Las dos nuevas cadenas de TV: más
de lo mismo, pero mejor
Forbes - miércoles, 26 de
marzo de 2014
Con la nueva Ley de Telecom, la
finalidad de la competencia es aumentar la calidad en la programación, pero, al
mismo tiempo, para que la competencia sobreviva, tiene que transmitir una buena
dosis de basura. ¿No estaremos multiplicando involuntariamente la mala calidad?
Como usted sabe, el Instituto
Federal de Telecomunicaciones (IFT) licitará dos nuevas cadenas de televisión
abierta, canales gratuitos como los de Televisa o TV Azteca, pero en formato
exclusivamente digital. Podrían ser cinco cadenas o más –el espectro
radioeléctrico alcanza sin problemas– pero por el momento serán dos.
El concurso para obtener la
concesión ya es público y, según Fernando Borjón, consejero presidente del IFT,
se calcula que participarán hasta 10 competidores. Las bases para la licitación
son muchas y, dados los tecnicismos con los que están escritas, muy difíciles
de entender.
En general, cito el documento del
IFT, “el criterio para definir a los ganadores de la licitación no será
meramente económico, ya que se tomarán en cuenta diversos aspectos como: las
capacidades técnica, jurídica y financiera de los participantes; la congruencia
de los respectivos planes de negocios, así como en materia de competencia
económica, en especial, aspectos sobre la limitación a la acumulación del
espectro radioeléctrico establecidos en la Constitución”, etc.
De estas bases, probablemente la
que menos se ha discutido es la denominada “congruencia de los planes de
negocio” que, quitando la ambigüedad característica del lenguaje burocrático,
en realidad se refiere a contenidos.
Lo que el IFT evaluará en este
rubro es qué tan financieramente viables –y en consecuencia qué tan atractivas–
son las propuestas de programación de los concursantes.
Lo que quiere evitar el IFT es
que la programación de una cadena sea poco atractiva para las audiencias y que
eventualmente truene su negocio. ¿Por qué no quiere eso? Porque un fracaso
frenaría la transición definitiva hacia lo digital, reduciría la competencia
otra vez, e implicaría grandes costos burocráticos y financieros.
Ahora bien, ¿qué quiere decir
programación atractiva? En esencia, rating. Y como usted sabe, generalmente
tienen mayor rating –y por tanto son más redituables– los programas del
corazón, deportes o chismes, que los culturales, de análisis o discusión. Lo
cual nos lleva a un conspicuo dilema: por un lado, la finalidad de la
competencia es aumentar la calidad en la programación; pero por otro, para que
la competencia sobreviva, tiene que transmitir una buena dosis de basura;
entonces ¿no estaremos multiplicando involuntariamente la mala calidad? Es
decir ¿no terminaremos con dos Televisas y dos TV Aztecas?
Muy probablemente sí. De hecho,
como es plenamente evidente en la convocatoria del IFETEL, esa es una de las
condiciones de entrada. Pero en defensa del IFETEL y el diseño de su
licitación, la verdad es que no podría ser de otra manera. Al establishment
pseudointelectual le gustaría tener una BBC inglesa; le gustaría que la televisión
fuera la gran educadora del pueblo mexicano. Pero eso es imposible. Primero,
porque la televisión, como lo demostraron Marshall McLuhan y su larga lista de
adeptos, no sirve para educar, sino entretener. Y segundo, porque incluso la
BBC o la PBS –que no son cadenas privadas, sino públicas, como el Canal 11–
deben atenerse a flujos de rating. De lo contrario morirían.
Y he ahí la importancia de la
competencia, que el rating lo deciden los televidentes con sus preferencias, es
decir, la audiencia le marca la pauta al productor. Si después de todo, aun con
varias opciones, al pueblo mexicano le siguen gustando las telenovelas, no hay
mucho que hacer al respecto. Es un resultado, digamos, enteramente fiel.
El problema es cuando no hay
competencia y la programación es impuesta. Ahí sí no hay forma de saber qué le
gusta al observador: los productores manipulan la demanda y justifican la
oferta, como ocurre actualmente.
En este sentido, la diferencia
entre educación y entretenimiento es crucial porque habrá muchos que se
desilusionen y empiecen a despotricar. Les garantizo que no veremos, en horario
estelar, un concilio de poetas y filósofos educándonos sobre historia de
México. Tendremos más de lo mismo, sólo que mejor. ¿En qué sentido?
Probablemente mejore la calidad de la producción en rubros como actuación,
audio y fotografía; quizá mejore la publicidad; habrá más programas
extranjeros, más diversidad de géneros –series, talk shows, comedias, etc– más
cine y, muy importante, más noticieros, o sea, más fuentes de información.
Hasta ahí llega la virtud de la
apertura. Aunado al advenimiento del triple play –con el que eventualmente
tendremos 40 o 50 canales de televisión a través de Internet– la entrada de dos
nuevas cadenas es una buena noticia, pero a la luz del entretenimiento, no de
la educación. Aquellos que piden de la televisión comercial un instrumento
educativo para las masas, están pidiéndole peras al olmo.
RECOMIENDO:
- Entreteniéndonos hasta morir. Neil
Postman.
- Entendiendo a los medios: extensiones
del hombre. Marshall McLuhan.
* Pablo Majluf es periodista y
maestro en Comunicación por la Universidad de Sydney, Australia. Escribe sobre
comunicación y cultura política. Es coordinador de información digital del
Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Las opiniones de Pablo Majluf son
a título personal y no representan necesariamente
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