Cuando la ficción supera a la realidad
La diferencia entre la historia y la ficción es más que sutil. En teoría, no hay forma de confundir a los seres de carne y hueso con los de las páginas de una novela.
Por ejemplo, sabemos que Winston Churchill fue el primer ministro británico que condujo a Gran Bretaña a la victoria contra los nazis, y que es considerado uno de los grandes líderes políticos del siglo XX.
Sherlock Holmes, por su parte, fue el personaje creado por Arthur Conan Doyle quien, junto a su asistente, el doctor Watson, resolvía de forma poética los crímenes más horrendos de la era victoriana.
Era drogadicto, porque se echaba desde cocaína hasta opio, y fue tan popular que Conan Doyle lo tuvo que resucitar en una de sus novelas, bajo peligro de ser linchado por una horda de lectores frustrados.
Grandes dudas
Está claro que Churchill es uno de los grandes personajes de la política mundial, mientras que Sherlock Holmes es uno de los grandes personajes de la novela.
Sin embargo, éste no es el caso del 25% de los británicos, que creen que la cosa es al revés. Que Churchill es un personaje de ficción y que Sherlock Holmes sí existió.
Según un estudio publicado por el diario londinense Daily Mail, un gran número de habitantes de estas islas e islotes parece sufrir de una insularidad intelectual alarmante.
Porque Churchill y Holmes no son los únicas victimas de esa confusión que nace de la ignorancia más supina.
Ignorancia cultural
Por ejemplo, hay gente que cree que Robin Hood, Robinson Crusoe y los Tres Mosqueteros existieron, mientras que el mismo grupo piensa que Cleopatra, Mahatma Ghandi, Charles Dickens y Florence Nightingale son personajes de ficción.
Es más, 50% de los encuestados que que Eleanor Rigby, existió pese a que la muchacha es el producto de la imaginación de John Lennon y Paul McCartney.
Algunos historiadores opinan que todo esto es producto de la cultura de celebridades y televisión en la que nos movemos.
Por ejemplo, aquí en el Reino Unido hay una empresa de seguros llamada Churchill, que publicita sus servicios en la televisión con un perro bulldog de juguete como mascota.
Y la BBC ha estado pasando las aventuras de Robin Hood.
De ahí que crean que, en efecto, Churchill no abatió al nazismo sino que vende seguros de vida, mientras que Robin Hood fue un tipo muy guapo e histórico que va a terminar derrotando al malo de la película y se va a casar con la doncella.
Mala fama
La percepción que los encuestados en este estudio aterrador tienen del mundo y la fantasía es preocupante.
Porque no vivimos en un planeta en el que falta la información, sino todo lo contrario.
"Esto sugiere una falta absoluta de sentido común y de respeto por los grandes héroes del pasado" dice la historiadora Correli Barnett.
"Algo debe faltar en nuestros sistema educativo nacional para que la gente sea tan ignorante y crea que esa gente (Churchill entre otros) no existió", subraya Barnett.
El problema es que en la vorágine de informática en la que vivimos, en la que estamos bombardeados de imágenes y sonidos que parecen venir de un mundo inalcanzable, el cibernético, hay una pequeña joya que, en algunos casos, vive arrinconada y con una capa de polvo encima. Se llama libro.
La diferencia entre la historia y la ficción es más que sutil. En teoría, no hay forma de confundir a los seres de carne y hueso con los de las páginas de una novela.
Por ejemplo, sabemos que Winston Churchill fue el primer ministro británico que condujo a Gran Bretaña a la victoria contra los nazis, y que es considerado uno de los grandes líderes políticos del siglo XX.
Sherlock Holmes, por su parte, fue el personaje creado por Arthur Conan Doyle quien, junto a su asistente, el doctor Watson, resolvía de forma poética los crímenes más horrendos de la era victoriana.
Era drogadicto, porque se echaba desde cocaína hasta opio, y fue tan popular que Conan Doyle lo tuvo que resucitar en una de sus novelas, bajo peligro de ser linchado por una horda de lectores frustrados.
Grandes dudas
Está claro que Churchill es uno de los grandes personajes de la política mundial, mientras que Sherlock Holmes es uno de los grandes personajes de la novela.
Sin embargo, éste no es el caso del 25% de los británicos, que creen que la cosa es al revés. Que Churchill es un personaje de ficción y que Sherlock Holmes sí existió.
Según un estudio publicado por el diario londinense Daily Mail, un gran número de habitantes de estas islas e islotes parece sufrir de una insularidad intelectual alarmante.
Porque Churchill y Holmes no son los únicas victimas de esa confusión que nace de la ignorancia más supina.
Ignorancia cultural
Por ejemplo, hay gente que cree que Robin Hood, Robinson Crusoe y los Tres Mosqueteros existieron, mientras que el mismo grupo piensa que Cleopatra, Mahatma Ghandi, Charles Dickens y Florence Nightingale son personajes de ficción.
Es más, 50% de los encuestados que que Eleanor Rigby, existió pese a que la muchacha es el producto de la imaginación de John Lennon y Paul McCartney.
Algunos historiadores opinan que todo esto es producto de la cultura de celebridades y televisión en la que nos movemos.
Por ejemplo, aquí en el Reino Unido hay una empresa de seguros llamada Churchill, que publicita sus servicios en la televisión con un perro bulldog de juguete como mascota.
Y la BBC ha estado pasando las aventuras de Robin Hood.
De ahí que crean que, en efecto, Churchill no abatió al nazismo sino que vende seguros de vida, mientras que Robin Hood fue un tipo muy guapo e histórico que va a terminar derrotando al malo de la película y se va a casar con la doncella.
Mala fama
La percepción que los encuestados en este estudio aterrador tienen del mundo y la fantasía es preocupante.
Porque no vivimos en un planeta en el que falta la información, sino todo lo contrario.
"Esto sugiere una falta absoluta de sentido común y de respeto por los grandes héroes del pasado" dice la historiadora Correli Barnett.
"Algo debe faltar en nuestros sistema educativo nacional para que la gente sea tan ignorante y crea que esa gente (Churchill entre otros) no existió", subraya Barnett.
El problema es que en la vorágine de informática en la que vivimos, en la que estamos bombardeados de imágenes y sonidos que parecen venir de un mundo inalcanzable, el cibernético, hay una pequeña joya que, en algunos casos, vive arrinconada y con una capa de polvo encima. Se llama libro.
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