China da un primer paso hacia la ciberguerra
El País - viernes, 17 de abril de 2015
“Debido a la interrupción del servicio que
Google prestaba en China, le recomendamos que provea otra dirección de correo
electrónico”. Ese es el mensaje que aparece de forma automática en la página
web de la aerolínea Hainan Airlines cuando el usuario introduce una cuenta de Gmail
para que se le notifique sobre posibles incidencias en su vuelo doméstico. Es
solo un ejemplo de los mil obstáculos a los que se enfrenta el internauta que
navega por la Red en el gigante asiático, donde la Gran Cibermuralla que el
Partido Comunista ha construido para evitar cualquier tipo de contaminación
ideológica de la población ha reducido el vasto ciberespacio chino a una
intranet cada vez más aislada del mundo: las búsquedas no se hacen con Google,
bloqueado paulatinamente desde que decidió dejar de censurar los resultados en
2010, sino con Baidu; Twitter y Facebook son inaccesibles, pero están las
alternativas locales Weibo y Renren; lo mismo sucede con YouTube, que se
convierte en Youku; WhatsApp funciona con intermitencias, pero WeChat va como la
seda; y para el correo electrónico nada mejor que una de las características
direcciones numéricas que proporciona QQ.
Hasta hace poco, la estrategia de China en
Internet era meramente defensiva: la Gran Cibermuralla impide el acceso a
páginas en las que el Gobierno considera que se almacena contenido inadecuado,
un cajón de sastre en el que caben desde periódicos de información general como
EL PAÍS hasta portales de pornografía, y filtra el resto de webs en busca de
palabras clave y de direcciones IP prohibidas para determinar si existe
peligro. En caso afirmativo, rompe la conexión del usuario con la página web.
Es un sistema muy efectivo para mantener a la población china libre de
cualquier influencia política o social procedente del exterior, y también ha
propiciado el auge de empresas de Internet chinas en detrimento de las
extranjeras a las que han copiado en muchas ocasiones. Pero el muro no está
exento de fisuras.
La más grande es la que abren las redes
virtuales privadas (VPN en sus siglas en inglés), que se crean gracias a una
tecnología que permite conectarse a servidores fuera de China para acceder a la
Red sin las restricciones que impone Pekín. Además, este sistema, que también
utilizan muchas empresas de todo el mundo por razones de seguridad, enmascara
la dirección IP del usuario y hace que sea más complicado seguirle el rastro
por el ciberespacio. Diferentes empresas ofrecen este tipo de servicios en
China, donde una amplia comunidad de expatriados, empresarios, e incluso
académicos pagan por saltar la Cibermuralla.
No obstante, después de haber hecho la vista
gorda durante años, en 2014 Pekín advirtió de que este software es ilegal y
comenzó a bloquear los servidores de las VPN, una medida que no solo dificulta
el establecimiento de las redes privadas sino que complica también
transacciones empresariales legítimas. Y ahora ha decidido atajar también otro
de los grandes quebraderos de cabeza de los censores: las páginas que sirven de
espejo para otras que están bloqueadas. Reproducen el contenido de las primeras
y lo alojan en dominios que no están vetados por las Autoridades, de forma que
los internautas chinos pueden acceder a ellas sin problema. O, mejor dicho,
podían. Porque, según el detallado informe publicado el pasado día 10 por Citizen
Lab, un instituto de la Universidad de Toronto, China ha desarrollado durante
el último año un sistema ofensivo que puede cambiar por completo el
funcionamiento de la Red en el mundo: es el Gran Cañón.
Se trata de un arma que sirve para atacar a
páginas web, independiente de dónde estén alojadas, y lograr así que dejen de
reflejar aquellas que incomodan al gobierno chino. Buen ejemplo de cómo
funciona el sistema es la ofensiva que lanzó a finales de marzo contra GitHub,
una biblioteca de código para programadores en la que GreatFire, una
organización de expatriados chinos contra la censura, alojó varias webs espejo
de medios de comunicación bloqueados en China. En un principio se creyó que se
trataba de un ataque de negación de servicio (DDoS) al uso, pero el detallado
análisis de Citizen Lab ha demostrado que fue algo diferente, mucho más
sofisticado. El Gran Cañón se descubrió a sí mismo cuando interceptó una
pequeña parte del tráfico que se genera el extranjero con destino al buscador
Baidu -en torno al 1,7%- y lo redirigió a GitHub cargado con código malicioso.
“Aunque la infraestructura del ataque es adyacente a la Cibermuralla china, el
ataque fue lanzado desde un sistema ofensivo separado, con diferentes
capacidades y diseño”, concluyen los investigadores de Citizen Lab.
Según explicó en una entrevista concedida a CNN
uno de los autores del estudio, Bill Marczak, el Gran Cañón no sólo puede
atacar páginas web con código maligno e incluso poner en la diana las
direcciones IP de usuarios individuales; con pequeñas modificaciones, también
sirve para espiar fuera de las fronteras del gigante asiático: “Cualquier
petición que un ordenador haga a un servidor en China, aunque sea simplemente a
través de una página que muestra publicidad que se carga desde allí, puede ser
secuestrada para espiar a los usuarios si no está completamente encriptada”,
dijo. El informe concluye que el Gran Cañón, similar al sistema QUANTUM de la
Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, “representa una notable escalada
en el control de la información a nivel del Estado”, y añade que “supone la
normalización del uso generalizado de un sistema de ataque para imponer la
censura” en Internet y es “un precedente peligroso”.
Un directivo de un importante fabricante chino
de teléfonos móviles, que habla con EL PAÍS bajo condición de anonimato,
reconoce que el control sobre toda la información que circula en la Red se ha
incrementado desde que el presidente Xi Jinping llegó al poder, en marzo de
2013. “Por un lado se nos prohíbe la inclusión de todos los servicios que
proporciona Google, a pesar de que utilizamos su sistema operativo Android. Por
el otro, tenemos que proporcionar toda la información que tenemos sobre la
actividad de nuestros usuarios”, cuenta. De hecho, ahí reside uno de los
principales puntos de fricción entre el gobierno chino y las empresas
extranjeras de Internet. “Algunas, como Google, se niegan a cumplir la
legislación local y no proporcionan información privada de sus usuarios,
mientras que todas las empresas chinas lo hacen sin ningún tipo de problema
porque de lo contrario se les acaba el negocio”, apunta el empresario, que
considera estos ataques el preludio de una posible guerra cibernética.
Sin llegar a ese extremo, esta coyuntura puede
resultar especialmente dañina para la innovación en China. De hecho, la mayor
parte de las empresas lamenta la imposibilidad de acceder a un Internet libre y
critica los obstáculos que China pone en la Red por el negativo impacto que
tiene en sus cuentas de resultados. De hecho, según un informe interno de la
Cámara de Comercio Europea, el 86% de las compañías encuestadas considera que
las restricciones afectan negativamente al negocio, y un 80% cree que la
situación ha empeorado desde que comenzó el año. “No es solo un inconveniente
para las personas, también tiene un oneroso costo que muchas empresas cada vez
tienen más dificultad en aceptar”, dijo el presidente de la institución, Jorg
Wuttke, durante la presentación del estudio. “No es sólo un problema para los
negocios extranjeros, sabemos que muchas empresas locales están igual de
frustradas”, añadió.
Y los negocios no son los únicos que sufren.
Esa frustración la comparten también académicos chinos, que tienen grandes
dificultades para acceder a trabajos e investigaciones que son clave para el desarrollo
científico del país. “En primer lugar, muchos de los artículos que busco no
aparecen en Baidu, así que tengo que conectarme a la VPN para buscarlos en
Google. Luego descargarlos es una tortura, porque la conexión se ralentiza
muchísimo. Debido a la situación de Internet en China perdemos tiempo y somos
menos competitivos”, sentencia un investigador de la Universidad de Fudan que
tampoco quiere ser nombrado. El informe de la Cámara de Comercio Europea añade
que un 13% de las empresas consultadas han decidido no establecer en China sus
centros de Innovación y Desarrollo por esa razón. “Es incomprensible que
vayamos hacia atrás en el ciberespacio”, apostilla el investigador.
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