Las nuevas dolencias por la adicción al móvil,
whatsapp, internet...
La Vanguardia - sábado, 25 de abril de
2015
Nomofobia, diógenes digital, llamada
imaginaria, síndrome del doble check, cibercondria, cibermareo, whasapitis...
La fiebre por bautizar estados de ánimo, conductas o, en los casos más graves,
trastornos propiciados por las nuevas tecnologías o modernos canales de
comunicación parece no tener techo. "Todo esto recuerda a lo que ya pasó
en la época de la colonización", afirma Ferran Lalueza, profesor de
Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "En este asunto
hay una parte de literatura fantástica y preocupa que desde algunos medios se
esté dando una visión casi apocalíptica del tema, como si todos fuésemos a
engancharnos a una nueva tecnología", indica Facund Fora, psiquiatra del
Centro Médico Teknon. "Estamos en la era del etiquetado masivo de
síndromes y trastornos. Todo se convierte en patológico y todo es susceptible
de ser medicado", afirma Sara Velasco Ortuño, psicóloga de la Universidad
de Granada, experta en el tratamiento de adicciones.
Para estos expertos es, sin embargo, un error
hablar de "enfermedades" cuando uno se refiere a estas nuevas
conductas propiciadas por las nuevas tecnologías. "Detectamos problemas
que ya existían muchos antes, pero que hoy pueden agudizarse con el uso de esos
nuevos canales de información y comunicación", recalca José María
Martínez-Selva, catedrático del Psicobiología de la Universidad de Murcia.
"El término trastorno tal vez sería más adecuado que enfermedades",
coincide el psiquiatra Facund Fora. Y lanza un mensaje tranquilizador: "No
deberíamos llegar a preocuparnos, porque no va a haber una epidemia de
problemas, pero eso no quita que debamos de tener muy presente que la forma en
que nos relacionamos con las nuevas tecnologías es un tema al que hay que prestar
cada día más atención". Llegados a este punto Sara Velasco considera
"que lo importante es recalcar el hecho de que la mera existencia de estos
adelantos, que tanto nos favorecen, nos facilitan la vida y derriban barreras,
no son sinónimo de peligro, pero sí puede generar problemas en la conducta de
las personas si se hace un uso inadecuado de los mismos".
Los trastornos severos raras veces llegarán,
por lo tanto, por el impulso de mirar constantemente el teléfono aunque no se
espere ninguna llamada ni mensaje importante, ni por la ansiedad momentánea que
puede generar olvidar coger el aparato cuando se sale de casa. "Los
trastornos severos se constatan cuando hablamos de tecnoadicciones, que van en
dos sentidos. Uno es la adicción a videojuegos en adolescentes y adultos
jóvenes, que sí es una realidad nueva. Y el otro es el trasvase a la red de
adicciones de toda la vida, las llamadas "adicciones sin sustancias":
a los juegos de apuestas, al sexo o compras compulsivas. Internet las fomenta
porque disminuye las barreras y facilita estos comportamientos al no existir
por ejemplo límites de tiempo o distancias que recorrer para conseguir
algo", alerta José María Martínez-Selva.
Estas situaciones relatadas por el catedrático
de Psicobiología de Murcia nada tienen que ver con el uso natural y cotidiano
del teléfono móvil por millones de ciudadanos. Aunque esa "literatura de
fantasía" a la que se refería Facund Fora puede llegar a generar
preocupación entre los usuarios. Ferran Lalueza lo explica con un ejemplo:
"Si estoy esperando una llamada importante y en algún momento,
equivocadamente, me parece escuchar el timbre de mi móvil o incluso creo
sentirlo vibrar en el bolsillo de mi americana, de entrada esta percepción
errónea no me genera preocupación alguna. En cambio, cuando alguien alude al
PRS (phantom ringing syndrome) o al PVS (phantom vibration syndrome), empiezo a
asustarme, incluso sabiendo que dos tercios de los usuarios de móvil hemos
experimentado alguna vez esta sugestión sensorial".
Sara Velasco insiste en que las nuevas
tecnologías "sólo son dañinas si se hace un mal uso de las mismas". Y
en esa comunidad de la comunicación instantánea por esos canales lo que más
preocupa actualmente a esta psicóloga es "visualizar un mundo donde tanto
jóvenes como adultos, no se comunican cara a cara, donde ya no se llama por
teléfono, donde nos disfrazamos en internet para ser quien queremos ser, donde
'amigo' se contabiliza en las redes sociales".
A Martínez-Selva también le preocupan casos,
que él ha diagnosticado, de personas que sufren estrés laboral porque son
incapaces, al estar siempre en línea, de desconectar de sus trabajos. O
problemas de sueño de menores y adolescentes que pasan horas ante una pantalla.
El psiquiatra Facund Fora revela, por su parte, que "en las consultas
vemos cada vez más jóvenes que están sustituyendo la vida social real (salir,
pasear, tomar algo, hablar, practicar alguna actividad¿) por una vida virtual:
se pasan horas en las redes sociales o jugando o viendo series, en detrimento
de una vida familiar y social saludable". Son los casos más extremos, por
los que sí hay que preocuparse.
Y así lo recalcan estos expertos en psicología
y adicciones. El mal uso de esos nuevos canales de información y comunicación
puede generar conductas desadaptativas. "Serían aquellas que limitan a la
persona cuando le impiden relacionarse de manera funcional y saludable con su
medio, cuando le resta tiempo para lo que antes era importante, cuando la merma
en sus responsabilidades, cuando esa nueva tecnología se convierte en una
obsesión y ocupa la mayor parte de su tiempo", indica Sara Velasco.
Ferran Lalueza no niega, por su parte, que
"las nuevas tecnologías están alterando nuestro comportamiento, ni que sea
por el hecho de que nos abren posibilidades hasta ahora inexistentes. Modifican
nuestra forma de comunicarnos, de relacionarnos, de aprender, de trabajar, de
informarnos, de divertirnos...". Pero considera que, "si cada vez
damos más cancha a la tecnología para desarrollar las actividades que llevamos
a cabo, será que asumimos que los beneficios que nos aporta superan con creces
los potenciales daños colaterales que puedan generar". Este profesor de
Comunicación de la UOC no cuestiona, quiere dejar claro, "la conveniencia
de tomar conciencia de los riesgos asociados a ciertas prácticas y de potenciar
su prevención". Pero lo que no puede compartir, asegura, "es caer en
el alarmismo permanente".
El psiquiatra del Centro Médico Teknon Facund
Fora recuerda que "las obsesiones y las adicciones ya se daban en tiempos
prehistóricos. Con las nuevas tecnologías cambian, simplemente, los medios y
las formas. Por tanto, vamos a ir viendo nuevos problemas o trastornos en
relación al uso de las nuevas tecnologías que vayan surgiendo pero, en el
fondo, nada ha cambiado desde hace miles de años, cuando alguien descubrió que
la necesidad de estar mascando o fumando hojas le impedía salir a cazar con el
resto del grupo o vigilar la cueva en la que vivían. Con el tiempo van
cambiando las necesidades, pero no las personas ni lo que somos". Así que
etiquetar de inmediato todas las nuevas conductas que van surgiendo no parece
ser la mejor receta para prevenir comportamientos hasta ahora desconocidos.
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