Más rápido que flash: fortunas o
quiebras en milisegundos
LaNacion - abril de 2014
Un parpadeo rápido puede durar,
en promedio, 100 milisegundos. Pero ese cerrar y abrir de ojos parece una
eternidad al lado de los tres o cuatro milisegundos -y a veces menos tiempo-
que necesitaron operadores de Wall Street, equipados de la última tecnología,
para ganar decenas de miles de millones de dólares en los últimos años, a costa
de los inversores menos sofisticados.
Los secretos, miserias, héroes y
villanos del mundo de las "transacciones electrónicas de alta
velocidad" (en inglés, HFT, High Frecuency Trading) son los protagonistas
del que, probablemente, sea el libro de no ficción del año sobre temática
económica, Flash Boys, escrito por el periodista y economista de Estados Unidos
Michael Lewis.
Flash Boys es la obra de la cual
todo el ambiente financiero del mundo está hablando por estos días. Fue lanzada
semanas atrás en Estados Unidos e Inglaterra, con un amplio anticipo en la
revista dominical de The New York Times, y llegará a la Argentina traducida en
tres meses, aproximadamente.
Lewis tiene la virtud de
transformar en amenos temas de altísima complejidad, tanto a nivel financiero
como tecnológico. Para lograrlo, se basa en historias de personajes con una
riqueza única.
Una de ellas es la saga de Brad
Katsuyama, un canadiense que en 2002, cuando tenía 23 años, fue trasladado de
Toronto a Nueva York por orden de su empleador, el Royal Bank of Canada (RBC).
Katsuyama compraba y vendía
acciones y bonos para clientes. Pronto comenzó a escalar posiciones y quedó a
cargo de un equipo de 20 operadores. Su carrera no parecía presentar mayores
sobresaltos hasta que en 2006 el mercado comenzó a comportarse de manera
extraña. Katsuyama y su equipo empezaron a notar que cuando querían ejecutar
una operación de compra o venta en gran escala, cuya oferta aparecía titilando
en las pantallas de sus monitores, apretaban "enter" y, de golpe, la
propuesta ya no estaba más disponible.
Con antepasados orientales,
Katsuyama notó que en el RBC sus jefes suponían que sabía mucho de computación
y sistemas, sólo por su apariencia física. Por eso le ofrecieron la dirección
de una nueva unidad de transacciones electrónicas, un cargo que el joven
operador aceptó, porque la paga era suculenta (un millón y medio de dólares al
año) y porque estaba muy intrigado por el "misterio" de las ofertas
que se desvanecían de la pantalla de su computadora.
Aunque le confesó a Lewis que no
entendía nada de sistemas -ni siquiera era capaz de programar su DVD-,
Katsuyama sí poseía la habilidad de "distinguir a aquellos que realmente
sabían de quienes no sabían nada" de programación, con lo cual contrató
especialistas idóneos con quienes comenzó a iterar experimentos para testear
distintas hipótesis.
Su equipo, finalmente, llegó a la
conclusión de que todo se trataba de una cuestión de velocidad: había empresas
e individuos que se estaban beneficiando con transacciones ultrarrápidas,
capaces de detectar en forma automática el interés de inversores como el RBC y
otros menos sofisticados, ganarles de mano con la compra, darse vuelta y
ofrecer el trato por un precio mayor.
Todo en menos tiempo que el que
dura un parpadeo. Uno de ellos era el financista de Chicago Dan Spivey, que
costeó un cable de fibra óptica de 300 millones de dólares entre esa ciudad y
Nueva Jersey para obtener esta ventaja de nanosegundos y hacer fortunas. Este
hombre de negocios es otro de los protagonistas del libro de Lewis.
"Es enorme el peso relativo
que han venido ganando en el volumen operado los HFT -cuenta a LA NACION el
economista Nicolás Dujovne-. La operatoria sirvió para darle profundidad al
mercado y para acercar a inversores minoristas, aunque al costo de que cada
tanto aparezcan disrupciones porque algún algoritmo se rompe o falla."
Para Daniel Aromí, economista
argentino que da clases en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la
Universidad del Salvador, y trabajó muchos años en la SEC (el organismo
regulador de entidades financieras) de Estados Unidos, las operaciones de HFT
generan asimetrías entre la capacidad de reacción de distintos agentes y
desplazan a los tradicionales intermediarios. "Esto podría ser
preocupante, ya que se trata de actores menos regulados y conocidos que los
actores tradicionales", dice el economista.
Para Lewis, los mercados
financieros, que supuestamente habían sido "reformados" y contaban
con mayor regulación luego de la crisis de las hipotecas de 2007-2008,
continúan siendo turbios y con zonas muy opacas que son explotadas por los
jugadores que primero se dan cuenta. La única diferencia es que todo sucede a
una velocidad mucho mayor que antes, con sus consecuencias multibillonarias y
sus riesgos asociados.
El autor se graduó en Princeton,
con honores y posteriormente hizo una maestría en Economía en la London School
of Economics.
De allí lo reclutó la empresa
financiera Salomon Brothers en 1985, a la cual renunció para escribir su primer
libro, Liar's Poker, en el cual describió el auge y caída del mercado de los
bonos basura en la segunda mitad de los 80. Otros de sus libros famosos son The
Big Short, una narración de la crisis de las hipotecas en 2007 y 2008, y Money
Ball, donde cuenta la historia de un equipo de béisbol que, acorralado por una
situación financiera desesperante, resuelve comenzar a hacer contrataciones a
partir de un nuevo sistema econométrico, una estrategia que termina siendo un
éxito.
En 2004, Columbia Pictures compró
los derechos de este libro para realizar la película que protagonizaron Brad
Pitt y el actor recientemente fallecido Philip Seymour Hoffman.
Tom Wolf, la leyenda
estadounidense del "nuevo periodismo", calificó a Lewis de "un
autor a seguir de cerca", y Malcolm Gladwell, el máximo representante de
la literatura de smart-thinking, sostuvo que lee a Lewis por la misma razón por
la que le gusta mirar jugar al golf a Tiger Woods: porque sabe que "nunca
llegará a jugar así".
En junio del año pasado, el sitio
humorístico The Onion publicó una (falsa) noticia que afirmaba que "los
bancos piensan que ya están listos para volver a arruinar el mundo".
Según esta publicación,
"mientras aseguran que ya pasó un tiempo suficiente desde la última
crisis, ejecutivos de los principales bancos de los Estados Unidos dijeron a la
prensa el lunes que ya están listos para destruir completamente el mundo de
nuevo", seguía el artículo, "representantes de las principales
instituciones financieras del país citaron a las subas en el consumo, al rebote
en el precio de las propiedades y a la tasa de desempleo estabilizada como una
confirmación de que el tiempo ha llegado, una vez más, para infligir una nueva
ronda de pérdidas catastróficas a individuos y empresas a nivel global".
En Flash Boys, el periodista y
economista Michael Lewis lo logra de nuevo, esta vez con una moraleja inquietante,
que hace dudar si chistes como el de The Onion del párrafo anterior se parecen
más a la realidad o a la ficción.
Sus estudios
Michael Lewis se graduó con
honores en la Universidad de Princeton; luego completó su formación en la
London School of Economics
Al trabajo
No bien terminó sus estudios fue
reclutado, en 1985, por la firma financiera Salomon Brothers
A los libros
Dejó su trabajo para poder
escribir su primer libro, Liar's Poker, donde describió el auge y la caída de
los bonos basura en los 80
Promesa de best seller
Flash Boys, su reciente trabajo,
documenta el valor de los milisegundos a la hora de transar millones de dólares
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