"España no ha hecho justicia
con sus hijos moriscos", dice el historiador Hasan Aurid
EFE - miércoles, 5 de marzo
de 2014
"Es como si España tuviera
un marido violento, que era la Inquisición, y hubiera abandonado a sus dos
hijos, primero los sefardíes y luego a los moriscos. Ya es momento de
reconciliarse con su propia historia", propone el historiador marroquí
Hasan Aurid.
Aurid, exhistoriador oficial del
Reino de Marruecos y autor de "Le morisque" (2013), que narra la vida
de un morisco granadino, saluda en una entrevista con Efe el paso dado por el
Gobierno español para ofrecer la nacionalidad a los descendientes de sefardíes
españoles, pero cree que "se ha quedado a medio camino" al no tener
"un gesto de reconocimiento para con los moriscos".
Se calcula que más de 300.000
moriscos fueron expulsados de España por el rey Felipe III entre 1609 y 1613,
en un momento de gran poder de la Inquisición, que les reprochaba no ser
verdaderos cristianos y practicar el islam en la clandestinidad, además de
constituir un potencial aliado de los piratas berberiscos y la flota turca.
Al salir de España, los moriscos
se establecieron en Marruecos (en Rabat, Tetuán y Fez), además de Túnez,
Argelia y hasta Trípoli.
Los moriscos -sostiene Aurid-
eran étnica y culturalmente españoles, y entre ellos había falsos cristianos
junto a verdaderos e incluso junto a judíos. Su gran tragedia es que fueron
vistos como malos cristianos en España, pero al llegar a África sufrieron el
estigma de ser vistos como malos musulmanes.
Esto explica que hayan formado
durante generaciones comunidades endogámicas, y los Carracho, Farchado o
Bargachi (alteraciones de nombres como Carrasco, Furtado o Vargas) hayan
mantenido costumbres heterodoxas como la afición por el vino o por ciertos
platos de origen español, asegura.
Aurid diferencia entre la
"aristocracia" de Al Andalus, que buscó refugio en la ciudad de Fez,
donde se funde con la elite local, y el pueblo llano morisco, compuesto de
agricultores y artesanos, que se instaló en Tetuán y Rabat, ciudad esta última
donde pronto descollaron como piratas en la llamada "República corsaria de
Salé".
Estos moriscos humildes ni
siquiera conocían el idioma árabe, pues estaban totalmente integrados en sus
pueblos de Andalucía, Murcia y Valencia (las regiones donde eran más
numerosos), razón por la cual fueron vistos por los marroquíes durante mucho
tiempo como un elemento extraño a la población local.
Los moriscos -prosigue- guardaron
más relación con otros moriscos de Túnez, Orán o el mismo Trípoli, antes que
con sus vecinos del interior de Marruecos, que recelaban de sus costumbres, sus
palabras y hasta su acento extraño.
Al igual que los sefardíes, ha
habido entre los moriscos el mito de la llave: familias que conservaban la
llave de su casa en España no porque pensaran volver, sino porque era el
símbolo de una patria perdida.
Sin embargo, Aurid cree que la
llave, cuando existió, era tan novelesca como las famosas lágrimas de Boabdil
cuando su madre le reprochó llorar como una mujer lo que no supo defender como
hombre.
El escritor reconoce que tampoco
Marruecos ha hecho justicia con sus moriscos, relegándolos a una esquina de su
historia oficial, y solo recientemente han aparecido asociaciones que
reivindican una conciencia morisca o andalusí.
Así, una Asociación de Memoria de
los Andalusíes, presidida por Nayib Loubaris (apellido procedente de
"Olivares") y que ha visto la luz recientemente, asegura que hay no
menos de 600 familias en Marruecos que podrían tener una
"trazabilidad" morisca.
Limitados durante mucho tiempo a
reclamaciones de genealogía, los descendientes de aquellos moriscos parecen
moverse ahora en un registro más globlal de reivindicación de la memoria de
todo un colectivo.
Para Aurid, lo sucedido a los
moriscos fue una auténtica tragedia, explicable por razones históricas pero que
"la España de 1978" -como dice, en referencia a la Constitución-
debería reconocer como Estado moderno que es.
"No me anima un espíritu
incriminatorio, más bien de reconciliación. No creo que sea una cuestión de
pedir perdón; ¿a quién se le pediría?, se trata de reconciliarse con sus
propios hijos, que es como decir con su propia historia", concluye.
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