Brasil: la larga sombra de la
dictadura
Deutsche Welle - lunes, 31 de
marzo de 2014
Al cumplirse el cincuentenario
del golpe militar en Brasil, solamente una parte de la sociedad está interesada
en un debate para esclarecer los crímenes de la dictadura, opinan expertos.
Cincuenta años después del golpe
militar que marcó el inicio de la dictadura en Brasil, el 31 de marzo de 1964,
el debate público sobre los Anos de Chumbo es más fuerte que nunca. Sin
embargo, tanto sociólogos como historiadores afirman que todavía es muy
limitado.
Gran parte de la sociedad
brasilera, argumentan, no participa de la discusión, que queda restringida a
los sectores más intelectualizados. Además de eso, los archivos oficiales de la
época no se abrieron al público, y muchos asuntos aún se consideran tabú. Al aproximarse
el cincuentenario del golpe militar, lo sucedido empezó a estar más presente en
la opinión pública, con reportajes especiales en la prensa, manifestaciones y
conferencias que colocan el tema sobre el tapete.
El 22 de marzo de este año, una
reedición de la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad, que en 1964
reunió decenas de miles de personas en São Paulo, acabó esta vez siendo un
fiasco, con poco más de 500 participantes. El acto, que, entre otras cosas, se
realizaba para pedir el regreso de los militares al poder, fue llevado a cabo
también en otras capitales, como Río de Janeiro, con un público aún más
reducido. En reacción a la marcha, se convocó a otra manifestación para el
mismo día, también en la región central de São Paulo, y también con una
reducida participación popular. Cerca de 800 personas participaron de la Marcha
Antigolpista y Antifascista, que contó con la participación de militantes de
partidos de izquierda, sindicatos y black blocs.
Además de las manifestaciones, la
creación de la Comisión Nacional para la Verdad (CNV) y la previsión de la
entrega, planeada para este año, del informe final de dicha organización
también contribuirán con la intensificación de las reflexiones sobre la
dictadura en Brasil. La exhumación de los restos mortales del expresidente Joao
Goulart –figura clave en los hechos que llevaron al golpe- fue uno de esos
eventos sobresalientes. Aún sin resultados concretos, la reapertura de su tumba
se llevó a cabo por iniciativa de la CNV, en noviembre de 2013, y tuvo una gran
repercusión en todo el país.
La reedición de la Marcha de la
Familia con Dios por la Libertad reunió a 500 personas en el centro de San
Pablo.
Las investigaciones sobre otros
casos emblemáticos -como la desaparición del diputado Rubens Paiva y las
actividades en la “Casa de la Muerte” de Petrópolis- son, asimismo, factores
que reavivan la discusión histórica.
Las elecciones presidenciales en
Brasil, a realizarse en octubre de este año, también son un factor importante
para que el debate se acentúe. “Los actores políticos se valen de la memoria
para perfilarse. El año electoral crea, necesariamente, un clima más que
caliente en el plano político”, asegura el investigador Américo Freire, del
Centro de Investigación y Documentación de Historia Contemporánea de Brasil de
la Fundación Getúlio Vargas.
Las limitaciones del debate
Sin embargo, para los expertos
consultados por Deutsche Welle, el alcance del debate sobre la dictadura no es
todo lo amplio que debería ser. “Es un evento de obvia naturaleza política,
pero está circunscripto a los que participan de un debate público en forma
general”, explica Freire.
Otro aspecto que complica la
elaboración de los hechos es la falta de transparencia sobre los archivos
oficiales de la dictadura, que continúan cerrados al público. “Antes había un
cierto recelo de parte de las Fuerzas Armadas, pero hoy éstas ya no tienen
ningún tipo de influencia política. Creo que lo que falta es la determinación y
la convicción de que la libertad de acceso a los archivos es fundamental para
la democracia brasilera”, afirma el historiador y sociólogo Marco Antonio
Villa, de la Universidad Federal de San Carlos.
Según él, los brasileros
perdieron una oportunidad histórica de que el debate se realizara poco después
de la vuelta a la democracia. “Lo correcto hubiese sido llevar a cabo la
discusión cuando el presidente Sarney llegó al poder. En aquel momento, todos
los archivos estaban allí, y las personas aún vivían.”
El filósofo Renato Janine
Ribeiro, profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad de San Pablo,
opina que “los brasileros tienen el pésimo hábito de no ajustar cuentas con el
pasado”. “Brasil debatió muy poco sobre la dictadura, así como debatió muy poco
sobre la esclavitud, la colonia y la monarquía. Es un problema serio del país.”
Freire ve en el apoyo civil al
régimen militar –que se refleja hasta hoy en la sociedad- una de las
dificultades para profundizar la discusión. “El régimen militar brasilero tuvo
un respaldo considerable de parte de la sociedad, junto con determinados
sectores de las élites, y parece que, para el Gobierno, no es interesante que
se sigan debatiendo a fondo estas cuestiones”.
“Al menos en relación con la
dictadura del 64”, concuerda Renato Janine Ribeiro, “un sector de la población
brasilera está aún a favor de ella. Es un sector social con dinero y acceso a
los medios. Por eso incomoda tanto que exista una Comisión Nacional para la
Verdad.”
Para el sociólogo e historiador
Marco Antonio Villa, las posiciones políticas e ideológicas también impiden un
debate más amplio: “La dictadura de Getúlio Vargas mató a más personas que la
dictadura militar, pero es ignorado por completo. Está permitido hablar sobre
los éxitos económicos de Vargas, pero no sobre el régimen militar. Una
dictadura se demoniza, y la otra no. Pienso que debemos hablar de las dos
dictaduras en su conjunto”, subraya.
El último país en abolir la
esclavitud
Según Villa, el autoritarismo y
la violencia del Estado brasilero son anteriores a la dictadura, y eso debería
ser el núcleo central de las reflexiones. “No es accidental que Brasil fuese el
último país en abolir la esclavitud. Esa herencia de represión está presente en
el Estado”, afirma.
A pesar de todas las críticas, es
innegable que la creación de la Comisión Nacional para la Verdad contribuyó a
que el debate sobre la dictadura cobrara relevancia: “La CNV muestra las
verdades inconvenientes. Buena parte de la sociedad brasilera prefiere esconder
ese pasado. Mucha gente piensa que fue necesario el golpe para que llegásemos a
donde estamos”, dice Janine Ribeiro.
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