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lunes, 21 de enero de 2008

Hildebrandt

¡Qué héroes los de hoy!
César Hildebrandt

¿Por qué el heroismo ha caído tan bajo? Heroico se cree Bush, como Aquiles. Y dignos de admiración se proclaman los líderes del movimiento tamil, en Sri Lanka, que acaban de matar a una decena de niños con una de sus bombas.

Heroico se cree el ejército de Israel cuando mata a domicilio desde el aire y héroes son, ante sí mismos, los miembros de Hamas que consienten el disparo de cohetes hacia blancos civiles en Israel.

Cuando Hugo Chávez se mira en el espejo ve el reflejo de un héroe. Y lo mismo le pasa a Marulanda, sin espejo pero con riachuelo. Y hasta Uribe habla del heroísmo de sus tropas, aliadas de los paramilitares.

¿Pero qué heroísmo degenerado es este?

Los primeros héroes fueron, como se sabe, hijos de una mezcla colosal: dioses que se enredaban con una hembra terrenal, diosas que accedían a la lujuria de un macho sin más poder que el de su seducción. De esas uniones contranatura nacerían titanes míticos capaces de todo, asombrosos por lo que podían hacer y humanísimos hasta albergar la última miseria de un corazón mezquino.

Pero eso era mitología. Lo que la historia reconoce como heroísmo tiene que ver con los fines de la acción. Una cosa es hacer una guerra por la independencia de un continente sojuzgado por una potencia imperial (guerras de San Martín y Bolívar) y otra muy distinta comportarse con extraordinario coraje en la defensa nazi de la Francia ocupada (y de hecho hubo mucho de temeridad suicida entre las tropas alemanas resistiendo el avance aliado tras lo de Normandía).

Si el propósito ulterior fuera una variable para juzgar qué es épico y qué es criminal, qué es heroísmo y qué puede ser coraje al servicio de lo ruin, entonces tendríamos que sacar algunas conclusiones sobre algunas sagas contemporáneas.

Por lo pronto, George Bush no tiene autoridad alguna para hablar de héroes y fines nobles. Él no es Franklin Roosevelt sino apenas la copia al carboncillo de su padre. Y sus fines son los de esa Roma en plena decadencia que es hoy, gracias a sus políticos sodomizados por las corporaciones, Estados Unidos de América. Es decir, la rapiña, el control colonial, el viejo botín de las grandes potencias.

uizás haya algo de verdad en las proclamas etnochauvinistas tamiles. En efecto, los ingleses habían hecho de los 4 millones de tamiles que habitan el nororiente de Sri Lanka los favoritos de su administración colonial. Pero cuando los ingleses se fueron y el viejo Ceilán se hizo Sri Lanka, los nativos cingaleses –unos 14 millones– desmontaron el poder de los tamiles y empezaron una política de abusos y discriminación. Sin embargo, los tamiles quieren lo imposible: un Estado propio que no sería otra cosa que un Estado títere de la India, país de donde procede esta etnia con idioma propio. Y en nombre de ese imposible son capaces de hacer volar un autobús con escolares cingaleses. ¿Heroísmo? ¡Basura! ¡Terrorismo!

Cuando el terrorismo judío voló el hotel Rey David con británicos y todo, la prensa sionista apuntó al propósito de Irgún (el grupo que se encargó de la explosión), es decir la creación del Estado de Israel. Tamaño contrabando, sin embargo, pasó de largo después del martirologio en los campos de exterminio nazis.

Hoy el Estado de Israel, armado con armas atómicas clandestinas, se niega en los hechos a la creación de un Estado palestino y para eso provoca al extremismo de Hamas, que es el monstruo que Israel ha creado con sus crímenes de guerra. ¿Legítima defensa? ¡Pamplinas! ¡Terrorismo de Estado!

¿Y las monstruosidades de Israel, calladas por la gran prensa mundial ahora que el lobby judío domina un tercio de los medios mundiales, justifican que Hamas lance cohetes de escasa carga explosiva sobre blancos indiscriminados? ¡Pues tampoco!

Y en esa perspectiva, ¿pueden las FARC llamarse como se llaman, es decir instrumentos de liberación de Colombia? ¿Se imaginan a Bolívar o a Sucre secuestrando españolas, encadenándolas a camastros sucesivos por años, empleando dogales de hierro para sus prisioneros obtenidos con los métodos del bandolerismo?

Y si las FARC triunfaran, ¿qué harían con Colombia? ¿Cumplirían el sueño de Pol Pot? ¿O la pesadilla de Abimael Guzmán? ¿O la modesta ambición de Castro, o sea gobernar 50 años sin prensa ni partidos ni sindicatos dignos de llamarse así?

¿Y qué se cree Chávez, apoyando a estos foquistas convertidos en forajidos y sintiéndose un héroe porque el bandidaje devolvió a la vida a dos de sus 700 escudos humanos?

Si Uribe es la derecha asesina y el paramilitarismo pagado por las grandes fortunas y la CIA, ¿quién es Marulanda sino un secuestrador disfrazado de miliciano?

Como trataba de decir, ¡qué héroes los de estos días!

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