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martes, 30 de agosto de 2016

secretos

 Los secretos en la mente de un neurocirujano


FORBES- 30 de Agosto de 2016
En el ejercicio diario de la medicina y, en este caso, en la labor de un neurocirujano, descansan la esperanza de sobrevivir, de vivir lisiado o de una muerte inminente.



“La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que lo han perdido todo, la poseen aún”

Tales de Mileto



Advertí la semana pasada que en esta entrada habría de hablar sobre el segundo libro que leí en mis días de descanso. El libro del que platicaré el día de hoy se llama “Ante todo no hagas daño” escrito por Henry Marsh, médico inglés cuya especialidad es la neurocirugía.

Este libro, elegido como el “mejor libro del año” en 2016 por el Financial Times y The Economist ha cautivado y conmovido a todo tipo de lectores. Marsh nos presenta un relato honesto y valiente que coloca a los pacientes frente a sus médicos, que nos genera compasión y entendimiento del quehacer médico diario.

 

Todas las profesiones son loables y fundamentales; de las decisiones de políticos, académicos, científicos, abogados, ministros, procuradores de justicia, así como de operadores de transportes dependen un buen número de vidas humanas, pero del ejercicio diario de la medicina y, en este caso, de la labor de un neurocirujano, dependen la esperanza de sobrevivir, de vivir lisiado o de una muerte inminente.

Quiero destacar, en un ejercicio similar al de la semana pasada, algunas frases que creo vale la pena compartir:

 “Allí reflexioné, una vez más, sobre cómo muchas de las cosas que nos ocurren en la vida las determina el más puro azar”.

 “La investigación en el campo de la psicología ha demostrado que la ruta más fiable hacia la felicidad personal es hacer felices a otros”.

 “Al fin y al cabo, una cuarta de la sangre que bombea el corazón va a parar al cerebro. Está visto que pensar es un proceso que exige muchísima energía”.

“Cuesta mucho aceptar que uno no puede hacer nada; pero la muerte no es siempre un mal resultado, y una muerte rápida puede ser mejor que una lenta”.

 “Ahora, treinta años después, cuando recuerdo lo importante que me sentía en aquella época, no puedo evitar reírme de mí mismo”.

“Ahora que me acerco al final de mi carrera, esa distancia ha empezado a desdibujarse. Tengo menos miedo al fracaso: he llegado a aceptarlo y a sentirme menos amenazado por él, y confío en haber aprendido algo de los errores cometidos en el pasado, de modo que puedo arriesgarme a ser un poco menos objetivo”.

“Cuando uno llega a mi edad, se da cuenta de que todas las dificultades tienen que ver con la toma de decisiones”.

“Envidio la manera en que la generación que me formó podía aliviar el intenso estrés de su trabajo perdiendo los estribos, a veces de forma escandalosa, sin temor a que los llevaran a juicio por intimidación y acoso”.

“Aquél fue un trabajo deprimente y con pocas compensaciones, en el que aprendí mucho sobre las limitaciones de la generosidad humana, especialmente de la mía”.

 “Ahora estoy más dispuesto a aceptar que dejar morir a alguien puede ser una opción mejor que operarlo cuando sólo hay una posibilidad muy pequeña de esa persona pueda volver a valerse por sí misma. No es que sea más capaz de predecir el futuro, pero sí me provoca menos angustia cómo puedan juzgarme los demás”.

“Y mientras recorría el pasillo del hospital en penumbra volví a maravillarme por la forma en que nos aferramos a la vida y me dije que habría mucho menos sufrimiento si no lo hiciéramos. La vida sin esperanza es tremendamente difícil, pero con cuánta facilidad consigue la esperanza, en definitiva, volvernos necios a todos”.

 “Con los años he aprendido que, cuando se trata de dar malas noticias, lo mejor probablemente es decir lo menos posible. Esas conversaciones son por naturaleza lentas y dolorosas, y uno debe contener el impulso de hablar por los codos para llenar el triste silencio”.

“Enterarme de que los errores de juicio y la propensión a cometerlos se encuentran, por así decir, incorporados al cerebro humano, supuso todo un consuelo para mí al pensar en algunas de las equivocaciones que he cometido en mi carrera”.

Las experiencias de la carrera profesional del Doctor Marsh y su franqueza y honestidad al compartirlas, suponen una aproximación al dolor humano, al sufrimiento, al entendimiento de lo que somos y a la esperanza que, sin duda, nos sobrevivirá a todos.




Maribel Quiroga Fernández-Internacionalista de profesión. Mexicana de nacimiento. Cervecera de corazón. Me apasiona el quehacer político. Creo en la contradicción. Me entiendo en los libros y en las palabras. Directora general de Cerveceros de México.

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