La privacidad de lo público
Forbes - lunes, 3 de
febrero de 2014
El caso del presidente francés,
Francois Hollande, descubierto con una relación extraoficial a la que mantenía
con la periodista Valerie Trierweiler,
regresó la discusión sobre la delgada línea que divide el interés público del
privado.
En días pasados, la revista
francesa Closer publicó un reportaje donde se confirmaba un rumor de las
últimas semanas. En el mismo, el Presidente Francois Hollande es visto vestido
de negro y con un casco, bajando de un motocicleta, en la entrada de un
edificio en Paris, donde se encontraba con la actriz Julie Gayet, mientras aún
mantenía una relación con la periodista Valerie Trierweiler, quien incluso
acudía como su pareja a las reuniones protocolarias, e incluso estaba
programada su presencia en la visita que realizaría el Presidente a Estados
Unidos a finales de enero.
El cambio en el tratamiento que
los franceses han dado a este caso, nos hace pensar no únicamente en una
coyuntura mediática donde una baja popularidad del Presidente se combinó con
una percepción sobre un mal manejo de los problemas del país, sino también en
un sentimiento de hartazgo y decepción sobre los actores políticos, que se
refleja no únicamente en una indiferencia interesada hacia el caso de Hollande,
sino también en la forma en que eso se traduzca en la posible no reelección del
Presidente.
Si bien un episodio como este se
habría mantenido en el espacio de las revistas como Closer, en este caso la
noticia rápidamente se propagó a medios que identificaron el daño que se había
hecho a la imagen presidencial, por lo que también asumieron la nota.
El problema no era que tuviera
una aventura con alguien más, pues incluso ni siquiera se casó con su anterior
pareja y excandidata presidencial Segolene Royal, como había pasado con otros
expresidentes franceses, como Chirac y Miterrand; e incluso Sarkozy libró
públicamente bien su relación con Carla Bruni.
El problema es que para muchos
franceses el Presidente queda como un mentiroso y desleal, lo que afecta no
únicamente la imagen pública de él como jefe de Estado, sino también la
perspectiva internacional sobre Francia. Mentiroso porque no dejó clara la
relación con su pareja formal, sino que seguía actuando con el protocolo
oficial en eventos nacionales e internacionales. Desleal, porque para muchos
fue Trierweiler quien realmente manejó la imagen y relaciones públicas de
Holland que le permitieron posicionarse como candidato y luego ganar la elección.
Las encuestas, ya de por sí con
los niveles más bajos de aprobación para un presidente en la historia reciente
de Francia, subieron de 2 a 4 puntos después de la primera declaración del
presidente sobre el tema, donde dijo preocuparse más por los asuntos de su
país. Sin embargo, el declive en la aprobación se ha mantenido, así como el
acenso en la opinión negativa sobre la figura del presidente.
Pero además también abrió una
vieja discusión sobre la consideración de Trierweiler como Primera Dama francesa
en el protocolo oficial, a pesar de no estar casada con Holland. Quien es
electo es el presidente y no su pareja, por lo que para muchos la figura
debería desaparecer, con lo que también se resolvería el tema de la vida
privada del mismo. Sin embargo, el problema no es sencillo, pues disociar la
vida de una pareja del papel público de uno de sus integrantes es casi
imposible.
Este caso de la sociedad francesa
muestra una especie de doble moral pública, pues si bien para más del 80% de la
población es un caso privado, de acuerdo a las encuestas para más del 50% sí
afectará su próxima decisión electoral en caso de que Holland sea candidato, lo
que obviamente determinará la decisión de diversos actores políticos.
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