Habló la empleada doméstica de
Adolf Hitler: "Estaba prohibido observarlo"
Infobae - de abril de 2014
"Podía pensar, pero no
hablar", fue una de las primeras instrucciones que recibió la joven
Elisabeth Kalhammer cuando después de contestar al aviso de un diario acabó
trabajando como empleada doméstica de Adolf Hitler en 1943.
Más de 70 años después, Kalhammer
rememoró en una entrevista publicada por el diario austriaco Salzburger
Nachrichten sus experiencias en la casa del dictador nazi en Berchstesgaden,
uno de los rincones más idílicos de los Alpes bávaros.
"Se busca empleada
doméstica. Lugar de trabajo: Berghof en Obersalzberg, en la Baviera
Berchtesgaden", decía el anuncio sobre la que era la segunda residencia de
Hitler.
La Oficina de empleo de la
localidad austriaca de Wels escogió entre todas las solicitudes la de la
entonces joven de 22 años. Sin embargo, lejos de sentirse feliz por la
oportunidad, la mujer de 89 años actualmente reconoce que tuvo miedo la primera
vez que llegó al que sería su lugar de trabajo hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial.
Su madre le había pedido que no
fuera, pero la mujer de la oficina de empleo le dijo que debía estar agradecida
por una oportunidad por la que miles de jovencitas estarían encantadas. Hizo
las maletas y tras pasar por dos puestos de control de las SS, llegó a la casa
de Hitler.
"La casa estaba llena de
invitados y el 'Führer" estaba allí", recordó sobre su primer día de
trabajo. Enseguida la hicieron partícipe de las reglas de la casa: "Lo que
se hable en la casa, no puede salir bajo ningún concepto de ella. Las faltas
serán castigadas con la prohibición de poder salir de casa".
Kalhammer pronto se dio cuenta
del funcionamiento de la residencia de descanso de Hitler. Sólo trabajadores
con años a su servicio tenían permitido el acceso a las consideradas
"salas privadas" del dictador. "Lisbeth", como se la
conocía allí, pasó sus horas no sólo lavando o cosiendo, sino también
limpiando.
Respecto a la compañera
sentimental de Hitler, Eva Braun, Kalhammer la recuerda como una "mujer
elegante", con trajes a la última moda, que disfrutaba de la visita de sus
amigos y que era "un gran amor". En Berghof, Braun se comportaba como
la dueña de la casa, aunque no estuviera casada con Hitler. Son todos recuerdos
de la antigua empleada del hogar que debía vestir mandil blanco y que unas
navidades recibió lana de Braun para tejer calcetines para los hombres en el frente,
uno de los cuales mandó a su hermano.
Kalhammer contó también la pasión
de Braun por la actriz austriaco-alemana Marika Rkk. "En Berghof había una
sala de cine. La novia del 'Führer' se preocupaba porque las jóvenes tuvieran
algún sitio donde sentarse cuando proyectaban una película de Rkk".
"Por suerte nunca me
encontré con Hitler y no tuve que hablar con él", afirmó la mujer que
nunca quiso contar a nadie sus experiencias durante la época del Tercer Reich.
Sin embargo, aunque la joven no hablara con él, debía estar al tanto de todas
sus manías.
"Seguía una estricta dieta
para la que tenía a su propia cocinera y sólo bebía agua caliente. Pero bien
entrada la noche, Hitler se escabullía a la cocina donde debía haber uno de los
conocidos como 'pasteles del Führer': un pastel de varias capas de manzana con
nueces y pasas", reveló.
"Cuando Hitler salía en
alguna ocasión a pasear fuera, estaba prohibido observarlo. Sólo podíamos verlo
a través de las cortinas", asegura. El 14 de julio de 1944 fue la última
vez que vieron a Hitler en Berghof, seis días antes de un atentado del que salió
ligeramente herido.
"A partir de ese momento,
creció el nerviosismo en Berghof y los trabajadores debían comenzar a llevar
los tesoros de Hitler al bunker para el que había que bajar 95 escalones",
indicó. Entre las cosas que había que trasladar al bunker había un
"enorme" número de libros, cuadros y espejos.
Cuando los aliados comenzaron a
acercarse a la zona, se prohibió a las jóvenes abandonar la casa. Para ello les
contaron todo tipo de historias horribles de los que les iba a pasar: "Nos
contaban que los negros venían a cortarnos el pelo y a violarnos".
Sin embargo, ella desobedeció la
orden y huyó. Con ayuda de una amiga llegó dos días antes del final de la
guerra a casa de su madre y actualmente vive en la ciudad de Salzburgo
(Austria).
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