El sombrío negocio de los seguros contra catástrofes
BBC Mundo - abril de 2014
"Derivados climáticos", "obligaciones catástrofe"
(cat bonds), hipotecas medioambientales, títulos con respaldo forestal: hay un
boom en el mercado de seguros contra desastres climáticos y medioambientales.
En el "derivado climático" si la temperatura o cualquier otro
parámetro meteorológico supera un cierto umbral, el seguro paga. Si está por
debajo, el que desembolsa la considerable prima es el asegurado.
Esta prima es estratosférica para la nueva estrella del mercado, las
"obligaciones catástrofe" soberanas (los bonos CAT) que han adoptado
países azotados por fenómenos climáticos como México, los países asiáticos o
estados como Alabama, en EE.UU..
El Banco Mundial dio a conocer en 2009 su programa "multi
Cat" para asistir a países en desarrollo a explorar esta opción.
Poco después del terremoto de 2010 en Chile, el gobierno del entonces
presidente Sebastián Piñera se reunió con especialistas de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para analizar la posible
emisión de un bono CAT para futuras catástrofes, opción que finalmente desechó.
Según indicó a BBC Mundo uno de los participantes en la reunión con
Piñera, Erwann Michel-Kerjan, asesor de Financiamiento de Catástrofes de la
OCDE y especialista de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, se
trata de un mercado en expansión.
"Los desastres climáticos y ambientales son cada vez más
frecuentes. El tema es quién se hace cargo de los costos. Es diferente sacar un
seguro para autos que tiene un riesgo "normal" que un seguro para
catástrofe que afecta simultáneamente a muchísima gente", explica
Michel-Kerjan.
Entre 2003 y 2013 se emitieron unos US$40.000 millones de los llamados
"bonos cat" ("cat bonds"), 10 veces más que hace una
década.
El mercado de catástrofes
El mercado despegó luego que el huracán Andrew, que golpeó a Estados
Unidos en 1992, dejara mal paradas a las aseguradoras.
Hoy, obligaciones catástrofe como el CAT tienen un mercado bursátil
específico para la compra-venta de bonos, llamado CATEX (Catastrophe Risk
Exchange)
Los bonos CAT tienen una nota crediticia de las agencias calificadoras
Moody, Fitch y Standard and Poor que evalúan el riesgo de prestar dinero a
países o empresas o sectores de la economía. Los CAT tienen una nota promedio
mediocre por su considerable riesgo: BB.
Una vez emitido el bono catástrofe su valor depende del riesgo y de las
fluctuaciones de la oferta y la demanda en el mercado, es decir, de lo que
sucede en el CATEX.
En juego hay mucho dinero. Si nos atenemos a un capítulo de la amplia
gama de desastres naturales -los terremotos- se estima que desde 1994 los daños
materiales sostenidos en 10 casos (de Estados Unidos a China, Chile y Nueva
Zelandia) treparon a US$500.000 millones.
Agencias especializadas en la modelación del riesgo analizan todo tipo
de variables, desde la velocidad de los vientos hasta las características de la
zona afectada (tipo de terreno y edificación, población, etc.) para medir el
riesgo y calcular la prima.
La sofisticación de estos bonos es tal que el valor con que se
comercian varía en vísperas de una catástrofe como se refleja en la venta de
títulos CAT en directo (live cat bond trading) cuyo precio puede cambiar de
acuerdo a la creciente velocidad de los vientos y la distancia de un tifón del
lugar asegurado.
Al borde de un ataque de nervios
El crecimiento de estos sistemas complejos de seguros se debe tanto a
la llamada "financiarización" de la economía como a la debilidad
fiscal de los países y la creciente intensidad de los desastres
medioambientales.
"La economía está cada vez más financiarizada: los capitales
buscan rendimientos no en inversiones productivas sino en la especulación. Esto
se junta con dos fenómenos adicionales: los problemas fiscales que están
experimentando muchos estados y la creciente exposición a tragedias
medioambientales", indicó a BBC Mundo el académico estadounidense Chris
Williams, autor de "Ecología y Socialismo".
México es uno de los países que vivió en carne propia esta debilidad
fiscal para afrontar desastres climáticos.
En 1996 creó un fondo para desatres naturales llamado
"Fonden" (Fondo de Desastres Naturales) que hizo agua en 2010 cuando
el país tuvo que enfrentar desastres naturales en 18 de los 31 estados y en 850
de las 2.500 municipalidades.
Situaciones como esta llevaron a que la OCDE y organismos
multilaterales como el Banco Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas para
la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) se inclinaran por la vía privada.
En febrero de este año UNISDR presentó a dos aseguradoras al congreso
filipino para promocionar el Philippine Risk and Insurance Scheme for
Municipalities (Sistema de riesgo y seguro para municipios de Filipinas)
después de que el supertifón Haiyán dejara más de 6.000 muertos y un millón y
medio de viviendas destruidas o dañadas.
"Filipinas tiene unos 20 tifones por año. Lo que necesitamos es un
esquema simple que pueda suministrar protección a las municipalidades antes de
la próxima temporada", señaló en su momento Margareta Wahlström, directora
de UNISDR.
Dados los costos fenomenales -los daños del supertifón Haiyán rondaron
los US$13.000 millones- la pregunta es si las aseguradoras han calculado
adecuadamente los riesgos o si podría darse una caída en cadena de seguros que
no pueden hacer frente a las indemnizaciones como sucedió con el subprime
inmobiliario estadounidense en 2007-2008.
¿Tsunami financiero?
Según la empresa reaseguradora Swiss Re Capital, las aseguradoras están
expuestas por unos US$300.000 millones en concepto de posibles indemnizaciones
por desastres medioambientales.
La suma es inmensa, pero cobrar el seguro no es fácil.
Las condiciones de los seguros son tan estrictas que de las 200
obligaciones catástrofe emitidas desde los 90, solo tres terminaron con una
indemnización.
En 2010 un huracán azotó el estado de Tamaulipas en México, pero su
potencia era menor del umbral pactado en el seguro, de modo que el estado no
vio un dólar.
Como en todo seguro, existe una diseminación del riesgo (de lo que
habría que pagar) entre varias entidades.
Pero además habría que tener un año extraordinario para que hubiera una
crisis sistémica, que pudiera amenazar la integridad de todo el sistema de
aseguramiento.
"Hay malos años como el 2004 y 2005, pero es muy difícil imaginar
un año en que tengamos decenas de terremotos e inundaciones. Si eso ocurriera
la industria podría quebrar, pero la probabilidad es muy baja", indicó a
BBC Mundo Erwann Michel-Kerjan.
La Naturaleza contraataca
El florecimiento de seguros medioambientales en los últimos 15 años
habla de una industria con futuro.
El entusiasmo es tal, que entre las propuestas a futuro se considera la
posibilidad de crear un derivado o "swap" que proteja a la
desaparición de las especies: una manera rentable de cuidar la biodiversidad.
Pero no todos comparten el entusiasmo de Wall Street, el Banco Mundial
o la ONU.
"Wall Street siempre dice que tiene el riesgo financiero bajo
control y después ocurren desastres como el de 2008. Pero además el seguro crea
una protección artificial que chupa el dinero de la inversión que los estados
tienen que hacer para contrarrestar el impacto de los desastres naturales",
indicó a BBC Mundo Williams.
Según Erwann Michel-Kerjan el CAT debería ser un complemento, no una
alternativa a los fondos estatales o seguros individuales.
En un punto Williams y Michel-Kerjan coinciden.
"Este tipo de desastres naturales está aumentando, algo que se
agrava porque por la urbanización cada vez hay más personas y activos afectados
por su ocurrencia. El problema no va a desaparecer", señala Michel-Kerjan.
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