¿El “ogro” de los monopolios?
Forbes - viernes, 23 de
mayo de 2014
Un monopolio generalmente es
propiciado por el gobierno a favor de los particulares, a quienes da
concesiones privilegiadas, ya sea por ciertos periodos, para lograr que
determinados sectores tengan el tiempo suficiente para hacer grandes
inversiones o recuperar lo invertido.
Cuando se aborda el tema de
monopolios, se incorporan muchos conceptos políticos, económicos y mediáticos,
que tienden a distorsionar y manipular un concepto que per se es muy
complicado.
Todos defendemos el libre mercado
y la competencia como un mecanismo de libertades y de justicia distributiva;
sin embargo, muchos hechos están demostrando las equivocaciones que se tienen y
las falsas percepciones sobre el tema.
Un monopolio generalmente es
propiciado por el gobierno a favor de los particulares, a quienes da
concesiones privilegiadas, ya sea por ciertos periodos, para lograr que
determinados sectores tengan el tiempo suficiente para hacer grandes
inversiones o recuperar lo invertido. A su vez, el gobierno tiene sus propios
monopolios, especialmente en el uso de la fuerza, que no puede cederle a
terceros; así como en actividades económicas estratégicas, tales como energía,
salud y en muchos servicios que ofrece a la población.
Bajo este entorno es muy
importante el equilibrio que debe existir, dentro de una economía globalizada,
entre las empresas y corporaciones de acuerdo con su tamaño, para que éstas
puedan competir efectivamente dentro del mercado mundial en las grandes
concentraciones que se harán en el futuro, donde se monopolizarán muchos
servicios y productos. En esto ayudarán las nuevas tecnologías y los sistemas
financieros que concentran el poder económico.
Sin embargo, también existen
monopsonios, que representan grupos sumamente poderosos que concentran las
compras de los productos y fijan precios y condiciones muy destructivas para
las economías. De la misma manera, existen oligopolios, donde diversos actores
ajustan sus precios con relación a su estructura de negocios o situación
geográfica, generando acuerdos que rompen el espíritu de la libre competencia y
perjudican a la población.
Ahora bien, se debe puntualizar
que un mercado completamente libre, como lo plantea la teoría, no existe en la
práctica, por lo que es necesario que el Estado tome medidas para administrarlo
en pro de defender al consumidor e impulsar la competitividad, por lo que se
deben diseñar mecanismos y crear entes reguladores que se encarguen de dicha
tarea, sin caer en excesos; es decir, más que un mercado libre, se deben
focalizar esfuerzos en el desarrollo de un mercado administrado.
Un mercado administrado es aquel
en el que el Estado dicta ciertas normas de comportamiento y tiene un marco
regulatorio sobre cómo deben actuar los agentes económicos, desde la
perspectiva de un comercio libre y justo que implica flujo de bienes y
servicios sin restricciones, así como la eliminación de distorsiones (barreras
proteccionistas, prácticas monopólicas y competencia desleal). Al igual que el
Estado ejerce el monopolio de las armas, es también el que debe propiciar un
mercado administrado, como regulador, facilitador y garante.
La importancia del mercado
administrado es que ello implica un nuevo capitalismo más social, más humano y
más integral, sin caer en un intervencionismo estatal excesivo, concretado en
figuras y prácticas dañinas como el proteccionismo, ni caer en el abuso de las
libertades que llevan a iniquidades. Lo que se requiere es responsabilidad
social por parte del Estado al controlar las desviaciones del mercado.
Dicha responsabilidad social es
básica para que los gobiernos en el mundo tengan clara cuál es su función como
reguladores de la competencia y de los monopolios u oligopolios. Existe la
opinión generalizada de que el monopolio es un ente complejo y amplio, y no es
así; hay monopolios regionales y de servicios; por ejemplo, la distribución del
gas en el país es por zonas y lo realizan empresas privadas, las rutas aéreas
son concesiones operadas por privados y lo mismo sucede con el transporte
carretero.
De hecho, muchos productos y
servicios que hoy consumimos provienen de entidades monopólicas. Por ello es fundamental
que las leyes de un país reflejen su realidad y no destruyan su capacidad
competitiva debido a una interpretación errónea de los conceptos, politizando y
destruyendo la capacidad de competitividad que el país debe tener hacia adentro
y hacia afuera.
Finalmente, es importante
recalcar que no se debe perder de vista el verdadero objetivo: “el crecimiento
económico y el desarrollo del país”; por eso, es crítico que cualquier acción
de parte del gobierno considere “todos” los elementos técnicos que existen en
esta materia que no deben pertenecer sólo al espacio político.
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