La guerra por los recursos
INFOnews - julio de 2015
Difícilmente Grecia, sea cual
fuera el resultado de la negociación que encara el premier Alexis Tsipras tras
el referéndum del domingo pasado, pase al olvido tan rápidamente como quisieran
los popes de la troika europea. Porque la crisis helénica desempolvó viejas
rencillas en el mundo académico y desató controversias a granel entre los
expertos en esa tan difusa disciplina social que es la economía, con el rol del
Estado en el centro del debate.
Los que se anotaron esta vez con una carta
abierta a la canciller alemana Angela Merkel son cinco economistas de renombre:
un alemán, un estadounidense, un británico, un turco y un francés. Este último,
Thomas Piketty, es el autor del best seller El capital en el siglo XXI, y
aparece en los medios donde se difundió el texto como el gestor de esta
iniciativa a contracorriente de lo que los organismos europeos están exigiendo
a Grecia.
"Se le pide al gobierno griego que se
ponga una pistola en la cabeza y apriete el gatillo. Tristemente, la bala no
sólo acabará con el futuro de Grecia en Europa. El daño colateral matará a la
zona euro como un faro de esperanza, de democracia y prosperidad, y podría
conducir a largo plazo a consecuencias económicas en todo el mundo", dicen
los economistas. Entre las razones para instar a rever la política de
austeridad a cualquier precio, recuerdan que "el impacto humanitario (en
Grecia) ha sido colosal, el 40% de los niños ahora viven en la pobreza, la
mortalidad infantil se disparó al cielo y el desempleo juvenil está cerca del
50 por ciento".
Tras detallar cómo se llegó a esta situación,
entre ellas corrupción y fraude en la contabilidad cometida por anteriores
gobiernos, más los posteriores recortes salariales, de gastos públicos y
pensiones, señalan que los programas de ajuste "infligidos a Grecia han
servido sólo para producir una Gran Depresión como no se vio en Europa desde
1929 a 1933. El medicamento prescrito por el Ministerio de Finanzas alemán y
Bruselas ha desangrado al paciente, pero no ha curado la enfermedad."
Los otros autores del texto son un ex
secretario de Estado del Ministerio de Hacienda germano, Heiner Flassbeck; un
catedrático de la Universidad de Oxford, Simon Wren-Lewis; y dos que en su
momento se ocuparon, desde rincones dispares, de la explosión globalizadora a
fines del siglo XX –para mejor decirlo, de la doctrina del shock económico-:
Dani Rodrik y Jeffrey Sachs, hijos dilectos de la Universidad de Harvard.
Sachs tuvo su cuarto de hora de fama desde que
se puso a asesorar al sindicato polaco Solidaridad cuando su líder, Lech
Walesa, aspiraba a la presidencia, en1989. También fue "partícipe
necesario" en la transición entre la Unión Soviética y la creación de la
Rusia capitalista, con Boris Yeltsin, y de las políticas que terminaron por
llevar al caos a Yugoslavia, por esos años. Por supuesto, el entonces ministro
de Economía argentina Domingo Cavallo también se ufanaba de tenerlo entre sus
consejeros. En esa época, Sachs promovía el paso urgente a las políticas de
mercado porque el neoliberalismo era la panacea para todos los males. Lo que
incluía el desguace de todo lo estatal, a la mayor velocidad posible. Eso que
en criollo se llama "desplumar la gallina antes de que chille".
Tardó poco, Sachs, en arrepentirse de su
entusiasmo por ese modelo de apertura sin límites. Lo que le llevó darse cuenta
de que las mismas instituciones que le habían dado empuje para tirar por tierra
con el sistema económico socialista, le daban la espalda cuando comenzó a
advertirles sobre los excesos que cometían. Comprendió, entonces, que la teoría
fue apenas un buen fluido para llevar adelante reformas que sólo beneficiaron
al sistema financiero internacional.
El que lo sabía era Rodrik, cuando se asombró
de la perspicacia del Banco Mundial por su "invención y su
comercialización del concepto de ajuste estructural", que "incluye en
un mismo paquete reformas tanto microeconómicas como macroeconómicas". Y
directamente apuntó al corazón de la teoría del shock. "No ha habido un
solo caso significativo de reforma librecambista en un país en desarrollo en la
década de 1980 que se haya producido fuera del contexto de una crisis económica
grave."
Heiner Flassbeck, otro de los autores de la
carta, escribió junto con el griego Costas Lapavitsas (ahora integrante del
partido Syriza), un libro que exime de comentarios sobre su contenido: Contra
la troika. Allí elaboran un plan estratégico para la salida del euro de los
países periféricos como única forma de evitar una catástrofe final para unos y
otros.
El último de los firmantes es Simon Wren Lewis,
quien en su blog http://mainlymacro.blogspot.com.ar/ suele volcar columnas de
opinión que reproducen medios de varios países. Hace algunas semanas hizo una
crítica feroz pero esclarecedora de las razones detrás de los últimos recortes
del gobierno conservador de David Cameron en Gran Bretaña. "Cuando George
Osborne impuso una dura austeridad fiscal en sus primeros dos años como
ministro de Hacienda, al menos tenía una excusa. Podía apuntar a Grecia y
decir: tenemos que hacer lo que sea necesario para evitar ese destino (…) pero
ahora (tras el anuncio de recortar 37 mil millones de libras esterlinas) no hay
posibilidad de que el Reino Unido vaya a ser como Grecia". ¿Por qué lo
hace entonces? "Es una gran excusa para reducir el tamaño del Estado,
sobre todo cuando se ha comprometido a no aumentar la mayoría de los
impuestos."
Es que el Estado está en el eje de toda esta
presión al gobierno griego, como lo está en los objetivos que la troika exige a
todos los países de la eurozona –a la que no pertenece Gran Bretaña pero con
cuyos líderes comparte ideales neoliberales- y como está en las exigencias de
los buitres financieros.
Michael Hudson (http://michael-hudson.com),
presidente del Instituto para el Estudio de Tendencias Económicas de Largo
Plazo (ISLET por su siglas en inglés), analista financiero en Wall Street y
profesor Investigación de Economía de la Universidad de Missouri, sostiene que
tanto los organismos de crédito como los gobiernos acreedores y los tenedores
de bonos "son capturados ideológicamente por guerreros financieros
antiobreros y antigubernamentales". Y abunda: "Impuesta por el
monopolio de las instituciones financieras intergubernamentales - el FMI, BCE,
del Tesoro de EE UU, y así sucesivamente – la influencia financiera del
acreedor se ha convertido en el nuevo modo de la guerra del siglo XXI. Algo tan
devastador como la guerra militar por su efecto sobre la población: aumento de
las tasas de suicidio, esperanzas de vida más cortas y emigración de quienes
siempre han sido las principales víctimas de la guerra: los adultos jóvenes”.
"En lugar de ser reclutado por el ejército
para luchar contra los enemigos extranjeros –dice el autor de La burbuja y más
allá, otro título que evita aclaraciones- son expulsados de sus hogares en
busca de trabajo en el extranjero. Lo que solía ser un éxodo rural a las
ciudades desde el siglo XVII es ahora un "éxodo deudor" de países
cuyos gobiernos deben altas sumas de dinero a los gobiernos acreedores y a los
bancos y tenedores de bonos en cuyo nombre se impone su política".
Más aún, estos organismos "transforman la
guerra de clases del siglo XIX en una crisis puramente destructiva" con el
objetivo casi explícito en Grecia de remplazar al gobierno díscolo de Tsipras
por tecnócratas y "ex gerentes de Goldman Sachs", cosa de imponer
"una guerra contra el trabajo -en forma de austeridad- y contra el poder
de los gobiernos para determinar su propia política fiscal, su política
financiera y su política de regulación pública".
Hudson agrega que "Grecia, España,
Portugal, Italia y otros países deudores han estado bajo el mismo modo de
ataque como el del FMI y su doctrina de austeridad que llevó a la quiebra a
América Latina desde la década de 1970". Y tras proponer nuevas reglas de
juego a nivel global, acota que "el derecho internacional debe reconocer
que las finanzas se han convertido en el modo actual de la guerra. Sus
objetivos son los mismos: la adquisición de la tierra, las materias primas y el
monopolio".
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