VII Cumbre de las Américas: desconectada
de la realidad
d+i LLORENTE & CUENCA-Forbes - lunes, 6 de
abril de 2015
Una cumbre singular porque cumple
20 años desde su primera edición en 1994, y por la asistencia de Cuba, pero con
una agenda falta de conexión entre sus objetivos y la actual realidad regional.
La VII Cumbre de las Américas,
que tendrá lugar el 10 y 11 de abril próximo, en Panamá, al igual que las
precedentes, es el foro más importante de todo el espacio americano, ya que
mediante su celebración periódica se reúne a los presidentes y jefes de Estado
de América Latina y el Caribe, a excepción de Cuba, Canadá y Estados Unidos.
La celebración de esta cumbre en
particular posee diferentes significados que le otorgan una singularidad
especial. Por un lado, se cumplen 20 años desde la celebración de la I Cumbre
de las Américas, en Miami, en 1994. Por otro, la asistencia de Cuba marca un
hito histórico, puesto que se encontraba excluida de las relaciones
interamericanas, desde 1962, por su adscripción al comunismo. El análisis de
ambos aspectos pone de manifiesto las importantes transformaciones que han
tenido lugar en las relaciones entre América Latina y Estados Unidos.
Muy posiblemente estos temas de
gran interés mediático impedirán prestar atención a otras cuestiones que están
más relacionadas con temas de fondo que con coyunturas políticas, por
importantes que éstas sean. Quizá por eso se haya prestado poca atención al
documento sobre el que se desarrollará la VII Cumbre de Panamá, “Prosperidad
con Equidad: El Desafío de la Cooperación en las Américas”, donde es posible
comprobar la falta de conexión entre los objetivos planteados y la actual
realidad regional inmersa en un cambio de ciclo, que sin embargo no es
mencionado en el documento y que supondría el inicio de tiempo difíciles. Muy
al contrario, el mismo título de dicho documento sigue hablando de prosperidad
cuando, lamentablemente, ésta ya no es la situación que mejor define a la
región en el inicio de este nuevo ciclo.
Lejos de ser una cuestión anecdótica,
no deja de tener su importancia, puesto que el objetivo de estas cumbres es
formular una agenda regional, donde se pretende orientar a los gobiernos en la
forma de abordar los problemas de la realidad, con el fin de lograr la
consolidación democrática y el desarrollo sostenible de la región. Sin embargo,
que el documento, que propone las bases de la discusión para construir dicha
agenda, no plantee dichos problemas, sino que exprese una realidad
prácticamente opuesta, proporciona argumentos a aquellos que cuestionan la
eficacia de estas cumbres y la necesidad de introducir cambios que resuelvan
inercias propias de grandes organizaciones. En este caso, la Organización de
Estados Americanos (OEA) es el organismo que respalda las Cumbres de las
Américas y es objeto de estas críticas. No obstante, no por ello ha de negarse
la importancia de las Cumbres de las Américas como el principal foro de
encuentro de los presidentes de todas las repúblicas del Hemisferio Occidental
y, por tanto, el principal escenario de las relaciones interamericanas. En
realidad, la OEA contempla un espacio ámbito de relaciones interamericanas del
que no puede prescindir la región.
Hay otro tipo de críticas que,
desde otros puntos de vista, cuestionan tanto la validez de estas reuniones
como la eficacia de la OEA. En el fondo de estas observaciones se encuentra la
permanente discusión sobre las relaciones hemisféricas y la influencia que
históricamente ha ejercido Estados Unidos en este organismo. Sin embargo, pese
a las innumerables críticas y cuestionamiento sobre la continuidad de la OEA,
ningún país ha renunciado a estar presente en las Cumbres, ni a ser miembro de
la OEA, incluso ni los más críticos. En cuanto a la influencia norteamericana,
desde hace años éste sería un argumento sin ningún tipo de fundamentación.
Por lo que respecta a las
relaciones interamericanas, es ineludible tratar el tema de Cuba y Estados
Unidos. Aunque su participación tanto en la OEA como en las Cumbres ya había
sido apoyada por los países latinoamericanos, desde hace algún tiempo la
reciente aproximación diplomática entre Estados Unidos y Cuba ha sido decisiva
para que, al menos por el momento, Raúl Castro, presidente de Cuba, haya
confirmado su asistencia. Estados Unidos tiene un papel complicado en esta
Cumbre: ha de reafirmar su voluntad de aproximación a Cuba, para reconciliarse
no sólo con el gobierno castrista, sino también con el resto de la región, y
evitar así el aislamiento al que estaba siendo sometido. Por primera vez, todos
los gobiernos latinoamericanos han sostenido una posición común de manera
sostenida, ya que hasta entonces no había sido posible la configuración de una
posición latinoamericana, pues había dominado más la división que el consenso.
Sin embargo, ante la cuestión cubana, en buena parte gracias al liderazgo
ejercido por Brasil, todos los gobiernos, si bien no con el mismo fervor y
entusiasmo, han apoyado, sin fisuras ni divisiones, el fin del aislamiento de
Cuba ante Estados Unidos.
El análisis de ambos temas exige
analizar la evolución de las relaciones interlatinoamericanas y las de la
región latinoamericana con Estados Unidos. Ciertamente, si es difícil siempre
hablar de América Latina como un conjunto uniforme, más particularmente lo es
en las relaciones con Estados Unidos, puesto que cada república latinoamericana
ha mantenido una particular relación con la potencia del norte. Sin embargo,
hecha “la reciente aproximación diplomática entre Estados Unidos y Cuba ha sido
decisiva para que, al menos por el momento, Raúl Castro, presidente de Cuba,
haya confirmado su asistencia”, lo cierto es que es posible comprobar la
transformación de unas relaciones que, desde 1994, se han caracterizado por un
progresivo alejamiento entre Estados Unidos y la región y una intensificación
de las relaciones entre las propias repúblicas latinoamericanas, manifestada en
la realización de nuevos proyectos de integración y cooperación, sin la
presencia de Estados Unidos, ni ninguna otra potencia extrarregional. Un factor
que en última instancia también ha modificado, a su vez, los términos de la
relación entre Estados Unidos y la región latinoamericana.
El análisis de la evolución de
estas relaciones interamericanas permite hacer diferentes reflexiones, si bien
la principal es considerar la posibilidad de que con esta Cumbre, de manera
simbólica, se abra una nueva etapa donde se reactiven posibles formas de
cooperación entre Estados Unidos y América Latina. Ambos podrían tener interés
en ello. Estados Unidos porque ha perdido espacios de relación comercial con
América Latina, en los últimos años, y además tiene nuevos socios comerciales,
como China. En cuanto a América Latina, en un momento de posibles
complicaciones económicas y de recuperación económica de Estados Unidos, estas
relaciones también podrían ser de gran interés. En este sentido, todo apunta a
la posibilidad de intensificar, y según los casos, recuperar, una relación,
que, sin embargo, no podría ser igual que antaño. Sin duda el reto es para
ambos actores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario