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viernes, 18 de enero de 2008

Antimigrates

Mitos antiinmigrantes
Andres Oppenheimer

Ya es hora de demoler el mayor mito del movimiento contra la inmigración que ha proliferado en los últimos dos años en EE.UU. y que podría incidir en el resultado de la contienda presidencial de 2008: que los grupos antiinmigrantes no son antihispanos ni están contra la inmigración legal, sino que tan sólo combaten la inmigración ilegal.

Antes de explicar por qué la mayoría de los aspirantes republicanos a la Presidencia –con excepción de John McCain–, y los cruzados antiinmigración de la TV por cable, tanto de CNN como de Fox News, están engañando al público cuando afirman que sólo se oponen a la inmigración ilegal, permítanme explicar el motivo de esta columna.

Después de escribir que los candidatos antiinmigración habían perdido en las primarias de New Hampshire, me llegaron de inmediato más de 100 correos que me criticaban por describir a los aspirantes republicanos Mitt Romney, Mike Huckabee y a otros como “candidatos antiinmigración”. Ellos no son “candidatos antiinmigración”, sino “antiinmigración ilegal”, decían los lectores. De manera que aquí va mi respetuosa respuesta:

Mito 1: “Sólo estamos en contra de la inmigración ilegal. Los inmigrantes indocumentados tienen que ponerse en fila, detrás de los que están tramitando su inmigración legalmente”. Es un razonamiento tramposo porque no se puede exigir a la gente que se ponga en la fila, cuando en la mayoría de los casos no hay fila en la que ponerse. Mientras el mercado laboral estadounidense esté demandando 1,5 millones de inmigrantes en su mayoría no calificados por año, el actual sistema inmigratorio admite en promedio un millón de inmigrantes legales al año, y casi todos ya residen aquí.

“Existe una enorme desigualdad entre las necesidades del mercado laboral estadounidense y el otorgamiento de visas para entrar al país”, me señaló Frank Sharry, director del Foro Nacional de Inmigración, un grupo que apoya la legalización de muchos de los 12 millones de inmigrantes indocumentados que viven en EE.UU.

Lo que es más, la mayoría de los grupos antiinmigración quieren reducir los niveles de inmigración legal existentes. La Federación para la Reforma Inmigratoria de EE.UU. (Fair), favorita de los programas de televisión por cable, quiere reducir las cuotas de inmigración legal existentes de un millón de personas por año a 300.000.

Mito 2: “Los grupos antiinmigración no son antihispanos”. Tal vez muchos no lo sean, pero ¿escuchó usted alguna vez a los aspirantes republicanos o a los cruzados antiinmigración de la TV por cable denunciar a los inmigrantes ilegales que vienen de Canadá? Además, la histeria antiinmigración ha creado una atmósfera hostil que afecta a todos los hispanos, tanto legales como indocumentados, tal como han demostrado estudios recientes. “Estamos viendo más discriminación y mayor hostilidad –me dice Michele Waslin, del Immigration Policy Center–. Cualquiera que tenga apariencia o un apellido hispano está siendo tratado como si fuera un indocumentado”.

Mito 3: “Somos una nación respetuosa de la ley, y la ley dice que todos deben ingresar legalmente al país”. Sí, pero EE.UU. también es una nación de inmigrantes.

Mito 4: “Construir una valla en la frontera resolverá el problema”. Falso. Mientras el ingreso per cápita de EE.UU. siga siendo cinco veces mayor que el de México, y mientras el mercado laboral siga requiriendo millones de trabajadores no calificados, la gente seguirá cruzando la frontera como sea.

Mito 5: “Los que criticamos a los grupos antiinmigración apoyamos una amnistía y la existencia de fronteras abiertas”. Tonterías. En lo que a mí respecta, me parece bien que se proteja la frontera y estoy a favor de la legalización de millones de trabajadores indocumentados que hayan pagado impuestos y que estén dispuestos a aprender inglés.

Mi conclusión: La única manera de resolver la crisis inmigratoria será legalizar a los trabajadores indocumentados que hayan cumplido ciertos requisitos, otorgar más visas para empleos que se necesitan, e incrementar la integración económica con México y el resto de Latinoamérica para disminuir la pobreza y la presión migratoria. Todo lo demás es, en su mayor parte, demagogia populista.

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