Jugar a las cartas con la
biodiversidad
Deutsche Welle - marzo de 2014
Varios estudios muestran que los
niños tienen escasos conocimientos sobre biodiversidad. Científicos tratan de
solucionar esto siguiendo el exitoso modelo de los “Pokemon”: elaborando un
juego de cartas similar.
Cada vez más gente deja el campo
para ir a vivir a la ciudad, y con ello experimenta un aislamiento cada vez
mayor de la naturaleza. Los niños tienen una capacidad enorme de aprendizaje,
pero la educación sobre biodiversidad parece tenerse cada vez menos en cuenta.
No obstante, científicos, activistas del medioambiente, desarrolladores de
juegos y artistas preocupados por el mundo natural están trabajando
conjuntamente en un nuevo juego de cartas: Phylo.
El objetivo del juego es ayudar a
los niños a aprender sobre diferentes plantas y animales con imágenes
científicamente literales e información sobre sus atributos, como su hábitat o
dieta. También trata amenazas a los ecosistemas, como escapes de petróleo y el
cambio climático.
Phylo sigue un sistema de
intercambio de cartas similar al famoso juego de Pokemon, con sus batallas
estratégicas basadas en los atributos especiales de cada organismo. Con este
juego, se espera devolver el amor por la naturaleza a la vida de los niños,
quienes, según esperan los expertos, conservarán ese amor durante el resto de
sus vidas.
“En mi laboratorio notamos que
los niños saben más sobre Pokemon que sobre animales reales”, explica David Ng,
genetista y profesor de la Universidad de la Colombia Británica, que empezó con
el proyecto de Phylo hace tres años. “Ahora hay un grupo de gente proveniente
de los campos del derecho, la ciencia, el arte, la propiedad intelectual, la
programación y el mundo de los juegos trabajando en ello. El juego tiene una
mecánica base que se ha diseñado y simulado a gran escala entre adultos y
niños.”
La idea vino de un estudio de
Andrew Balmford, profesor de conservación en la Universidad de Cambridge. En él
se demostraba que los creadores de Pokemon, un videojuego japonés del que
surgieron películas, una serie de televisión y un juego de cartas
intercambiables, estaban haciendo una mejor labor para mantener el interés de
los niños en el mundo de los Pokemon que los científicos para llamar la
atención de los jóvenes en el mundo natural real.
Según sus conclusiones, los niños
de hasta ocho años ya tienen una increíble capacidad para identificar y
categorizar más de 120 personajes diferentes de Pokemon, pero acaban la escuela
primaria sin ser capaces de nombrar más del 50 por ciento de las especies de
fauna salvaje más comunes.
Balmford se preguntó si el
concepto de Pokemon se podría aplicar a la enseñanza infantil sobre
biodiversidad y ecología, y Ng se propuso dar respuesta a la cuestión.
Un experimento educativo
A pesar de que todavía está en
una fase experimental, la página web del juego ya cuenta con varios cientos de
cartas dedicadas a todo tipo de seres, desde mamíferos hasta microbios, así
como una baraja de cartas dedicada a la vida marina creada por el Festival del
Mundo de la Ciencia y otra bajara producida por el Museo de Biodiversidad Beaty
en Vancouver.
El Museo Americano de Historia
Natural (AMHM, por sus siglas en inglés) también está desarrollando un juego de
cartas que incluye pterosaurios (reptiles voladores que existieron entre 228 y
66 millones de años atrás desde el período triásico tardío hasta el final del
período cretáceo) usando la plantilla Phylo disponible en la página web para
todos aquellos que deseen desarrollar sus propias barajas de cartas.
Ng dice que la clave está en que
cada museo de historia natural tenga su propia baraja y lance nuevas barajas de
expansión cada vez que tengan exposiciones nuevas. Asimismo, espera que el
juego beneficie a profesores que intenten enseñar a los niños sobre
biodiversidad, pero admite que crear estos juegos conlleva retos. “Es un juego
educativo, de modo que siempre habrá una tensión entre educación y diversión”,
dice Ng. “Uno de los mayores retos es ponerlo a prueba como herramienta
educativa. Los juegos suelen ser efectivos en este sentido, pero no queda claro
si son realmente el método más eficaz”.
Aún así, Ng cuenta con muchas
pruebas anecdóticas para asegurar que el juego Phylo podría ser un instrumento
útil para ayudar a los niños a aprender más sobre las especies y establecer una
conexión con su entorno. “Hay muchos niños a los que les encanta el juego y que
lo consideran muy ‘cool’, pero queremos dar seguimiento a su valor educativo”,
dice Ng.
Leo Helm, un niño de 12 años de
Portland, Oregon, es jugador apasionado de Phylo desde hace un año. Leo, que
generalmente compite con su hermano, cree que las cartas pueden ayudar a los
niños a aprender más sobre las especies, sobre todo si se incorporaran a las
clases escolares. “Yo estoy aprendiendo mucho. Antes de jugar con Phylo habría
pensado que el pavo real calanid, un tipo de crustáceo microscópico, era una
enfermedad que afectaba a los pavos reales”, dice Leo.
Uno de los mejores aspectos del
juego para Leo es que tiene en cuenta desastres naturales y la participación
humana. “Me encanta el hecho de que el juego propone diversas situaciones en la
naturaleza, como la sobrepoblación, incendios forestales y escapes de petróleo,
y las formas de solucionarlas”, añade Leo.
El interés en la biodiversidad
debe empezar temprano
Con el cambio climático y los
asentamientos humanos en hábitats naturales amenazando las especies, los
activistas medioambientales y educadores esperan que, llamando la atención de
los niños sobre la biodiversidad desde edades tempranas, puedan ser más
conscientes del impacto del comportamiento humano en el planta una vez llegados
a la edad adulta.
“La fundación de un interés en la
naturaleza y en la biodiversidad se debe establecer durante la niñez”, dice
Steven Seet, del Instituto con base en Berlín de Investigación de Zoológicos y
Animales Salvajes (IZW, por sus siglas en inglés), involucrado en proyectos
educativos para niños sobre biodiversidad y su conservación. “Los paseos por el
bosque, las excursiones a lagos donde se puede encontrar alguna rana, todos
estos recuerdos en la infancia hacen que los niños sean más sensibles con estos
temas”, añade el experto.
Esto resulta evidente en los
niños que se unen a grupos como Greenpeace o WWF, dice Seet. Estos niños
generalmente siguen siendo miembros activos hasta la edad de 20-25, y después,
hacia los 40, una vez que ya se han estabilizado con sus respectivos trabajos y
familias, vuelven a estas organizaciones.
Cuestión de incentivo
El IZW y museos como el Museo
Británico de Historia Natural (NHM) usan regularmente juegos educativos y
medios interactivos para enseñar a los niños sobre las especies. Tanto Seet
como Abigail Tinkler, especialista educativa y Directora de Escuelas en el NHM,
dicen que es importante hacer juegos como Phylo y hacer que conecten con el
mundo exterior.
“Si tuviéramos un juego con
cartas Phylo, sería un incentivo para que los niños prestaran especial atención
a nuestros especímenes y objetos”, dice Tinkler. “Cualquier cosa que hagamos
que resulte divertida y sorprendente resulta una herramienta muy efectiva para
el proceso de aprendizaje”.
Aún así, muchos activistas
medioambientales sostienen que la mejor manera de enseñar a los niños sobre
biodiversidad es hacer que salgan a la calle. “Es una especie de paradoja en el
proyecto: se desea que la gente esté más involucrada en asuntos relativos a la
biodiversidad, pero hay un debate porque se dice que la mejor manera de hacerlo
es sacar a los niños al bosque, mientras que lo que nosotros hemos desarrollado
es un juego al que se juega en casa”, dice Ng.
Los niños tienen acceso al mundo
de Pokemon a través de sus televisores y ordenadores, pero se espera que el
proyecto Phylo les anime a salir de casa y exploren su propio mundo. “Quizás
para ello una aplicación para móvil sería una opción práctica”, concluye Ng.
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