Las insospechadas desventajas de
ser muy inteligente
BBC Mundo - abril de 2015
Si la
ignorancia da la felicidad, ¿es la inteligencia sinónimo de tristeza? La
opinión general parece decir que sí.
A pesar de las ventajas que tiene ser más listo
que los demás, la realidad es que poseer un coeficiente intelectual alto no
está relacionado directamente con tomar mejores decisiones, de hecho, muchas
veces puede implicar exactamente lo contrario.
La búsqueda de la inteligencia ha sido una
constante a lo largo de la historia, pero, ¿qué pasaría si esa búsqueda ha sido
en vano?
Los primeros pasos por identificar a los más
inteligentes de entre nosotros se dieron hace casi un siglo, cuando una prueba
del coeficiente intelectual (CI) empezó a ganar popularidad.
En 1926 el psicólogo Lewis Termin
decidió usar esta prueba para estudiar a un grupo de niños superdotados, muchos
con más de 170 de CI, que fueron conocidos como los Termitas.
Como era de esperar, muchos de
los niños que participaron en el experimento alcanzaron fama y fortuna a lo
largo de sus vidas, pero otros eligieron profesiones mucho más humildes, como
policía, marinero o mecanógrafa.
Además, la felicidad tampoco
estaba asegurada para los más inteligentes.
Los niveles de divorcio,
alcoholismo o suicidio eran igual que los de las personas normales.
La conclusión que se pudo sacar
de los Termitas es que, mirando el lado positivo, un gran intelecto no implica
ninguna diferencia a la hora de medir la felicidad, y mirando el lado negativo,
puede significar una menor satisfacción con la vida.
¿Por qué entonces los beneficios
de un coeficiente superior no se amortizan a largo plazo?
Una carga pesada
Una de las posibles respuestas es
que el mismo conocimiento de tu propio talento se puede convertir en una carga
a la que estar atado.
En los años 90 del siglo pasado
se les preguntó a los Termitas que sacasen conclusiones sobre su vida, y en vez
de reconocer sus éxitos muchos parecían tener la sensación de no haber cumplido
con las expectativas que tuvieron de jóvenes.
Otra queja recurrente es que los niños
superdotados parecen ser más conscientes de los problemas del mundo.
Mientras que la mayor parte de nosotros no
sufrimos demasiado de angustia existencial, la gente más inteligente se
preocupa más por la condición humana o se angustia con la estupidez de los
demás.
La preocupación constante puede ser, además,
signo de inteligencia.
Estudios demostraron que aquellos con un alto
coeficiente intelectual se preocupan más y sufren mayores niveles de ansiedad a
lo largo del día.
Pero la ansiedad no proviene de plantearse las
grande preguntas existenciales, sino de preocupaciones mundanas que los más
inteligentes tienden a replantearse una y otra vez.
Puntos ciegos mentales
La realidad es que una mayor inteligencia no se
equipara con una mayor capacidad para tomar decisiones adecuadas; de hecho en
algunos casos puede provocar que las decisiones sean incluso peores.
Keith Stanovich, de la Universidad de Toronto,
se ha pasado la última década haciendo pruebas de racionalidad, y ha
descubierto que la capacidad de tomar decisiones de forma correcta no está
relacionada con la capacidad intelectual.
La gente con un alto coeficiente intelectual
tiende de hecho a tener un "punto ciego de la parcialidad", lo que
provoca que sean incapaces de ver sus propios defectos y de que se guíen mucho
por sus instintos.
Aunque Stanovich cree que esta parcialidad se
puede observar en todos los estratos sociales.
"En la sociedad hay mucha gente haciendo
cosas irracionales a pesar de poseer un nivel de inteligencia más que
adecuado", afirma.
Entonces, si la inteligencia no lleva a tomar
mejores decisiones, ¿qué lo hace?
Igor Grossman, de la Universidad de Waterloo en
Canadá, afirma que tenemos que recuperar un viejo concepto: el de sabiduría.
Sabiduría frente a inteligencia
La idea de Grossman tiene una mayor base
científica de lo que pueda parecer en un primer momento.
"Si uno se fija en la definición de
sabiduría, mucha gente coincide en que es la capacidad para tomar decisiones de
una forma imparcial", afirma el científico.
En uno de sus estudios Grossman comprobó que
aquellos con mejores resultados en pruebas de sabiduría también tenían una
mayor satisfacción con la vida, mejor calidad en sus relaciones y menores
niveles de ansiedad.
Una mayor capacidad de razonamiento incluso
parece llevar a vivir más.
Pero Grossman descubrió que todas estas
cualidades no tenían relación alguna con el CI.
"La gente muy inteligente suele generar,
muy rápidamente, argumentos apoyando sus razonamientos, pero suelen hacerlo de
una forma muy parcial", asegura.
De todas formas parece ser que la sabiduría no
está tan determinada, independientemente por nuestro coeficiente intelectual.
"Soy un firme creyente en que la sabiduría
puede entrenarse", dice Grossman.
Con un poco de suerte la inteligencia no se
interpondrá en el camino.
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