¿Riqueza o pobreza? La respuesta
en una parábola
FORBES - martes, 29 de diciembre de 2015
Es una parábola que pone al
descubierto que tenemos “la obligación” de generar abundancia y ganancia, con
base en nuestras capacidades. ¿Qué lo puede impedir?
Las parábolas han existido desde
el comienzo de los tiempos y son una forma poderosa y original de enseñanza.
Existen en todas las culturas. Y
en ellas se comparten valores y aprendizajes que definen la mayor parte de nuestras
creencias actuales y esquemas de valor.
Son enseñanzas que obedecemos de
forma consciente o inconsciente, y que en ocasiones poco nos detenemos a
analizar. Esto, por condicionamiento, ya que la mayoría de ellas nos han sido
enseñadas desde una perspectiva dogmática o religiosa, conduciéndonos, aun sin
saberlo, por un camino a ojos cerrados, un camino de fe, donde lo que se
plantea “no se debe cuestionar”.
En muchas parábolas y enseñanzas
religiosas se atribuyen ciertas cualidades y características a los hombres,
para mostrar y demostrar –en el relato mismo– aprendizajes diversos de cómo se
debería pensar, sentir o actuar.
Dos de las cualidades más
ensalzadas, por distintas religiones, son la sencillez y humildad, cualidades
positivas que en sí mismas no tendrían por qué cuestionarse.
La problemática se presenta
cuando en la religión se las atribuye con mucho más ahínco al hombre pobre, a
quien constantemente se le consagra con un “lugar en el reino de los cielos”,
como retribución a soportar las tentaciones de la vida (dadas por los placeres
terrenales mucho más accesibles para los que gozan de riquezas).
Esto lleva a presuponer, de
manera directa, que ambas cualidades no las puede tener el hombre rico, como si
por el hecho de ser rico no pudiera tener rectitud, sencillez y humildad, ya
que siempre se le pinta como malhechor, abusivo y malintencionado, y, por
consecuencia, es malo.
Así se interpretan de formas
distintas las escrituras en distintas religiones.
Todo se destina a un fin de
interpretación, cuando en la realidad hasta nos sorprenderíamos de saber cómo
–de acuerdo con el idioma o lineamiento interpretativo– un mismo versículo
puede tener caminos incluso contrarios.
Por ello me di a la tarea de
encontrar en la Biblia (el libro con mayor cantidad de impresiones en el mundo)
una parábola que proclamara la abundancia, la generación de riqueza y la
prosperidad, además de situar entre los hombres diferencias de posición
económica, rescatando, al final, al hombre que genera riqueza.
Mi intención última era que este
hombre poseyera esa riqueza y fuera suya, pero tras no encontrar esa forma,
esta fue la parábola más cercana.
Pues bien, ahora digo, por una
interpretación poderosa, que nos lleve a la abundancia y grandeza que la Biblia
lo proclama, que la Biblia ensalza la productividad, la generación de riqueza y
la multiplicación del dinero, mostrando valores, en esta parábola, que obligan
al hombre a generar más y más riqueza.
Quien crea lo contrario, no ha
leído la parábola de los talentos del libro de Mateo. Por ello me permito
compartirles esta parábola de enseñanza sobre la riqueza y lo que hacemos con
lo que se nos da.
Parábola de los talentos
14Porque el reino de los cielos
es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus
bienes.
15A uno dio cinco talentos, y a
otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue
lejos.
16Y el que había recibido cinco
talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
17Asimismo el que había recibido
dos, ganó también otros dos.
18Pero el que había recibido uno
fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19Después de mucho tiempo vino el
señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
20Y llegando el que había
recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco
talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre
ellos.
21Y su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el
gozo de tu señor.
22Llegando también el que había
recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros dos talentos sobre ellos.
23Su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el
gozo de tu señor.
24Pero llegando también el que
había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que
siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25por lo cual tuve miedo, y fui y
escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26Respondiendo su señor, le dijo:
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde
no esparcí.
27Por tanto, debías haber dado mi
dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los
intereses.
28Quitadle, pues, el talento, y
dadlo al que tiene diez talentos.
29Porque al que tiene, le será
dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30Y al siervo inútil echadle en
las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Reflexión
Una parábola interesante que pone
al descubierto que el hombre tiene “la obligación” de generar abundancia y
ganancia, de acuerdo con sus capacidades.
Aunque los “talentos” se refieren
a las monedas de oro que se les ha otorgado, me gusta pensarlos tanto de esa
manera como de forma textual, como las capacidades y habilidades que cada uno
de nosotros poseemos, y que nos diferencian del resto.
Desde esta perspectiva o lectura,
podríamos preguntarnos ¿qué tanto generamos con nuestros talentos? Y
apegándonos a la parábola, si hoy se nos pidieran cuentas de lo que generamos
con nuestros talentos, ¿qué tanto hemos hecho?
Algo que es muy interesante es
que, por principio, se les da distinta cantidad de “talentos” a cada uno de los
siervos, lo que nos lleva a pensar que no todos tenemos lo mismo, y que no
tendría por qué ser de una u otra forma, pues a unos se les otorga más y a
otros menos.
Pero lo que, de manera personal,
me parece que lo más importante de la historia es:
El siervo que no genera, lo hace
“por temor”, un temor a perder lo que se le da y a ser sancionado. Y es esto,
“el temor”, lo que lo detiene y lo que le hace mantenerse al margen de la
generación de riqueza. Por ello, al final, es confinado a las tinieblas, por
inútil.
Se resalta la utilidad económica
y la capacidad del individuo para generar más con lo que se le da, ya que el
fruto debe ser también semilla y dar ganancias.
Para mí, todo se reduce a una
frase, como principal aprendizaje: Olvidarnos del temor y generar más con lo
que se tiene. Principio de riqueza absoluta.
¿Y tú, hasta cuándo perderás tus
temores y generarás más?
Alejandro Meza-Coach fundador de
Impulso Humano México. Desarrollador de metodologías poco convencionales en
Coaching y Capacitación para organizaciones y empresarios.
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