La desigualdad es un lastre para la economía
El Cronista - lunes, 6 de octubre de
2014
Cuánto debe la creciente desigualdad
preocuparnos? Ésta es una cuestión moral y política. También es de carácter
económico. Se reconoce cada vez más que, al pasar de cierto punto, la
desigualdad puede ser una fuente de males económicos significativos.
EE.UU., la economía de altos ingresos más
importante y con la mayor desigualdad, proporciona en este momento un ensayo
del impacto económico que inflige la desigualdad. Y los resultados son
preocupantes.
Esta toma de conciencia se ha extendido a las
instituciones que normalmente no serían acusadas de tener tendencias
socialistas. Un informe escrito por el economista en jefe para EE.UU. de
Standard & Poor's, y otro de Morgan Stanley, concuerdan en que la
desigualdad no sólo está aumentando, sino que tiene efectos perjudiciales sobre
la economía estadounidense.
Según la Reserva Federal (FED), la capa del 3%
superior de la distribución de los ingresos recibió el 30,5% de los ingresos
totales en 2013. El 7% siguiente recibió sólo el 16,8%. Eso dejó apenas más de
la mitad de los ingresos totales para el 90% restante. El 3% superior también
fue el único grupo que ha disfrutado de una proporción creciente de ingresos
desde principios de 1990. Desde el 2010, la mediana de los ingresos familiares
cayó, mientras que la media se elevó. La desigualdad sigue aumentando. El
estudio de Morgan Stanley enumera entre las causas del aumento de la
desigualdad: la creciente proporción de empleos poco cualificados, mal pagados
e inseguros; el aumento de la prima salarial para la gente educada; y el hecho
de que las políticas fiscales y de gasto público son menos redistributivas de
lo que solían ser hace unas décadas.
Así que, en 2012, dice la OCDE, EE.UU. ocupó el
primer lugar entre los países de altos ingresos con la mayor proporción de
empleos relativamente mal pagados. Por otra parte, el quintil inferior de la
distribución del ingreso recibió sólo el 36% de los pagos de transferencias
federales en 2010, por debajo del 54% en 1979.
Se proyecta que los impuestos regresivos sobre
la nómina, que cuestan a los pobres proporcionalmente más que a los ricos,
generará el 32% de los ingresos federales en el año fiscal 2015, frente al 46%
para el impuesto federal sobre la renta, cuya carga recae más en quienes tienen
mayores ingresos.
También son importantes los enormes aumentos en
el salario relativo de los ejecutivos, junto con el cambio en los ingresos
desde el trabajo hacia los retornos del capital. Las políticas de la Reserva
Federal también han beneficiado a los relativamente mejor acomodados, ya que
está tratando de aumentar los precios de los activos que son mayoritariamente
propiedad de los ricos.
Estos informes sacan a la luz dos consecuencias
económicas del aumento de la desigualdad: la débil demanda y el lento adelanto
en el aumento de los niveles educativos.
El argumento de la demanda es que, hasta el
momento de la crisis, muchos de los que no estaban disfrutando de un aumento de
sus ingresos reales pedían prestado. El aumento de los precios de la vivienda
lo permitían.
A finales de 2007, la deuda alcanzó el 135% de
los ingresos disponibles.
Luego vino la crisis. Agobiados con enormes
deudas y no pudiendo pedir más préstamos, las personas de bajos ingresos se han
visto obligadas a gastar menos. El retiro de la equidad de la hipoteca,
financiado mediante el endeudamiento, se ha derrumbado. El resultado ha sido
una recuperación excepcionalmente débil del consumo.
No tiene sentido prestar imprudentemente a
quienes no pueden permitírselo. Sin embargo, esto sugiere que la economía no
saldrá a flote nuevamente sin una redistribución del ingreso hacia el segmento
consumidor o el surgimiento de otra fuente de demanda. Por desgracia, no es del
todo claro lo que este último podría ser. El gasto público se ve limitado. La
inversión empresarial se ha frenado por el débil crecimiento potencial de la
demanda. También es poco probable que lo sean las exportaciones netas: el resto
del mundo quiere el crecimiento impulsado por las exportaciones, también.
La educación estadounidense también se ha
deteriorado. Es el único país de altos ingresos cuya población entre 25 y 34
años no cuenta con una mejor educación que la de 55 a 64 años. Esto es en parte
debido a que otros países han alcanzado a EE.UU., país pionero de la educación
universitaria en masa. También se debe a que los niños de familias pobres están
en desventaja para terminar la universidad.
El informe de S&P señala que para los
hogares más pobres, las tasas de graduación de la universidad aumentaron en
sólo alrededor de 4 puntos porcentuales entre la generación nacida a principios
de la década de 1960 y la que nació a principios de la década de 1980. La tasa
de graduación para los hogares más ricos aumentó en casi 20 puntos porcentuales
en el mismo período. Sin embargo, sin un título universitario, las
posibilidades de movilidad ascendente son ahora muy limitadas. Como resultado,
los niños de familias prósperas tienden a permanecer en buenas condiciones
económicas y los niños de las familias pobres seguirán siendo pobres.
Esto no es sólo un problema para aquellos cuyos
talentos no se ven recompensados. El no elevar los niveles educativos
probablemente perjudica el éxito a largo plazo de la economía. Algunos de los
beneficios de la educación bien pueden sólo ser el obtener un bien posicional:
a los individuos mejor educados les va mejor porque han ganado una carrera de
suma cero. Sin embargo, una población mejor educada también elevaría a todos a
un mayor nivel de prosperidad.
Los costos de la creciente desigualdad para la
sociedad van más allá. A mi juicio, los mayores costos son la erosión del ideal
republicano de una ciudadanía igualitaria.
A medida que la Corte Suprema de EE.UU.
distorsiona la Constitución para complacer a los plutócratas, aumenta el
peligro para las bases políticamente igualitarias de la república.
Las divergencias enormes en la riqueza y el
poder han socavado repúblicas en el pasado. Esto bien podría suceder en el
presente.
Sin embargo, incluso para aquellos que no
comparten estas preocupaciones, los costos económicos deberían importar. El
"estancamiento secular" de la demanda, a la que Lawrence Summers, ex
secretario del Tesoro de EEUU, se ha referido, se relaciona con los cambios en
la distribución del ingreso.
Igualmente, la transmisión de las desventajas
educativas a través de las generaciones es también un obstáculo creciente para
la economía. Una economía adicta a la deuda y con niveles estancados de
educación probablemente tenga un futuro enfermizo.
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