Les barcos de carga, caballos de
Troya de especies invasivas
AFP - jueves, 2 de octubre
de 2014
A principios de los años 80, la
medusa norteamericana partió de su Atlántico natal en las bodegas de los
cargueros. Diez años más tarde diezmaba la población de anchoas en el Mar
Negro. Pasajeros clandestinos en las aguas de lastre de los barcos, las
especies invasivas son un peligro ecológico.
Se habla de "una de las
amenazas más significativas de los tiempos modernos para el ecosistema
marino", advierte el secretario general de la Organización marítima
internacional (OMI), Koji Sekimezu.
E integran la lista negra de causas
de la disminución de especies de agua dulce (-76% entre 1970 y 2010), en el
último informe de la ONG WWF.
Sin embargo, diez años después de
su adopción en 2004, la Convención internacional para el control y la gestión
de las aguas de lastre aún no ha entrado en vigor, dado que no se alcanzó la
cantidad de ratificaciones necesarias.
"Una vez que la especie
invasiva se instala en un lugar, ya no hay cómo resolver el problema",
explicó a la AFP Simon Walmsey, responsable de las cuestiones marítimas del
WWF.
"Entra en competencia con
las especies indígenas y a menudo gana la partida. El riesgo es entonces enorme
para los ecosistemas, los pesqueros... como también lo es el costo ambiental, y
también socioeconómico".
Y las cantidades son
astronómicas. Cada día, los mares del planeta son atravesados por los barcos
que cargan sus aguas de lastre en Shanghai o Tanger, y las liberan en los
puertos de Rotterdam o Valparaíso para equilibrar el buque una vez que recibe
la carga que debe transportar.
El transporte marítimo representa
cerca del 80% del comercio mundial y traslada unos 10.000 millones de toneladas
de agua de lastre cada año. Con ellas viajan a diario unas 7.000 especies:
larvas y peces pequeños, algas, crustáceos, pero también virus y bacterias, según
el WWF.
No todas sobreviven, pero cuando
algunas especies desembarcan lejos de su hábitat natural "comienzan a
proliferar porque no existen factores de regulación de su lugar de
origen", explica Daniel Masson, investigador del Ifremer, el Instituto francés
de investigación para la explotación del mar. "Y el fenómeno se ha
acelerado con la globalización, desde hace unos 30 años", agrega.
- Presión de los armadores -
Uno de los casos más conocidos es
el del mejillón cebrado, oriundo de los mares Negro, Caspio y de Aral, y
aparecido en 1988 en el lago Saint-Clair en Canadá.
Tras conquistar los Grandes Lagos
norteamericanos vecinos, descendió por casi todos los ríos del este de Estados
Unidos, hasta la Luisiana.
En competencia con otras
especies, también proliferó en las cañerías de agua, perturbando el
funcionamiento de centrales hidroeléctricas, motores de barcos y haciendo que
las playas dejen de ser aptas para el baño. El fenómeno ya ha costado miles de
millones de dólares a Estados Unidos.
Algunos de los países más
afectados, como Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda aprobaron
reglamentos nacionales y abogan a favor de la ratificación de la Convención lo
más rápido posible.
El texto prevé en particular
dotar a los barcos de sistemas de tratamiento de las aguas --con lámparas
ultravioletas o sistemas electrolíticos-- y establece un calendario de
instalación hasta el 2016.
La Convención entrará en vigor un
año después de haber sido ratificada por al menos 30 países que representan 35%
de la capacidad bruta de la flota mercante mundial.
Actualmente, unos 40 países que
representan un 30,25% del total la han ratificado.
Siguen faltando las flotas más
importantes del mundo: Panamá, Grecia o China.
"Existe ciertamente una
presión de los armadores, es una Convención que va a costar caro", comenta
Damien Chevalier, jefe de la oficina de reglamentación y control de la
seguridad de las naves en Francia.
"Representa un gasto
adicional importante, del orden del millón de euros, destinado a poner en
conformidad a las naves existentes", estima.
Simon Wasley del WWF es
optimista. "Hay una cantidad reducida pero constante de países con
pequeñas flotas que ratifican el texto. A este ritmo, tal vez alcancemos la
cantidad necesaria en dos años", estima.
Luego habrá que equipar a las
naves. Y según Chevalier, dadas las capacidades de los fabricantes de los
equipos, "dotar a toda la flota con los equipos necesarios demandará unos
diez años más".
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