https://www.facebook.com/wilber.carrion.1 - Twitter: @wilbercarrion  
  Su apoyo es bienvenido, cuenta: BBVA Continental- 0011 0175 0200256843  

lunes, 22 de agosto de 2016

meta olímpica

Rio cruza la línea de meta olímpica, pero sus retos apenas empiezan


The  wall street journal -lunes, 22 de agosto de 2016  
RIO DE JANEIRO— Los primeros Juegos Olímpicos en América del Sur han terminado, y han sido suficientemente buenos.

El famoso paisaje de Río ha aportado un telón de fondo memorable para las competiciones. Las fallas de seguridad y las largas colas del inicio de los Juegos mejoraron conforme el evento avanzó. La nueva línea de metro que comenzó a funcionar tan sólo cuatro días antes de la ceremonia de apertura funcionó prácticamente sin interrupciones. La medalla de oro del fútbol masculino para los anfitriones hizo que las competencias recuperaran el centro de atención después del lamentable espectáculo causado por la farsa de robo del nadador estadounidense Ryan Lochte.

Más importante aún, los Juegos Olímpicos de 2016 no han sido el desastre épico que muchos temían. La contaminación del agua no arruinó las pruebas de náutica, la infraestructura construida apresuradamente no se derrumbó y los desorganizados preparativos de seguridad no facilitaron un ataque terrorista. La mayoría de los visitantes la pasó de maravilla.

Pero el siguiente reto de Rio —evitar regresar a la decadencia que ha definido esta ciudad desde que Brasil trasladó su capital a Brasilia a principios de 1960— puede resultar aún más intimidante.

Brasil está sumido en su peor recesión en generaciones, una crisis de la que Rio ha estado en parte a salvo mientras los funcionarios dedicaban hasta el último centavo para asegurar el éxito de los Juegos. La construcción de las instalaciones ha proporcionado miles de puestos de trabajo. La presencia de legiones de efectivos militares y otras fuerzas contribuyeron a dar seguridad a las calles en las últimas semanas. Cuando el gobernador de Río declaró una “calamidad” fiscal en junio, el estado recibió con prontitud un rescate federal destinado a cubrir los compromisos Olímpicos.

Sin embargo, para los cariocas, la fiesta ha terminado.

Después de años en declive, el crimen violento está en aumento. La tasa de desempleo del estado se disparó al 11,4% en el segundo trimestre, superior a la media nacional por primera vez desde 2012, conforme megaproyectos como la nueva línea de metro, la expansión de las carreteras y el Parque Olímpico llegaron a su fin. El petróleo, un componente clave del presupuesto del estado, sigue con su precio por debajo de US$50 el barril. El rescate de Rio por parte de Brasilia con una remesa de 2.900 millones de reales (US$906 millones), no puede hacer demasiado contra el déficit de 20.000 millones de reales (US$6.250 millones) que obligó a los hospitales a reducir sus capacidad de atención y a cerrar de escuelas, y llevó a la policía a amenazar con una huelga a principios de año.

“La próxima semana, los cariocas volverán a las aguas contaminadas, las playas sucias, los atracos a los autobuses, los robos de bancos y otras cosas que han estado viviendo por un tiempo bastante largo”, dijo Riordan Roett, director del programa de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins. “Río es una especie de adorno, un ornamento precioso, pero no tiene dinero”.

La autoproclamada “Cidade Maravilhosa” ha luchado siempre con un cóctel de males por lo menos tan potentes como sus cualidades. La contradicción — la riqueza y la belleza frente a la pobreza y la tragedia—ha sido siempre un componente central de la identidad del Rio.

Pero en los días embriagadores de 2009, cuando esta ciudad fue elegida sede de los Olímpicos de este año sobre Chicago, y Brasil navegaba sobre la recesión global con el maná de las materias primas, parecía como si Rio tuviera al fin la oportunidad de vivir de acuerdo con su apodo de ensueño. Los Juegos Olímpicos, esperaban los cariocas, sería el grito glamoroso que finalmente justificaría su vanidad.

La ciudad ha recorrido un largo camino desde el auge de delitos de los 90. La tasa de homicidios de Rio, alguna vez a la par con las ciudades más peligrosas del mundo, ha caído 75% desde 1994 a un nivel sólo ligeramente superior al de Chicago. En decenas de las favelas antes controladas por bandas de narcotraficantes, la policía ha establecido una presencia permanente con la esperanza de lograr una mejor integración de las comunidades informales con la ciudad.

Las autoridades también han invertido miles de millones de dólares en proyectos de transporte público que podrían aliviar la congestión crónica de la ciudad, dando el crédito a los Juegos Olímpicos por darles un plazo fijo para cumplir con las obras.

Daniel Alencar, un estratega de marca en FutureBrand, una firma de São Paulo, cree que los Juegos Olímpicos podrían haber hecho mucho para mejorar la imagen peligrosa y disfuncional de Rio. Pero en última instancia eso dependerá de si la ciudad puede sostener sus recientes avances.

“Las percepciones de Brasil son casi como un electrocardiograma”, dijo Alencar. “Lo que tenemos que hacer es no dejar que esta cima sea seguida por un valle. Necesitamos construir sobre el legado... de manera que dentro de dos meses o seis meses las noticias negativas no eclipsen todas las noticias positivas que hubo sobre la ciudad”.

Está claro que la atención generada por los Juegos puso de relieve muchos de los defectos de Rio. El transporte era un dolor de cabeza dadas las grandes distancias entre las sedes. Las piscinas se tornaron de un color verde oscuro. Una escena gastronómica insatisfactoria quedó en evidencia. Incluso con una presencia de seguridad de 85.000 agentes, todo un récord, los tiroteos continuaron haciendo estragos en las favelas, y varios miembros del equipo olímpico fueron asaltados. Estos son los problemas cotidianos para los cariocas. Pero no son lo que la gente espera ver en una ciudad que alberga los Juegos Olímpicos.

Los críticos dicen que los Juegos pueden haber alentado la vieja costumbre de quitar importancia a los defectos y hacer una fiesta, al tiempo que se deja que los problemas arraigados de Rio se agraven.

Muchas de las promesas que la ciudad asumió con vista a los Juegos —una línea de metro de US$3.000 millones, una nueva terminal aeroportuaria, un puerto deportivo renovado para las competiciones náuticas— benefician más directamente a los turistas y a los residentes de clase alta. Después de siete años prometiendo que los Juegos se financiarían con fondos privados, el Comité Organizador Río 2016 maniobró para obtener un rescate de emergencia de los contribuyentes cuando los Juegos estaban en pleno desarrollo.

Los compromisos que Rio no logró cumplir —tratamiento de aguas residuales, limpieza de la pintoresca pero sucia Bahía de Guanabara y de otros cuerpos de agua— habrían generado beneficios de largo plazo para una franja mucho más amplia de la sociedad.

Rio hizo lo suficiente para lograr unos Juegos Olímpicos exitosos. Pero no se embarcó en la profunda transformación que los políticos locales y el Comité Olímpico Internacional publicitaron.

La mayoría de las ciudades anfitrionas no lo hacen. Muy pocos —más notablemente Los Ángeles en 1984— obtienen una ganancia del evento.

A Eduardo Paes, el alcalde de Rio, le gusta comparar su ciudad con Barcelona, que utilizó sus juegos de 1992 para iniciar una revitalización de amplio alcance que la convirtió en un importante destino turístico.

Pero para que Rio siga los pasos de Barcelona, tendrá que realizar más mejoras en áreas como la seguridad pública, la movilidad urbana y el tratamiento de aguas residuales, dice Thomas Trebat, un economista con larga experiencia en América Latina que ahora trabaja para Columbia Global Centers en Rio, parte de una red de centros de investigación de la Universidad de Columbia, de Nueva York.


“La única razón de Barcelona se transformó fue que siguió invirtiendo después de los Juegos Olímpicos”, dijo Trebat. 

No hay comentarios: