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viernes, 11 de abril de 2008

Desastre

El desastre mediático
Epílogo al libro "Perlas 2. Patrañas, disparates y trapacerías en los medios de comunicación", de Pascual Serrano
Ignacio Ramonet

Indispensable. Este es un libro indispensable para tomar conciencia de la amplitud del desastre mediático actual. Y hay que agradecerle a Pascual Serrano el talento que ha derrochado para constituir el “archivo de la vergüenza periodística” al conseguir cosechar tan flagrantes demostraciones del resquebrajamiento de una profesión que amenaza ruina.

Lo que Pascual Serrano revela con esta nueva colección de “patrañas, disparates y trapacerías” es que algo ha dejado de funcionar en nuestros medios masivos de comunicación. Y que, por eso, la información –o sea la desinformación– se ha convertido en una de las principales amenazas de nuestras democracias a la hora de la globalización económica.

Una de las razones de esta situación reside en el hecho que la mayoría de los grandes periódicos del mundo, si hablamos de la prensa escrita, ya no están dirigidos por periodistas. Ahora están dirigidos casi siempre por egresados de las Escuelas de Comercio, de Escuelas de “Ciencias Empresariales” que son los que evidentemente tienen las riendas de la empresa mediática, la cual se va a comportar como una empresa que ante todo va a pensar en sus relaciones con los “clientes”, los clientes son los compradores de los periódicos o los oyentes de la radio o los telespectadores de la televisión pero que son ante todo percibidos como “clientes”.

A la hora de la globalización los principales poderes son el poder económico y el poder mediático. El poder político llega en tercer lugar. Y el poder económico cuando se alía al poder mediático constituye una enorme palanca capaz de hacer temblar a cualquier poder político. Esta es una de las grandes realidades de hoy, aunque a veces sigan presentándonos la realidad de manera diferente. Y eso es democráticamente escandaloso, porque el poder político es elegido en las urnas, pero el poder mediático y el poder económico no lo son, y no tienen legitimidad democrática. Además el poder económico domina cada vez más al poder mediático, porque lo controla, lo compra, lo concentra. Y nos hallamos en una situación orwelliana en la que los dueños de la producción industrial son a la vez los amos de los sistemas de manipulación de las mentes.

En nombre de la necesidad de ganar un número de clientes cada más amplio y tener más consumidores, los medios de información masiva están integrando tres características:

Primera característica: cada vez mas el discurso, el mensaje periodístico es más simple, más sencillo. Un mensaje simple quiere decir que va a utilizar muy pocas palabras, un número de palabras muy limitado. Digamos si el léxico del castellano tiene, por ejemplo, treinta mil términos, cada vez más los medios de información van a utilizar apenas ochocientos palabras para que todo el mundo entienda. Con la idea de que hay que expresarse de manera muy sencilla, muy simple, porque todo lo que es racionamiento complejo, todo lo que es raciocinio inteligente, resulta demasiado complicado, y se sale del sistema de información tradicional. Hay una fuerte voluntad de simplificación, y la simplificación más elemental es la concepción maniquea de las cosas: cualquier problema se transforma en un problema simple de sólo dos términos: el bien y el mal, lo blanco y lo negro. Una cosa tan compleja como la geopolítica internacional, por ejemplo, pues se interpreta en términos de bien y de mal. O sea una concepción extremadamente maniquea. En cualquier debate ya no se entra en consideraciones que puedan subrayar la complejidad de alguna situación, la necesidad de períodos de adaptación, etc. Se suprimen los matices. Se razona digital: ceros y unos. Lo demás es para “intelectuales”.

La segunda característica es la rapidez. La información debe ser consumida rápidamente es decir, sea cual sea el valor de la información va a tratar de darse en un espacio muy corto. Por ejemplo si es la prensa escrita, se va a expresar no sólo con palabras muy sencillas, sino en frases muy cortas. Los títulos van a hacer casi un resumen, una síntesis, de lo que dice el texto. Pocas noticias tendrán más de dos o tres folios, y, evidentemente en dos o tres folios hay muy pocas cosas que se pueden explicar. Es decir, la idea está en el fraccionamiento, se da un fragmento de la información, pero se da ese fragmento como si fuese el todo. Es una concepción metonímica de la información porque la idea es que el consumidor no sufra consumiendo. Por ejemplo en los telediarios, todos los estudios demuestran que la duración media de una información es, digamos, de un minuto y algo. En un minuto y algo no se puede explicar tragedias como la de la guerra de Irak o cuestiones como las del islamismo radical, etc.

Por fin, tercera característica de estas informaciones de palabras sencillas, maniqueas, y rápidas: suscitar emociones. Por ejemplo se está buscando hacer reír o hacer llorar, se está buscando distraer. En realidad, la información masiva está hecha para distraer, es cada vez más una forma de la distracción. La inmensa masa de las informaciones es para distraer; si no las conociéramos no sería una tragedia personal para nosotros. Y hemos visto como las informaciones people (gente), anecdóticas, se han desarrollado enormemente. Sucesos, dramas personales, todo eso ha alcanzado un enorme espacio en la información.

Es decir, en realidad se trata de construir informaciones que sean sencillas, rápidas y entretenidas. Es una característica general y universal. Los medios norteamericanos son, en cierta medida, el modelo y el motor de este tipo de información que se está imponiendo en todas partes, y que triunfa también en Internet.

Con esas características, la información puede muy difícilmente construir conciencia ciudadana, construir un sentimiento cívico, construir cohesión social, o cohesión nacional. Hay una inmensa distancia entre este proyecto que debería tener teóricamente la información y la práctica real de lo que constata Pascual Serrano en este libro. El cual, en cierta medida, gracias a tantos ejemplos insólitos, se pregunta: ¿qué es un discurso cuyas características principales son la sencillez, la rapidez y la distracción-emoción?

La respuesta aparece muy clara: un discurso infantilizante. Efectivamente sólo a los niños de baja edad, se les habla con un lenguaje limitado con pocas palabras para que entiendan. No se utilizan conceptos filosóficos, tampoco se alarga porque sino cansaría. Y no se habla de manera seria, porque se piensa que con la reactividad emotiva es suficiente. O sea que disponemos de maquinaria informacional que en realidad está concebida para infantilizar al ciudadano.

Por otra parte, con la explosión de Internet y del Web 2.0 estamos en un universo en el cual hay mucha más información de la que podemos consumir. Así que ahora el problema no es la carencia de información; es la selección de la información. Durante mucho tiempo, la mayoría de las sociedades humanas han vivido bajo sistemas autoritarios de poder, que han practicado la censura. El control de la información era capital para el poder y, por consiguiente la realidad de la información era la escasez. Había muy poca información que circulaba, y el control de esa circulación era lo que daba más poder al poder.

Hoy esa situación ha cambiado. La información circula de manera sobreabundante y nadie la puede detener. No hay ningún poder suficientemente autoritario que impida a la información circular. Es muy difícil. Internet nos permite ahora tener acceso, casi gratuito, a yacimientos literalmente oceánicos de información, y la dificultad es cómo guiarnos por ese laberinto. Eso plantea enormes problemas. Plantea primero este problema de la censura. Porque la censura ha cambiado.

Antes la censura la ejercían el poder político o el poder digamos moral o religioso, y había poca información y los ciudadanos decían hay que luchar para obtener más libertad de información. ¿A qué le llamamos libertad? Libertad de comunicar en definitiva. La libertad de pensar libremente de comunicar sus ideas, la libertad de reunión, la libertad de expresarse o la libertad de imprimir, etc., eso es, en lo político, la libertad. Precisamente la libertad es el margen de posibilidad de la expresión de los grupos sociales que constituyen una sociedad. Y entonces los ciudadanos decían, cuanta más libertad tengamos, más comunicación habrá; o bien, inversamente, cuanta más comunicación haya, más libertad habrá. A así se hicieron las revoluciones en el siglo XVIII, esencialmente para tener la posibilidad de comunicar, de intercambiar información. Los ciudadanos tenían inconscientemente la idea de que cuanta más comunicación hubiese, más libertad habría en nuestras sociedades.

Pero no cabe duda que, desde hace unos años, nos hemos dado cuenta de que esa curva, que era casi una curva así como una mediatriz, una diagonal ascendente, proporcional digamos, cuanta más comunicación, más libertad había, y que parecía que iba a subir hasta el cielo, ha cambiado.

En realidad, como lo demuestra con brillantez, a su manera, este libro de Pascual Serrano, nos hemos dado cuenta, después de todas las manipulaciones mediáticas ligadas a lo que ocurrió en Rumania, el asunto Timisoara, la Guerra del Golfo, la Guerra de Irak, el 11 de marzo, etc., que tener más información no daba más libertad. Y, entonces nuestra curva que subía como una diagonal, de repente se transformó en una paralela.

Por mucha información que hubiera, nuestra libertad no se modificaba, se mantenía estancada. Y el peligro en que estamos en este momento es que cuanta más información tengamos, menos libertad tendremos. Porque la información ahora me engaña, me confunde, me desorienta. Hay tanta información no verificada, tanta “patraña” como dice Pascual Serrano, que ya no sé qué pensar. En realidad me estoy dando cuenta que muchas de esas informaciones que me llegan me mienten, como me mintieron durante la Guerra del Golfo, como me mintieron en Timisoara, como me mintieron en Bosnia, como me mintieron en Kosovo, o con lo de las “armas de destrucción masiva” para justificar la guerra de Irak.

Cuanta más información hay ahora, menos libertad me procura. Porque ya no sé qué hacer, y me doy cuenta efectivamente de que el funcionamiento de la verdad de nuestras sociedades es muy relativo ¿Qué es la verdad, en materia de información? La verdad informativa es cuando todos los medios: la prensa, la radio, la televisión e Internet dicen lo mismo sobre un tema, dicen que algo es verdad… aunque sea mentira. Esto está restableciendo ese principio que Aldous Huxley había desarrollado en su novela Un mundo feliz... Huxley dice: “Treinta y seis mil repeticiones constituyen la verdad.” Si los medios repiten algo treinta y seis mil veces, pues establecen la verdad… aunque no sea la verdad. Así que los ciudadanos ya no saben dónde está la verdad. Y los medios, en vez de contribuir a guiarnos en este laberinto, lo que hacen es confundirnos más, engañarnos más, manipularnos más.

Por eso se ha creado tal desconfianza hacia los medios en la sociedad. La riqueza principal que tienen los medios de comunicación es su credibilidad. Ningún capital es más importante para un medio de comunicación que su credibilidad, porque lo que venden en realidad es esa credibilidad. Se les compra porque son confiables, si no fuesen confiables para qué los vamos a comprar, o para qué vamos a ver tal programa de televisión o de radio si no le tengo confianza al periodista o al medio que se expresa. Es su principal capital, y este capital, como lo demuestra con claridad evangélica este libro de Pascual Serrano, se está dilapidando.

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