El impacto de la era de tasas
bajas sólo se verá en el futuro
The wall street journal- Viernes,
18 de Diciembre de 2015
La Reserva Federal siempre supo
que su campaña sin precedentes para impulsar el empleo podría tener
consecuencias desagradables. Conforme la campaña llega a su fin, esos efectos
secundarios se están haciendo sentir.
Siete años de tasas de interés
cercanas a cero llevaron a los inversionistas a colocar su dinero en deuda
corporativa, bonos de mercados emergentes y bienes raíces comerciales, todo en
busca de una mayor rentabilidad. Ahora que ese dinero barato ha comenzado su
retirada, el costo de endeudarse sube y los mercados se tornan inciertos.
El gran interrogante es si esto
será un trastorno transitorio, con consecuencias sobre todo para Wall Street, o
la punta de un iceberg más peligroso.
En este momento, lo más probable
es que sea transitorio. Sin embargo, la historia aconseja cautela: la escala y
la naturaleza de las distorsiones provocadas por la política de flexibilización
monetaria de Estados Unidos pueden tardar en aparecer.
Históricamente, la inflación era
el riesgo al que trataba de responder la Fed con las tasas de interés bajas.
Esta vez, la Fed en realidad le daría la bienvenida a una mayor inflación, que
se ha mantenido consistentemente por debajo de su meta de 2% anual. En los
últimos años, su mayor preocupación ha sido que las tasas bajas pudieran
alimentar burbujas de activos insostenibles. La conclusión a la que ha llegado
es que el impulso al empleo que logró con el dinero fácil superaría el
potencial daño de un posterior estallido de una burbuja.
Es una apuesta calculada. El daño
causado por perturbaciones financieras es mucho menos previsible que el causado
por la inflación, porque las implicaciones de aquellas quedan a la vista sólo
bajo estrés.
Janet Yellen, presidenta de la
Fed, es optimista. A pesar de la reciente turbulencia en los mercados de bonos,
las condiciones financieras respaldan el crecimiento, dijo el miércoles.
Dos precedentes ofrecen algunas
lecciones. A principios de 1994, la Fed comenzó a elevar las tasas después de
mantenerlas en 3% durante más de un año. Eso desencadenó una gran ola de ventas
de bonos que causó una sangría en Wall Street y, a finales de año, la
bancarrota del Condado de Orange en California. Sin embargo, la economía en
general apenas registró algún impacto.
En 2004, la Fed comenzó a elevar
las tasas después de mantenerlas en 1% durante un año. Tres años después,
comenzó la crisis de las hipotecas de alto riesgo, y la economía cayó en su
peor recesión desde los años 30.
En ambas ocasiones, la Fed fue
sólo uno de los muchos factores en juego. La ola de ventas de 1994 se vio
agravada por un aumento en los rendimientos de los bonos japoneses y la
cobertura de hipotecas en EE.UU. que extendió el efecto de las políticas de la
Fed a los bonos del Tesoro. En la década de 2000, el ahorro extranjero, en
particular de China, inundó EE.UU., contribuyendo al freno de las tasas de
interés. Las bajas provocaron una burbuja en el precio de la vivienda. Los
ingenieros financieros de Wall Street se pusieron entonces a trabajar e
hicieron que las hipotecas a deudores cada vez más riesgosos parecieran
seguras. Las consecuencias económicas no emergieron hasta 2007, cuando la Fed
ya había terminado el ajuste de tasas.
Hoy, además del ajuste de tasas
de la Fed, la desaceleración de la economía china y la producción de crudo sin
restricciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo han hundido
los precios de las materias primas, golpeando a las economías emergentes y a
las empresas estadounidenses que se endeudaron fuertemente para bombear
petróleo de esquisto en EE.UU. Nadie sabe cómo estos factores pueden
interactuar con cualesquiera que hayan sido los desequilibrios que se han
acumulado a lo largo de siete años de tasas cercanas a cero.
“Nunca se puede decir que una
burbuja o una crisis tenga una causa única”, dice Jim Bianco, de Bianco
Research, un veterano que ha visto auges y caídas de Wall Street durante 30
años. “Pero un tema común es una luz verde para la toma de riesgos, y una
manera de conseguir esa luz verde es que el banco central dé dinero ultrabarato
y que lo anime a hacer algo con él”.
La Reserva Federal baja las tasas
para estimular los préstamos y, a su vez, impulsar el empleo y los precios. No
obstante, tiene poco que decir acerca de quién toma prestado. El flujo de
préstamos a los compradores de viviendas y pequeñas empresas de menor
calificación crediticia se vio obstaculizado por la débil demanda, una mayor
prudencia de los bancos y nuevas regulaciones.
A modo de contraste, el torrente
de crédito ha fluido hacia las empresas de EE.UU. y los mercados emergentes.
Los préstamos de los bancos a las empresas apalancadas se han agrupado en la
categoría “obligaciones de deuda con garantía” (CLO, por sus siglas en inglés).
Una gran parte de los préstamos que figuran en los libros como CLO tienen una calificación
apenas superior a CCC, un nivel al que las compañías son consideradas
vulnerables a una cesación de pagos. Si tan sólo una fracción de esa cartera
sufriera una rebaja de su calificación, la demanda de créditosde las CLO caería
drásticamente, advirtió Ellington Management Group, una gestora de fondos de
cobertura. “El acceso al crédito para las empresas más débiles disminuiría
significativamente”, dice Rob Kinderman, de Ellington.
Entre 2009 y 2014 los
inversionistas volcaron US$973.000 millones en fondos de bonos empresariales y
US$219.000 millones en fondos que cotizan en bolsa (ETF, por sus siglas en
inglés) compuestos por deuda corporativa, según Thomson Reuters Lipper. Ahora,
algunos de esos flujos se están revirtiendo.
Las empresas, en su mayoría, no
usaron el dinero para expandir sus operaciones comerciales, sino para comprarse
unas a otras, además de sus propias acciones. Sólo este año, las empresas
estadounidenses han tomado prestado US$327.000 millones para financiar fusiones
y adquisiciones, según Thomson Reuters, más del doble del anterior récord
anual, de 2012. La deuda de las empresas equivale ahora a 70% del Producto
Interno Bruto de EE.UU., superando su máximo previo a la recesión.
Eso alarma a los reguladores. El
Departamento del Tesoro, en su informe anual de estabilidad financiera,
advirtió que tasas más altas y la ampliación de los diferenciales entre las
tasas de las empresas y los bonos del Tesoro “pueden crear riesgos de
refinanciamiento, exponer debilidades en entidades altamente apalancadas, y
potencialmente precipitar un ciclo más amplio de defaults”. El grado de
endeudamiento acumulado desde la crisis significa que “incluso una modesta tasa
de incumplimiento podría conducir a pérdidas absolutas más grandes que en los
ciclos anteriores de cesación de pagos”.
El apalancamiento se alimenta a
menudo de la confianza de los inversionistas en que su dinero está seguro. Hace
una década, pensaban que valores con calificación AAA y los seguros reportos a
un día nunca caerían en default, del mismo modo que creían que las acciones de
los fondos mutuos que invierten en el mercado monetario siempre mantendrían su
paridad con el dólar. De hecho, muchos de los valores entraron en default, hubo
una corrida en los reportos y los fondos de dinero perdieron su paridad.
Esta vez, la ilusión ha sido
alimentada por las promesas de los fondos de inversión y los ETF de que los
inversionistas podrían canjear sus acciones diariamente o durante la jornada
por cerca del valor subyacente de los fondos. Sin embargo, estos tienen bonos
que son cada vez más difíciles de transar conforme los operadores se muestran
menos dispuestos a incluirlos en sus libros.
Las tasas bajas han tenido un
impacto aún mayor en los mercados emergentes que en EE.UU.; sus empresas han
acumulado US$3,4 billones de deuda denominada en dólares, más del doble del
nivel previo a la crisis, según el Banco de Pagos Internacionales. A medida que
las monedas de esos países se deprecian, esas deudas se vuelven más difíciles
de pagar.
Estos signos de advertencia se
deben tomar en su contexto. La mayoría de los violentos giros del mercado no
conducen a una crisis. La crisis financiera global fue el reflejo de una rara
confluencia de factores: no sólo de tasas bajas e ingeniería financiera, sino
también de débiles regulaciones e instituciones financieras altamente
apalancadas. Los bancos tienen hoy mucho más capital, los volátiles préstamos a
corto plazo son menos frecuentes y los reguladores vigilan más, en algunos
casos, posiblemente demasiado.
“Ahora tenemos un sistema financiero
mucho más resistente de lo que teníamos antes de la crisis financiera”, dijo
Yellen el miércoles. Muchas empresas, añadió, han reducido sus pagos de deuda y
su dependencia de la deuda a corto plazo.
Incluso si el flujo de crédito a
las empresas se secara bruscamente, eso podría no tener demasiadas
consecuencias económicas. Una década atrás, las hipotecas financiaron la compra
de viviendas y un montón de otros gastos. Como contraste, la deuda empresarial
era alimentada por las fusiones y la recompra de acciones. La restricción del
crédito podría por lo tanto poner en peligro los precios de las acciones, que
ya están altamente valuadas, pero no necesariamente la inversión, o la
economía.
Cuanto más se estresen los
mercados, más reacia se volverá la Fed a subir las tasas adicionalmente. Ya sea
que en última instancia se arrepienta o no de haber esperado tanto para ajustar
el cinturón, eso no se sabrá hasta que sea demasiado tarde.
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