El millonario que se hizo ecologista
INFOnews - octubre de 2014
Gracias al petróleo, la familia Rockefeller se
convirtió en una de las más acaudaladas e influyentes de los Estados Unidos y
del mundo. La extinta Standard Oil, fundada a fines del siglo XIX, permitió que
John Davison Rockefeller consiguiera la medalla de oro en la dificultosa
carrera del sueño americano: llegó a ser el hombre más rico de su tiempo. Ese
fue el puntapié inicial para que sus herederos cosecharan un enorme peso
político y económico a nivel internacional que, aún hoy, sigue vigente, asegura
Tiempo Argentino.
Sin embargo, esta semana los Rockefeller
confirmaron que abandonarán el negocio del petróleo y se meterán de lleno en el
de las llamadas energías verdes. Toda una paradoja para una dinastía que,
aunque ya no lidera el mercado, tiene fuerte presencia en multinacionales
petroleras que fueron denunciadas por contaminación ambiental en reiteradas
ocasiones.
El anuncio fue hecho por el presidente del
Fondo de los Hermanos Rockefeller, Stephen Heintz, quien precisó que los
negocios petroleros –en empresas como Chevron o Exxon Mobil– constituyen
actualmente el 7% de los 860 millones de dólares en activos que tiene la
familia. ¿Cuál fue el argumento? Valerie Rockefeller Wayne, tataranieta del
fundador de Standard Oil, dijo ante la prensa que se trataba de "un
imperativo moral para preservar un planeta saludable".
Sin embargo, y como era de esperar para un clan
integrado por empresarios y dirigentes de renombre que influyen sobre la agenda
internacional, las razones políticas y económicas tienen mayor peso. Lo
reconoció el propio Heintz, quien no dio argumentos ecologistas cuando fue
consultado por el The Washington Post. "Estamos convencidos de que si John
Davison Rockefeller estuviera vivo hoy, como el astuto empresario que era y que
vislumbraba el futuro, dejaría atrás los combustibles fósiles para invertir en
energía limpia y renovable", afirmó Heintz sobre el creador del imperio
Rockefeller.
Efectivamente, el de la energía verde –como la
solar o la eólica– es un negocio que, además de tener buena prensa, es lo
suficientemente jugoso como para tentar a cualquier empresario. En abril, la
revista Forbes señaló que la industria ya tiene un crecimiento anual del 300% y
por eso se convirtió en un rubro altamente rentable.
Los Rockefeller, además, edificaron su imperio
en base a las buenas relaciones que forjaron con el establishment mundial. Sin
ir más lejos, fueron impulsores de la creación, en 1954, del Grupo Bilderberg,
que nuclea a los magnates más importantes del mundo y a los políticos más
influyentes de las potencias internacionales. Ahora, con la decisión de
abandonar el negocio del llamado "oro negro", lograron unirse a una
coalición de grandes empresarios que se comprometió a desprenderse de más de 50
mil millones de dólares en activos de combustibles fósiles, es decir, petróleo,
gas y carbón.
La iniciativa forma parte del Global
Divest-Invest, una red que comenzó hace algunos años en los campus
universitarios de EE UU y ahora cuenta con el apoyo no sólo de multinacionales,
sino también de movimientos sociales, estrellas de Hollywood y presidentes. Uno
de ellos es Barack Obama, quien en la Asamblea General de la ONU que se realizó
esta semana en Nueva York aseguró que el gobierno estadounidense tendrá en
cuenta el impacto del cambio climático a la hora de diseñar programas de
desarrollo e inversión.
Sin embargo, y a pesar de su presunta faceta
ambientalista, los Rockefeller no sólo tienen presencia en instituciones
financieras como JP Morgan y el City Bank, sino que además son accionistas de
Exxon Mobil, una de las mayores petroleras del mundo. La multinacional es
conocida por los suculentos ingresos que consigue todos los años gracias a la
explotación de crudo, pero también por ser una de las que más denuncias recibió
por contaminación ambiental.
En 2013, un jurado de Nueva Hamphsire, en EE
UU, le ordenó pagar 236 millones de dólares en compensación por contaminar
aguas subterráneas. Algo similar ya le había ocurrido con un jurado federal de
Manhattan en 2009, cuando fue condenada a abonar 105 millones de dólares por
verter desechos tóxicos en las aguas neoyorquinas.
Ya en 2003, hace poco más de diez años, un
estudio divulgado por la ONG española Amigos de la Tierra indicó que Exxon
libera cada año el equivalente a 298 millones de toneladas de carbono, casi el
doble que un país entero, el Reino Unido. Las emisiones de dióxido de carbono
de la empresa ocupaban entonces del 4,5 al 5,3% del total mundial y un 20% del
total estadounidense. La multinacional, además, financia decenas de grupos de
presión que atacan a quienes denuncian los efectos del cambio climático. Uno de
ellos es el Instituto de Competitividad Industrial, que entonces recibió 685 mil
dólares por parte de Exxon, según informó Amigos de la Tierra.
Por lo visto, existe un abismo entre la actual
postura del "planeta saludable" y los negocios que, desde fines del
siglo XIX, llenan los bolsillos de los Rockefeller. Una contradicción que se
evidencia también en el ámbito político: la dinastía supo apoyar golpes de
Estado en Latinoamérica, como el de Argentina o Chile, pese a su declamada
defensa de la democracia.
Quizás, aquellos que rápidamente se entusiasman
con iniciativas como las de la multimillonaria familia estadounidense, antes
deberían escuchar al presidente venezolano Nicolás Maduro. "¿Alguien puede
creer que las corporaciones transnacionales van a convertirse de un día para
otro en protagonistas de la salvación del planeta?", se preguntó, ante la
Asamblea General de la ONU, el líder bolivariano.
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