados estas nuevas tecnologías en sus casas, otros considerarían
invadido su espacio íntimo y podrían sentirse vigilados. Es más, algunas
personas piensan que incluso una consulta por medio de una computadora es
fría, informal, y en cierto sentido una deshumanización de la medicina”,
comenta Alberto Ávila Funes.
Por otro lado se ha cuestionado
el sentido de la cantidad de información que queremos compartir con otros. Una
encuesta publicada en la revista Adweek y realizada por la firma de marketing
Toluna arrojó que 72% de los estadounidenses no compraría los Google Glasses,
aún en fase de desarrollo. Entre los principales temores está el hecho de poder
ser grabado fácilmente, el acceso de hackers a datos privados y el potencial
para que las acciones privadas sean públicas.
Nadie tiene una bola mágica —o
quizá es que aún no se ha inventado— para saber hasta dónde se llegará. Lo
cierto es que todo parte del presente y de las preguntas que se hagan
investigadores y sociedad sobre cómo quieren vivir. Y, como recuerda Steve, si
tenemos una buena conversación sobre lo que queremos construir y qué queremos
evitar, podremos tomar decisiones que nos permitan llegar al futuro deseado.
Brown destaca que usualmente el cine es muy bueno en mostrar el futuro a
evitar, uno distópico y aterrador a causa de las máquinas, pero casi no explora
el que sí se puede construir.
“Me encanta Terminator, pero
juega en un campo que retrocede en la cultura occidental a Mary Shelley y
Frankenstein de ‘no debes jugar con la vida’. En cambio, considera que Her,
escrita y dirigida por Spike Jonze, es interesante porque explora qué pasara en
la siguiente generación de computadoras. Creo que está mirando cómo la
computación se transforma basada en las relaciones, y cuando llega al punto
en que la inteligencia artificial puede fingir emociones o incluso tenerlas
hasta el punto de formar un lazo con los seres humanos.”
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