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lunes, 19 de mayo de 2008

Señorita

García y la señorita O’Grady
César Hildebrandt

Bueno, ya se fue la visita. Así que ahora podemos volver al tema que más preocupa: Alan García. Y es que en las sociedades antropomórficas como la peruana, donde las instituciones son pura escenografía, analizar al líder del momento es como cuando en el sacerdocio pagano leían vísceras y traducían los regímenes del viento.

Como muchos de ustedes ya saben, la editora de la Sección América del “Wall Street Journal”, Mary Anastasia O’Grady, le ha hecho, en días pasados, una entusiasta entrevista al presidente del Perú.

Que la señorita O’Grady esté doctrinariamente enamorada del doctor García –él también tiene altas cualidades–, no es cosa que me sorprenda. ¿Cómo no embelesarse con un titán de la palabra que ayer fue socialdemócrata y hoy es socialcualquiercosa? ¿Cómo no regocijarse con un líder que antes preocupaba a la Rand Corporation y que hoy podría estar en su planilla? Los conversos tienen un atractivo especial para quienes profesan las ideas que los conversos terminan aceptando. Eso, además de un reclutamiento, tiene un aire de perversión.

Como sea, la señorita O’ Grady apuesta por García y advierte que “después de esta entrevista puedo asegurar que García se aferra firmemente a los principios en los que dice creer”.

Lo que equivale a decirle a la comunidad financiera internacional: “No es un episodio de locura bipolar. García es de los nuestros”.

Para “The Wall Street Journal” eso de “los nuestros” significa una sola cosa: Ningún “nuestro” hará algo que pueda irritar a J.P. Morgan, Casa Blanca, Colgate-Palmolive, Texaco, Departamento de Estado, British Petroleum o Pentágono. Eso es ser “nuestro” en el periódico que hoy está en manos de Rupert Murdoch, el magnate de la prensa corporativa y la rabona de las guerras de Bush.

Lo que quiere decir también que García ha hecho muy bien su tarea y está volando muy alto en la esfera del arribismo global. Tenemos que reconocer que ni Uribe se le aproxima en este arte del buganvilismo clueco. Y esto que Uribe hace lo imposible por ser el favorito y llega a ser tan pobre diablo que envía donde los jueces norteamericanos a los archiasesinos paramilitares tan amigos de su entorno -¡renunciando al derecho de Colombia a tener Poder Judicial!-.

Pero volviendo a García: en el artículo que lo consagra como uno de los divos ultraliberales que Susana de la Puente invitaría a cenar, el presidente del Perú habla “de los últimos diez años” de exitosa política económica, lo que supone su primer paso hacia la confesión sincera y la colaboración eficaz. ¡García terminará admitiendo su fujimorismo masoco, así como Haya terminó en cuchipandas con el general que ordenó matarlo y hasta con el Cayo Mierda ese que era el mandamás de su policía!

En un momento de la entrevista, la señorita O’Grady le pide al doctor García que le explique el porqué de su cambio de camiseta (“de populista de izquierda más notorio de los años 80 a defensor actual del libre mercado”).

Esta es la fascinante y textual respuesta:

“Primero, más que leer uno tiene que ver la realidad y esta realidad es lo que ha cambiado. Hace 25 años el mundo se dividió en dos y lo que no existía era la extraordinaria revolución en las comunicaciones y la informática, que es la base de todo cambio en el mundo económico actual y del cambio en nuestras ideas. Internet, el dinero electrónico, la apertura económica sin fronteras, esto es lo que ha impulsado el cambio de pensamiento. Esta nueva realidad exige que no nos opongamos a la ola de globalización sino que la aprovechemos a favor de la sociedad”.

¿Alguien puede citarme un ejemplo mayor de sancochado mental? El desafío está abierto.

García confunde casi todo. ¿Quiere decirnos que su pase al club de Milton Friedman es reponsabilidad de Bill Gates? Sí, eso parece. Pero lo cierto es que la intercomunicación mundial es algo muy diferente a eso que García llama “ola de globalización económica”. ¿Qué tienen que ver el dinero electrónico con la cláusula lesiva a la agricultura peruana que García ha firmado en el TLC con los Estados Unidos? Nada. ¿Y es que el panimperio romano necesitó del Internet para aspirar a la unanimidad?

¿Es que García, para completar su faena de mutante neocon ha optado también por una especie personal del “pensamiento débil”? ¿No entiende que el Internet puede ser maravillosamente diferenciador mientras que la globalización made in USA viene de la inexorable y anticuada ambición de un imperio que repite lo que intentaron todos los imperios?

García también confirma –y esta sí que es una primicia dedicada a la señorita O’Grady– que se viene un abaratamiento del despido laboral. Y suelta este rollo astuto: si las empresas modernas están condenadas a la inestabilidad (o sea, a la muerte súbita) cuando no se modernizan, ¿por qué a los trabajadores no les debería suceder lo mismo?

Esa será “la primera reforma de segunda generación” del Estado, la que claman desde hace tiempo la Confiep, Vega Llona, Carlitos Adrianzén, Verónica Zavala y, por supuesto, Otto de Habsburgo (o lo que quede de él).

Posdata: qué desilusión para muchos la “cumbre” de Lima. Jamás esperé nada de ella. Por eso es que a mí, en este caso, la decepción no me concierne. Las “cumbres” sirven para llevar las actas de las promesas internacionales incumplidas.

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