Hace dos mil años nacía el
cristianismo
Infobae - domingo, 20 de
abril de 2014
La crucifixión de Jesús de
Nazaret marcó el surgimiento de una nueva religión que pronto llegaría a ser
hegemónica en el Imperio Romano para luego heredarlo. Un repaso de sus fundamentos
Los fundamentos del Cristianismo
Se llama cristianismo al conjunto
de confesiones religiosas basadas en la enseñanza de Jesucristo. Todas las
confesiones cristianas comparten la fe en un Dios único en tres personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo (es el "misterio de la Trinidad"). Dios
creó el universo y colocó en su centro al ser humano, al que quiso libre, capaz
de elegir tanto el bien como el mal.
Habiendo el hombre hecho un mal
uso de su libertad, Dios envió a su Hijo a la tierra y éste se encarnó en la
persona de Jesucristo. Fue perseguido y crucificado. Con su muerte injusta,
reparó los pecados de los hombres. A través de su milagrosa resurrección, dio
testimonio de la victoria de la vida sobre la muerte. Permitió a todos los
hombres recuperar la esperanza en la vida eterna y en la contemplación de Dios.
Jesús y los primeros cristianos
Conocido con el nombre de Jesús –
o Yehoshua (en arameo, Dios salva)-, el inspirador del cristianismo habría
nacido en Belén, en Judea (entonces provincia romana), alrededor del año 6
antes de nuestra era. Luego habría vivido con sus padres en Nazareth, Galilea.
Inicia su predicación a la edad
de 30 años. Predicando de ciudad en ciudad, suscita importantes congregaciones
de multitudes pero la oposición de los sacerdotes que cuidan el Templo de
Jerusalén y aseguran el culto israelita le vale ser entregado a los romanos,
condenado a muerte y crucificado. Sus discípulos dicen que resucitó al cabo de
tres días, en Pascua, antes de subir al cielo.
Los discípulos de Jesús lo
llamaban Cristo. Esa palabra en griego significa "ungido". Es por eso
que más tarde, en Antioquía y luego en el resto del Imperio Romano, se llamó
cristianos a los adeptos de la nueva religión. La palabra Mesías, transcripción
del hebreo Mashiah, tiene el mismo significado...
La existencia de Jesús de
Nazareth, su nacimiento, su predicación y su muerte en la cruz, descansan sobre
diferentes testimonios (ver también: Cuando la historia quiso negar la
existencia de Jesucristo). Estos acontecimientos así como su resurrección
dieron lugar a numerosos escritos de parte de sus discípulos desde los años 50
de nuestra era.
La fe cristiana se basa en un
conjunto de textos
1-La Biblia judaica. Ella cuenta
la alianza de Dios con el pueblo hebreo. De ahí el otro apelativo que le dan
los cristianos: el Antiguo Testamento (testamento, traducción latina del hebreo
berith, que significa sencillamente alianza)
2-Los cuatro Evangelios oficiales
y algunos otros textos como las cartas o epístolas de Pablo, los Hechos de los
Apóstoles, escritos por Lucas, el Apocalipsis de Juan. Esos textos escritos en
el siglo I de nuestra era nos han llegado en griego (la lengua más hablada en
torno al Mediterráneo en esa época).
Relatan el recorrido de
Jesucristo, su nacimiento, su predicación, su condena y su muerte en la cruz,
así como su supuesta resurrección y su asunción al cielo. Constituyen un
conjunto de textos que llamamos Nuevo Testamento para distinguirlo del Antiguo
Testamento.
3-A esos textos, hay que
agregarles los textos de la Tradición, elaborados al correr de los siglos por
los Padres de la Iglesia (Agustín, Jerónimo, León, Basilio...) y aprobados por
la comunidad de los cristianos. Es a ellos que la fe cristiana debe su
coherencia.... Y sus sutilezas teológicas, en el origen de una interminable
exégesis (análisis de los textos religiosos).
La fe cristiana
Según los textos fundadores y en
particular los de la Tradición, Jesús es el Hijo en la Santa Trinidad que reúne
un Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
San Pablo fue el primero en
presentar claramente a Cristo como "enviado por su Padre", dicho de
otro modo el Hijo de Dios.
Así el cristianismo se distingue
de las otras religiones por la fe en un Dios único, cercano a los hombres, que
los ama lo suficiente para venir entre ellos, morir y resucitar, a fin de
alejarlos del pecado y asegurarles la vida eterna.
Cristo, que nació y creció en el
hogar de un carpintero de Galilea, habla a sus discípulos en términos muy
concretos, con fórmulas que emanan del terreno y son comprensibles para todos.
Se expresa cómodamente a través de parábolas (relatos alegóricos portadores de
una enseñanza moral).
En oposición al judaísmo, Cristo
rechaza los rituales apremiantes, las prohibiciones alimenticias y el descanso
obligatorio del sabat. "No hay nada exterior al hombre que pueda volverlo
impuro penetrando en él, pero lo que sale del hombre, eso es lo que lo vuelve
impuro", dice [Marcos 7, 15]. Y también: "¿Quién de entre vosotros,
si su oveja cae en un pozo el día del sabat, dudaría en socorrerla?"
[Mateo 12, 11). Siguiendo su ejemplo, los fieles preconizan el amor razonable a
las cosas bellas y buenas.
En cambio, Cristo condena muy
firmemente las manifestaciones de orgullo: "¿De que le sirve al hombre
ganar el universo si se pierde a sí mismo?" [Mateo 16, 26]
San Pablo va más allá en su
hermosa carta a los Corintios: "Aunque tuviera el don de profecía y el
conocimiento de todos los misterios y del saber más elevado, aunque tuviera
tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor, nada soy".
El apóstol, considerado como el
segundo fundador del cristianismo después del propio Cristo, pone el acento en
el amor fraterna, tercera virtud teologal después de la fe y de la esperanza, a
sus ojos la más importante.
El amor, fundamento del
cristianismo, no se limita al afecto por las personas cercanas sino que se
extiende a todos los hombres (parábola del Buen Samaritano). Pasa por la
compasión (parábola de la mujer adulta, Sn Juan 8:1-11)
La Iglesia sale de las catacumbas
Desde los comienzos del
cristianismo, los fieles de Cristo se hacen bautizar, como él mismo lo fue por
Juan el Bautista. No sumergiéndose en una pileta o en un río, a la manera de
los hebreos, sino por ablución por parte de un tercero en nombre de Cristo. Como
el bautismo implica la remisión de los pecados, ¡muchos esperan el fin de la
vida para hacerlo!
El bautismo y la entrada en la
comunidad cristiana requieren una preparación, el catecumenado, que puede durar
hasta tres años. El postulante se compromete en esta ocasión a renunciar a
ciertas profesones, como el servicio militar. Un fiel hace de garante de él
ante la comunidad. Tiene por nombre sponsor (de una palabra latina que
significa el que empuja).
Las comunidades toman la
costumbre de encontrarse para renovar la Cena y la consagración del pan y del
vino por Cristo. Plinio el Joven, gobernador de Bitinia (hoy Turquía), escribe
hacia el año 112 al emperador Trajano: "Tienen el hábito de reunirse un
día fijo, antes del alba, de cantar un himno a Cristo como a un dios, por
responsos, y de comprometerse por juramento no a algún crimen, sino a no
cometer ni robo, ni bandisimo, ni adulterio, a no faltar a su palabra, a no
negarse a restituir un depósito cuando se los conmine a hacerlo. Hecho esto, su
costumbre es separarse y luego reunirse nuevamente para tomar un alimento banal
e inofensivo. Por otra parte han renunciado a este último punto luego de mi
edicto, por el cual, de acuerdo a tus órdenes, yo había prohibido la
asociaciones".
En los primeros siglos del
cristianismo, los creyentes piensan que el fin del mundo y el Juicio Final son
inminentes. No ven ningún interés en preservar el orden social. El celibato, la
castidad y el rechazo a protar armas atestiguan una lectura literal de los
Evangelios y de las enseñanzas de San Pablo.
La Iglesia toma la dirección del
Imperio
En el siglo IV, las cosas han
cambiado. El fin del mundo no está más a la orden del día. Por otra parte, el
cristianismo aparece sólidamente establecido en el Imperio Romano después de su
legitimación por el emperador Constantino Iº (Edicto de Milán, 313) y la
organización de un clero jerárquico. Tomando nota de su preponderancia, el
emperador Teodosio lo proclama religión oficial en 392.
Pero la Iglesia no deja de
inquietarse por la suerte del Imperio Romano al cual su destino está aún
estrechamente ligado.
En 410, la ciudad de Roma, que ya
no es sino la sombra de sí misma, es saqueada y arrasada durante tres días por
los visigodos de Alarico, enojados porque el emperador Honorio no había pagado
el tributo pedido. San Agustín, como todos los hombres ilustrados de su tiempo,
mide el carácter altamente simbólico del acontecimiento. De ello extrae la
materia de su libro La Ciudad de Dios. En esta obra, recuerda que la Ciudad de
Dios no es de este mundo sino del más allá.
Contra quienes toman al pie de la
letra el mandamiento bíblico "no matarás", San Agustín legitima
también el concepto de "gerra justa". En un mundo llamado a durar,
los cristianos tienen el derecho y el deber de defenderse frente a las fuerzas
del mal que las asaltan, frente a los paganos e infieles. Mucho más tarde,
conjugado con la mística guerrera heredada de los bárbaros, este concepto dará
nacimiento a la caballería y a las cruzadas.
En el siglo Vº, la época de San
Agustín, los cristianos adquieren la costumbre de bautizar a sus niños desde la
más tierna edad, con frecuencia al nacer. Esta práctica encuentra a posteriori
una justificación en el concepto de "pecado original" sobre el cual
se extiende San Agustín (otra vez él).
El pecado original es el acto de
desobediencia cometido por Adán y Eva contra su Creador. Se ha transmitido a
toda su descendencia, condenándola a la maldición eterna o a la nada después de
su muerte. Al ofrecer su persona a los hombres, Jesús los libera de esta
fatalidad. Les permite acceder luego de muertos al conocimiento de Dios (es
decir, a la vida eterna) siempre que gocen de la Gracia divina.
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