EN PLENA GUERRA: PERIODISMO Y ÉTICA
newsweek.mx
El fotógrafo mexicano Narciso
Contreras, ganador del Pulitzer 2013, habla sobre sus experiencias como corresponsal
de guerra en Siria.
“El fotoperiodismo puede ser
usado para justificar una guerra”, sentencia reflexivo bajo las luces amarillas
de una galería que tiene colgadas en las paredes sus fotografías. Él lo sabe,
no solo porque ha estado ahí, en medio de las calles y las víctimas del
conflicto, armado con una cámara fotográfica.
Sabe del poder de sus fotografías
porque hace menos de un año sus imágenes fueron publicadas en todo el mundo
como parte de una campaña informativa sobre la guerra en Siria.
Narciso Contreras, fotoperiodista
mexicano, cubrió para AP los enfrentamientos entre rebeldes y el ejército de
Bashar Al Assad de manera tan exitosa que le valió el premio más importante que
el periodismo puede dar a un fotógrafo, el Pulitzer.
En la serie premiada, destacan
las imágenes de los combatientes en la línea frontal de batalla, disparando
desde edificios en ruinas y a través de pequeños agujeros en la pared. Se trata
del testimonio fotográfico de la violencia que azota a un país.
En el ejercicio periodístico,
dice Contreras, lo primero que debe hacer el periodista es plantearse un
objetivo, preguntarse a sí mismo qué es lo que quiere decir, y por qué. La
intención de la serie ganadora del Pulitzer se respira cuando se observan las
imágenes con cuidado. Humanizar la guerra. Regresar al público la sensación de
que el sufrimiento del otro es igual al sufrimiento propio. Humanizar lo que
sucede en Siria, lejos de la representación caricaturizada de buenos y malos, y
retratar la complejidad de un conflicto que va más allá de una guerra civil,
una revolución o la batalla por posiciones militares.
—¿Para qué sirve ganar el
Pulitzer?
—pregunta Newsweek en Español a
Narciso Contreras.
—Yo pensé que nada había cambiado
—responde con los ojos hacia el suelo—. Lo mismo que hacía antes lo hacía
después, y yo me sentía igual. Pero después me di cuenta de que te pone en un
lugar muy complicado, todo el mundo el está al pendiente de ti.
Y estar en esa posición significa
varias cosas, por ejemplo, poder llevar las historias a millones de personas.
Cuando se dio a conocer que Contreras había ganado el Pulitzer en 2013, todos
los medios nacionales comenzaron a reproducir sus imágenes, no solo por las que
había sido reconocido, sino su trabajo en general. Contreras admite que es un
juego maquiavélico. Los medios publican su trabajo en una portada o a doble
plana, y usualmente ese mismo trabajo gana concursos y consigue que se le
publique de nuevo en portada. Entonces los medios más grandes del mundo son los
que deciden quién es quién en el periodismo, y no al revés.
El corresponsal de guerra queda
atrapado entre tres frentes: el de batalla, el de la mesa de redacción y
edición, y el propio, el que le dice y le dicta su propia conciencia. Narciso
hace hincapié especial en este punto, se trata de la ética. No como un concepto
filosófico, sino como una responsabilidad profesional, comunicar lo que está
sucediendo realmente, resumir la complejidad infinita de una guerra en una
fotografía es imposible.
Para Narciso lo de Siria no es
una revolución o una simple guerra civil. “En Siria está en juego el balance de
poderes del mundo”, sentencia preocupado. “Hay una parte del conflicto que
quiere una salida pacífica, pero hay tanto en juego que se requiere que muchas
partes se pongan de acuerdo. Es una guerra demasiado compleja”.
Se trata de cientos de
periodistas en el campo de batalla, en medio de miles de muertos y de facciones
rebeldes y oficialistas. El flujo de armas y dinero solo se compara con el
“flujo libre e irrestricto de periodistas hacia Siria”. Es un gran tablero de
ajedrez, y los periodistas juegan un papel fundamental. Son los encargados de
ir hasta el centro de guerra y sacar de ahí, tan ilesa como sea posible, la
verdad.
El escándalo ético
Pero, si se cubren eventos
complejos, la verdad es igual de complicada. La verdad, por ejemplo, sobre los
supuestos ataques con armas químicas, por los que la prensa occidental
rápidamente culpó al régimen de Al Assad. Para Narciso es más complicado que
eso. Nada es negro o blanco, los periodistas en el frente se mueven en una
escala de grises más grande de la que a veces pueden comprender. Quizá es por
ello que, cuando la AP anunció de manera escandalosa la salida de Narciso
Contreras de su agencia, el mundo reaccionó como si hubiera caído la imagen de
un héroe.
En el anuncio que hizo la AP se
daba a conocer que Contreras había alterado el contenido de una de las
imágenes. El Pulitzer había faltado al canon periodístico cuando decidió quitar
de una de sus fotografías una videocámara que aparecía en la esquina del
encuadre. El escándalo se prendió cuando la noticia llegó a las redes sociales
y a los medios electrónicos. En cuestión de horas, la AP había logrado poner en
tela de juiciola profesionalidad del fotógrafo mexicano más importante de los
últimos años. El debate se centró en lo que se permite y lo que no se permite
hacer en una foto.
Contreras recuerda que no sabía
cómo reaccionar cuando la noticia salió a la luz. Un editor de la agencia le
sentenció: si hubieras recortado, en vez de borrar, no habría problema. La
ética periodística reducida al uso de una herramienta, y no otra, en photoshop.
Así funciona la industria de las noticias del siglo XXI. Primero, decide
quiénes son los mejores periodistas del mundo y les premia. Les da notoriedad,
público y les publica. Luego, no cuestiona los motivos de las guerras, pero
cuestiona implacablemente si se utiliza una herramienta incorrecta. A la vez,
ignora el resultado y la intención, el problema no es el hecho, es la
herramienta.
Una vez borrado el archivo de
Contreras de los portales de la AP y cortada cualquier relación profesional, el
fotógrafo aprovecha su exposición pública nacida del escándalo para regresar el
debate a donde pertenece. La ética va más allá de la edición.
Crisis en el periodismo
Explica a un grupo de periodistas
y les pide que sean conscientes de su labor. El periodista debe preguntarse qué
quiere comunicar y ser tan imparcial como pueda. Les advierte que si bien en el
mundo entero se habla de una crisis del periodismo y de la fotografía de
noticias, en realidad será la responsabilidad lo que permita que se pueda
hablar de profesionales.
Les pide que reflexionen, también,
que forman parte de aquel juego de ajedrez gigante en el que los intereses
mundiales pasan irrevocablemente por el periodismo. Sin periodistas no hay
hecho. El privilegio de reportar e informar implica la responsabilidad de
entender por qué lo hacen.
“¿De qué les sirve a las víctimas
que estemos ahí, tomándoles fotos? En muchos casos, como en Siria, a las
verdaderas víctimas les hace más mal que bien”, sentencia sobre su propio
trabajo.
De eso se trata el periodismo del
siglo XXI realmente. O de eso debería de tratarse. De reflexionar sobre sí
mismo y preguntarse si ese flujo masivo de información ayuda en algo. Las
imágenes multiplicadas por miles han causado, dice Contreras, que el público se
desensibilice de la violencia y el sufrimiento ajeno. Esa es la misión que se
ha propuesto y que propone a sus colegas con los que platica ocasionalmente,
hacer imágenes que permitan al mundo “darse cuenta de que el sufrimiento ajeno
es el sufrimiento propio”.
Lecciones de guerra
Narciso Contreras sabe que el
escándalo con la AP no le cerró todas las puertas. De hecho algunas se
abrieron, como la posibilidad de discutir y de cuestionar las reglas que se han
puesto al periodismo digital. Solo un reportero que fue a la guerra y sobrevivió,
logra salir vivo de la implacable crítica de las redes sociales. A pesar de
haber faltado a la regla de oro, Narciso ha salido bien librado de su episodio,
y ha permitido que cientos y miles de periodistas, estudiantes de periodismo y
estudiosos de los medios se cuestionen los límites de la realidad de una
fotografía.
El Pulitzer mexicano sabe que una
imagen no puede contener toda la realidad. Advierte del poder de una imagen y
el mal uso que se le puede dar: “Se han utilizado fotografías para justificar
una matanza o una guerra”.
Y ahí es en donde debe estar el
debate. El público debe ser crítico, no tomar por verdad o por mentira ningún
tipo de información. Ese es su deber, y el deber del periodista es entregar su
visión del mundo, llevar las historias desconocidas a los ojos y oídos de los
demás para que formen su opinión y se actúe en consecuencia. El periodismo no
es una práctica industrial sin sentido. El periodismo es, y si no lo es debe
convertirse, en un agente de cambio.
Un estudiante de periodismo se
acerca a Narciso Contreras y sin malicia le pregunta: “¿Algún consejo que les
puedas dar a los estudiantes de periodismo?”. El fotógrafo mexicano más
importante de los últimos años responde sin pensar: “No vayan a la guerra”.
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