El cuchillo entre los dientes
LaNacion - miércoles, 21 de
mayo de 2014
Con el cuchillo entre los
dientes, o escondido, cuentan los historiadores que se jugaba al soule, una
forma de fútbol de la Edad Media. Pueblos vecinos de las provincias de Bretaña,
Normandía y Picardía combatían por una pelota en calles, aldeas, bosques,
plazas, prados y arroyos, sin reglas, ganando terreno con esquives y también a
pura brutalidad. Lo prohibieron, con poco éxito, reyes, iglesia y
municipalidad, por violento, pagano, improductivo o dañoso. En la puja por la
pelota (un sol que debía ser conquistado para lograr buenas cosechas), algunos
souliers llevaban cuchillos y provocaban "serias heridas" al bando
opuesto, muertes incluidas cuando las rivalidades eran exacerbadas. Muchos
siglos después, el Atlético de Madrid del Cholo Simeone recupera el lado más
salvaje y primitivo del fútbol, tan real como el más vistoso estilo hoy en
crisis de toque y posesión del destronado Barcelona . El nuevo rey de la Liga
española elevó el sacrificio colectivo a categoría de espectáculo.
El cuchillo entre los dientes era
imagen central en debates electorales de la Francia de casi un siglo atrás. No
tenía ideología. El lema aparecía en afiches de la derecha que proponían
combatir al comunismo con "Le couteau entre les dents", o de la
izquierda que pedía frenar a Hitler. El novelista y poeta Henri Barbusse tituló
de igual modo (Le couteau entre les dents) su libro-llamamiento de 1921 a los
intelectuales para que abandonaran "el argumento cobarde de su repugnancia
a la política y aportaran su inteligencia creadora para ayudar a combatir la
inequidad". Simeone, a su modo, se sumó al viejo reclamo. Esquivó el
debate ideológico sobre la pelota, puso a sus jugadores el cuchillo entre los
dientes y, una vez conseguido el título del sábado ante rivales que lo
cuadruplican en presupuesto, recordó al mundo del fútbol que "también se
puede ganar de otro modo". Buscará repetir este sábado en Lisboa, en la
final de Liga de Campeones ante Real Madrid. El millonario presidente
Florentino Pérez lleva años construyendo a golpe de chequera el sueño-obsesión
de "la Décima" gran corona europea. Esperó siempre la caída de
Barcelona. Podrá sufrir un golpe inesperado si el nuevo rey no es su Real
Madrid, sino el primo pobre.
Ningún partido, sabemos, será
jamás igual a otro. Pero la prensa deportiva, también sabemos, suele precipitar
igualmente titulares y sentencias definitivas según cuál sea el resultado de
ayer. Muerto el rey, viva el rey. ¿Qué diría hoy el mundo del fútbol si el gol
mal anulado el sábado a Leo Messi hubiese significado el triunfo 2-1 y coronado
otra vez a Barcelona y no al Atlético como campeón de la Liga española? A la
inversa, el error arbitral habría levantado una ola de denuncias sobre el poder
catalán y la desprotección al más débil. Pero Barcelona, entre tanto retiro,
despido anticipado y llanto de las semanas previas, había renunciado al título
de antemano. Lo hicieron primero sus dirigentes cuando ficharon a Neymar por
cifras indecentes y ocultas, reventaron la jerarquía salarial de un vestuario
de estrellas y hasta vaciaron de contenido ético a su discurso de fútbol bello.
Cuentan que, algún tiempo atrás, Simeone, lejos de cualquier pretensión
estética, llegó a gritarle a un defensor en plena práctica "la pelota, ¡a
la mierda!". "Toda tesis (posesión radical del balón) -escribió
Jonathan Wilson en The Guardian- tiene su antítesis (el radicalismo de la no
posesión)." El sábado en el Camp Nou, ya mucho más amigo de la pelota con
la confianza que dan los triunfos, el Cholo (0-1 y con dos bajas clave) ordenó
igualmente a sus jugadores en el entretiempo que había que morder el cuchillo
como nunca. Y su Atlético, que cuando ataca es colectivo y letal, confirmó otra
vieja verdad del fútbol. Que no hay estilo mejor que otro si primero no hay
hambre. Que no hay vida sin deseo.
El debate sobre el cambio de
mando en el fútbol a nivel de clubes, acaso inevitable, se trasladará a la
selección de España que defenderá su corona en el Mundial de Brasil. ¿Mantendrá
el DT Vicente del Bosque la base de Barcelona y el estilo de toque y posesión
(de larga vida y exitoso, pero en crisis) o renovará con jugadores del Atlético
nuevo campeón y su juego más físico y vertical? Difícil imaginarse en Brasil a
una España que renuncie a la pelota. ¿Qué harán los demás? ¿Qué sería del
fútbol si, como en una célebre parodia de Monty Python y su partido de
filósofos en el que nadie se decide a atacar, los dos equipos se ceden
mutuamente terreno y pelota? ¿Qué pasaría si ambos equipos eligen amontonarse
en defensa y esperar el error rival para recién allí arriesgar un contragolpe?
"La base de nuestro fútbol -me contó meses atrás el holandés Johan Cruyff,
hombre clave en la historia de La Naranja Mecánica, pero también del Barcelona-
es el balón. El balón es nuestro. Mandamos nosotros. Si lo quieres,
córreme." Le recordé a Cruyff aquel fenomenal inicio de Holanda en la
final del Mundial 74 en Alemania. Saque de media cancha, 6 pases en 56
segundos, penal y gol. Y le pregunté por qué Alemania, que era inferior,
terminó sin embargo ganando 2-1. "Porque nos dedicamos a enseñar nuestro
modelo en plan bonito", me respondió Cruyff. Pep Guardiola es su heredero
directo. "El filósofo", como le dicen despectivamente sus críticos,
no esperó como sus "colegas" de la parodia de Monty Python, sino que,
fiel a su estilo, eligió que Bayern Munich arriesgara en semifinales de
Champions ante un Real Madrid que, como muchos intuían, terminó aplastándolo de
contraataque. El campeón alemán controló la pelota, no el partido. Uno de sus
críticos interpretó tanta fidelidad a la pelota como sinónimo de renuncia a la
lucha. "Guardiola -decía el artículo- despojó a Bayern Munich de la
tradicional fuerza física alemana y terminó convirtiéndolo en un equipo
amanerado y blandito, lento y previsible." Con la pelota, pero sin el
cuchillo entre los dientes.
La parodia de Monty Python
Fue justamente la derrota de un
Bayern Munich en su apogeo y con Guardiola DT -mucho más que la de un Barcelona
en crisis- la que alimentó debates sobre "la muerte del tiki-taka",
otro apodo también despectivo, burlón al juego de posesión, porque omite que
para monopolizar la pelota primero hay que adueñarse de ella. "Me di
cuenta de que Leo tenía algo diferente -contó una vez Jorge Messi- cuando de
pibe, apenas le tocó ir al medio, se tiró inmediatamente a los pies para
recuperar la pelota." El crack de Barcelona, igual que muchos de sus
compañeros, desenchufó en las instancias decisivas. Cuando tanta posesión y
pase estéril confirmó una segunda regla. Que el fútbol, además de sacrificio,
precisa del caos de la creación individual, cada vez más imprescindible para
quebrar tanto orden colectivo. El fútbol, a diferencia de otros deportes, no
obliga a atacar. Y tampoco quita puntos a quien elige defenderse. El inevitable
error arbitral -sin control de la imagen- favorece, incluso, recursos
desesperados y dudosos. El fútbol es batalla y también juego. Algunos equipos
juegan mejor con la pelota. Otros sin ella. No hay esquemas perfectos ni
fórmulas mágicas. Los técnicos podrán cambiar la táctica, pero difícilmente
renuncien a su estilo. Su ciclo triunfal, inevitable, tendrá siempre un final.
Y a su modo, ese ciclo habrá escrito parte de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario