La Copa es un campo minado para
brasileña Rousseff en un año de elección
Reuters - domingo, 25 de
mayo de 2014
El guión era simple: organizar el Mundial de
fútbol, ganarlo por sexta vez y subirse a una ola de euforia para mantenerse
otros cuatro años en el poder. Sin embargo, el gobernante Partido de los
Trabajadores podría darse cuenta de que esto no es tan fácil.
La historia reciente muestra una
baja correlación entre coronarse campeón mundial de fútbol y triunfar en las
elecciones, pese a las incontables especulaciones sobre lo contrario entre los
brasileños de todo signo político.
En el mejor de los casos, la
presidenta brasileña Dilma Rousseff podría conseguir un alza temporal en las
encuestas tras una victoria de la favorita selección local en julio, pero esto
probablemente se desvanecería en pocas semanas, dejando más de dos meses para
que el electorado tome en cuenta la realidad antes de las elecciones del 5 de
octubre.
En el peor escenario, el desastre
de una eliminación temprana del torneo podría contribuir a la frustración por
como ha gestionado Brasil los preparativos del torneo y alentar el deseo de un
cambio.
Sin poder alentar al equipo
local, más brasileños podrían sentir la tentación de sumarse a las protestas
callejeras contra la Copa del Mundo, creando una situación muy volátil para
Rousseff.
De hecho, lo que se suponía que
fuese un momento de orgullo nacional se ha convertido en un campo minado para
una presidenta cuya popularidad se ha debilitado.
Una serie de protestas violentas
realizadas el año pasado durante la Copa Confederaciones convocaron a cientos
de miles de manifestantes a las calles y elevaron lo que políticamente se pone
en juego en la Copa del Mundo, que comienza el 12 de junio en Sao Paulo.
Uno de los principales retadores
de Rousseff, Eduardo Campos, dijo recientemente a Reuters que el campeonato
puede tener algún efecto en las encuestas de opinión luego de que termine,
"pero pronto aparecerán otras preocupaciones en el radar".
Los cientistas políticos parecen
respaldar esa visión. Las victorias deportivas 10 días antes de una elección
pueden aportar 1 a 2 puntos porcentuales al candidato de Gobierno, pero los
partidos jugados dos semanas antes tienen poca repercusión, según un estudio
elaborado en 2010 por investigadores de la Escuela de Graduados de Economía de
Stanford.
Eso ha sido lo que ha ocurrido en
Brasil la mayor parte de las veces.
Desde 1994, las elecciones
generales que se realizan en Brasil cada cuatro años han coincidido con el
Mundial.
Ese año, Brasil ganó el torneo
justo antes de que se aplicara un plan de estabilización, que incluyó la
introducción de una nueva moneda, el real.
El hombre que concibió el plan,
Fernando Henrique Cardoso, ha dicho después que el optimismo tras la victoria
pudo haber ayudado al éxito de la moneda, que a su vez llevó a su triunfo más
tarde ese año.
A partir de ahí, la correlación
se pierde.
En 1998, Cardoso fue reelegido
pese a que Brasil perdió la final con Francia. Cuatro años después, Brasil
derrotó a Alemania para convertirse en campeón del mundo por quinta vez, pero
aún así el líder opositor Luiz Inácio Lula da Silva derrotó a Cardoso en las
urnas.
Lula se reeligió con facilidad en
2006, cuando Brasil cayó en cuartos de final ante Francia, y Rousseff, con el
apoyo de Lula, consiguió la victoria en 2010, unos meses después de que Holanda
eliminó a Brasil en Sudáfrica.
RIESGO EN CAMPO PROPIO
La gran diferencia en esta
ocasión es que la Copa del Mundo se juega en casa y hay algo más en juego que
el desempeño del futbolista estrella de Brasil: Neymar.
Además, muchas cosas pueden pasar
fuera de la cancha.
Las deficiencias del transporte
pueden evitar que equipos e hinchas lleguen a tiempo a los partidos. Estadios
construidos con prisa pueden presentar fallas, las comunicaciones pueden
saturarse y en los encuentros incluso podrían haber apagones.
Peor aún, los juegos pueden verse
afectados por protestas callejeras de brasileños que consideran que el Gobierno
debió construir hospitales, escuelas y sistemas de transporte en lugar de
costosos estadios, que algunas ciudades ni siquiera necesitaban.
Con cientos de millones de
personas viendo el Mundial por televisión, cualquier percance podría avergonzar
a los brasileños que esperan que la Copa del Mundo corone el surgimiento del
país como un actor importante en el escenario mundial. Y podrían achacárselo a
la presidenta.
"Pase lo que pase, sea un
corte de energía en un partido, atascos de tráfico, aeropuertos obstruidos o un
accidente que involucre la frágil infraestructura, a ella se le culpará
directamente", dijo Thiago de Aragão, socio de la consultora Arko Advice
en Brasilia.
"La presidenta Rousseff debe
estar deseando que Brasil no hubiese sido anfitrión de la Copa del Mundo en un
año de elecciones", dijo.
Muchos predicen que Brasil ganará
el Mundial en su casa y que Rousseff será reelecta. Pero sus números han estado
cayendo en las encuestas, que también muestran que ahora una mayoría de los
brasileños son contrarios a la organización del evento.
Una eliminación temprana de
Brasil es el principal riesgo para Rousseff, dijo el senador Romero Jucá del
partido PMDB, quien observa una correlación inversa entre el desempeño de la
selección y las protestas: mientras mejor lo haga Brasil más pequeñas serán las
manifestaciones.
"Ella tiene mejores
posibilidades si Neymar juega bien y Brasil gana", sostuvo.
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