El animal de la naturaleza
César Hildebrandt
Había una vez un Gusano que pensaba que el mundo debía de cambiar porque así como estaba era muy injusto. Pisoteado por la vida, impotente y debatiéndose entre asfaltos y suelas, Gusano vio que había una vacante para una mutación. Postuló y la ganó con altos merecimientos.
César Hildebrandt
Había una vez un Gusano que pensaba que el mundo debía de cambiar porque así como estaba era muy injusto. Pisoteado por la vida, impotente y debatiéndose entre asfaltos y suelas, Gusano vio que había una vacante para una mutación. Postuló y la ganó con altos merecimientos.
Convertido en todo un periodista, Gusano fue más tarde comprado por los Estados Unidos a tarifa de remate post incendio y usado como veneno sin antídoto. Gracias a su esfuerzo siguió un posgrado en la Universidad del Charco y un MBA en la universidad francesa de La Podre, donde lanzó su famosa teoría del igualitarismo ecuménico.
Este igualitarismo fue enunciado así: como yo soy un traidor, un vendido a poderes oscuros y un calumniador a destajo, entonces todos tienen que ser iguales a mí para que yo no me sienta mal y para que, al fin, la uniformidad se imponga como sustituto de la armonía. De lo más filosófico, como se ve. Gusano fue escalando posiciones y, otra vez por méritos propios, fue responsable de dos crímenes y un asesinato de tumulto en tanto ministro del Interior del régimen que nació en el Emanuel, siguió en el Melody y terminó en el regazo de una guardaespaldas. Luchó contra el narcotráfico a pesar de que su presidente se coqueaba, como lo demostró “Caretas”, y que uno de sus amigos ministros había perdido el tabique en una escoba, aunque no consiguió reducir en una pulgada el hectareaje destinado a la siembra de la coca. No obstante eso, siguió cobrando mensualmente en la embajada de los Estados Unidos, o sea su país de adopción, y calumniando a todo el que se metiera con la podredumbre de la DEA, donde él solía hociquear y cambiar ideas por cromos.
A Gusano le gustaba provocar para ver si le respondían en serio y a veces la jugada le salía. Por ejemplo, le encantaba decir que la fiscal de la nación, que no obedecía a sus amos, era como Blanca Nélida Colán y que todos los que le cantaban sus cuatro frescas a la fiscal del pañal siempre puesto (Luz Loayza) “eran sirvientes del narcotráfico”. Es decir, Gusano suponía que todos padecían de su penosa condición de tualé de gringos. Y a veces la fiscal aludida o algún desavisado, le contestaban. Era el peor error que se podía cometer. Porque entonces Gusano se inflaba, se frotaba las manos y se sentía importante. Pero cuando lo trataban como lo que era, es decir un mal bicho capaz de toda inmundicia, Gusano se desesperaba y seguía en campaña escribiendo matonadas, diciendo que quien no estaba con sus ideas es que estaba con el narcotráfico, babeando con su baba urticante a quien se cruzara en el camino de sus amos y lanzando su excrecencia favorita: “es que esos que están en contra mío y de la DEA, que me da de comer, es porque son cómplices de Fernando Zevallos”.
Cuando escupía esa frase de tenues verdes, Gusano sentía el éxtasis que sólo su picado de viruela producía en las chicas que habían pasado por sus distintas comodoy. Es decir, gozaba como un chancho, ya no como el Gusano ancestral que serpenteaba en su arteria carótida. O sea que Gusano era un montón de bichos juntos, un Animal Planet de cuello duro y con licencia para difamar –licencia que le había otorgado el diario más joven del zoológico de cristal–, un resumen de medusa-avispa mezclada con chuchupe en fa. Y es por eso que cuando algún malestar interrumpa su buena salud, será el doctor Rondón quien lo atienda y lo ponga al día en sus vacunas.
Y seguramente necesitará al doctor Rondón cuando alguien le cuente que, por enésima vez, no se le ha tomado en serio y nadie se ha asustado por su ladrido con espumarajo, su mirada de anaconda, su picadito de pulpo a la oliva y su alharaca de chimpancé a cien dólares la hora. Y no se le puede tomar en serio porque el problema aquí, en este país recolonizado, es saber quién manda: si el Perú o la podredumbre de la DEA asociada a podredumbres nativas. Ese es el problema, Gusano. No nos distraigas con tus muecas. Fernando Zevallos es un narcazo y un asesino y por eso está preso. Bien hecho. Pero tú, como la fiscal del pañal, eres un sirviente de la DEA, que sirve a una potencia extranjera, y quieres tumbarte a la fiscal de la nación porque ella se negó a “producir” 25 kilos de cocaína de alta pureza en Uchiza, pedido que le hizo la DEA y que ella rechazó por escrito. Eso es lo que quieres ocultar con tu barro y tu ventilador, Gusano de toda la vida.
Y con tu misma malignidad, Gusano, alguien podría decir que tú estás con el narcotráfico porque te plegaste al pedido de la DEA de “producir oficialmente” 25 kilos de cocaína que sirvieran de anzuelo dizque para algunos “operativos”. Y no mezcles a Chávez, las FARC y a los que aquí queremos que la DEA te mande a ti y a sus otros sirvientes, pero no a todos los peruanos. Chávez es como tú –un mal bicho–, las FARC son una banda de delincuentes, pero los que aquí queremos que la DEA sólo mande a sirvientes como tú no es que estemos con el narcotráfico. Es que estamos con la soberanía y un cierto sentido de la dignidad. ¿O es que necesitamos a los marines para derrotar a Sendero? Decir que los que estamos en contra de la podredumbre de la DEA estamos con el narcotráfico, es una calumnia. Bueno, sería una calumnia digna de un proceso judicial si la soltara alguien serio. Pero no es este el caso, claro está. Este es el caso de alguien que muerde y ensucia en defensa de su sueldo. Nada más.
Este igualitarismo fue enunciado así: como yo soy un traidor, un vendido a poderes oscuros y un calumniador a destajo, entonces todos tienen que ser iguales a mí para que yo no me sienta mal y para que, al fin, la uniformidad se imponga como sustituto de la armonía. De lo más filosófico, como se ve. Gusano fue escalando posiciones y, otra vez por méritos propios, fue responsable de dos crímenes y un asesinato de tumulto en tanto ministro del Interior del régimen que nació en el Emanuel, siguió en el Melody y terminó en el regazo de una guardaespaldas. Luchó contra el narcotráfico a pesar de que su presidente se coqueaba, como lo demostró “Caretas”, y que uno de sus amigos ministros había perdido el tabique en una escoba, aunque no consiguió reducir en una pulgada el hectareaje destinado a la siembra de la coca. No obstante eso, siguió cobrando mensualmente en la embajada de los Estados Unidos, o sea su país de adopción, y calumniando a todo el que se metiera con la podredumbre de la DEA, donde él solía hociquear y cambiar ideas por cromos.
A Gusano le gustaba provocar para ver si le respondían en serio y a veces la jugada le salía. Por ejemplo, le encantaba decir que la fiscal de la nación, que no obedecía a sus amos, era como Blanca Nélida Colán y que todos los que le cantaban sus cuatro frescas a la fiscal del pañal siempre puesto (Luz Loayza) “eran sirvientes del narcotráfico”. Es decir, Gusano suponía que todos padecían de su penosa condición de tualé de gringos. Y a veces la fiscal aludida o algún desavisado, le contestaban. Era el peor error que se podía cometer. Porque entonces Gusano se inflaba, se frotaba las manos y se sentía importante. Pero cuando lo trataban como lo que era, es decir un mal bicho capaz de toda inmundicia, Gusano se desesperaba y seguía en campaña escribiendo matonadas, diciendo que quien no estaba con sus ideas es que estaba con el narcotráfico, babeando con su baba urticante a quien se cruzara en el camino de sus amos y lanzando su excrecencia favorita: “es que esos que están en contra mío y de la DEA, que me da de comer, es porque son cómplices de Fernando Zevallos”.
Cuando escupía esa frase de tenues verdes, Gusano sentía el éxtasis que sólo su picado de viruela producía en las chicas que habían pasado por sus distintas comodoy. Es decir, gozaba como un chancho, ya no como el Gusano ancestral que serpenteaba en su arteria carótida. O sea que Gusano era un montón de bichos juntos, un Animal Planet de cuello duro y con licencia para difamar –licencia que le había otorgado el diario más joven del zoológico de cristal–, un resumen de medusa-avispa mezclada con chuchupe en fa. Y es por eso que cuando algún malestar interrumpa su buena salud, será el doctor Rondón quien lo atienda y lo ponga al día en sus vacunas.
Y seguramente necesitará al doctor Rondón cuando alguien le cuente que, por enésima vez, no se le ha tomado en serio y nadie se ha asustado por su ladrido con espumarajo, su mirada de anaconda, su picadito de pulpo a la oliva y su alharaca de chimpancé a cien dólares la hora. Y no se le puede tomar en serio porque el problema aquí, en este país recolonizado, es saber quién manda: si el Perú o la podredumbre de la DEA asociada a podredumbres nativas. Ese es el problema, Gusano. No nos distraigas con tus muecas. Fernando Zevallos es un narcazo y un asesino y por eso está preso. Bien hecho. Pero tú, como la fiscal del pañal, eres un sirviente de la DEA, que sirve a una potencia extranjera, y quieres tumbarte a la fiscal de la nación porque ella se negó a “producir” 25 kilos de cocaína de alta pureza en Uchiza, pedido que le hizo la DEA y que ella rechazó por escrito. Eso es lo que quieres ocultar con tu barro y tu ventilador, Gusano de toda la vida.
Y con tu misma malignidad, Gusano, alguien podría decir que tú estás con el narcotráfico porque te plegaste al pedido de la DEA de “producir oficialmente” 25 kilos de cocaína que sirvieran de anzuelo dizque para algunos “operativos”. Y no mezcles a Chávez, las FARC y a los que aquí queremos que la DEA te mande a ti y a sus otros sirvientes, pero no a todos los peruanos. Chávez es como tú –un mal bicho–, las FARC son una banda de delincuentes, pero los que aquí queremos que la DEA sólo mande a sirvientes como tú no es que estemos con el narcotráfico. Es que estamos con la soberanía y un cierto sentido de la dignidad. ¿O es que necesitamos a los marines para derrotar a Sendero? Decir que los que estamos en contra de la podredumbre de la DEA estamos con el narcotráfico, es una calumnia. Bueno, sería una calumnia digna de un proceso judicial si la soltara alguien serio. Pero no es este el caso, claro está. Este es el caso de alguien que muerde y ensucia en defensa de su sueldo. Nada más.
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