La historia detrás de la estatua de un
futbolista más alta del mundo
The wall
street journal Diciembre de 2015
BUENOS AIRES—Los argentinos son
dados a hacer afirmaciones superlativas. Su país produce “la mejor carne del
mundo”, tiene “la avenida más ancha del mundo” y su compatriota, el Papa Francisco,
es “el mejor papa de todos los tiempos”.
Ahora tienen algo más de qué
presumir: una estatua de bronce que según algunos es la más alta del mundo de
un jugador de fútbol.
El 6 de noviembre, una estatua de
6,7 metros y 6,3 toneladas de la leyenda del fútbol argentino Ángel Labruna fue
presentada en el Estadio Monumental de River Plate, al que muchos en esta
ciudad llaman “el mejor club de fútbol de la historia”.
Los hinchas de River idolatran a
Labruna por, entre otros logros, el máximo goleador del fútbol argentino.
La enorme estatua de bronce fue
una idea concebida por Carlos Trillo, un cirujano plástico que tal vez sea el
hincha de fútbol más apasionado del mundo. Su objetivo era superar la estatua
de Carlos Valderrama en Santa Marta, Colombia, que era previamente la más alta
del mundo, y ayudar al equipo a salir de un bajón.
Trillo, de 48 años, ayudó a
financiar la estatua de Labruna y pidió específicamente que superara la de “El
Pibe” Valderrama, la estrella colombiana de los años 80 y 90. La estatua
colombiana mide oficialmente 6,5 metros. Trillo dice que no hay duda de que el
bronce de Labruna es la más grande del mundo de un futbolista.
Al igual que algunas de las otras
afirmaciones de Argentina, es difícil confirmar la estatura de la estatua.
Guinness World Records, que sí confirma que la Avenida 9 de Julio es la más
ancha del mundo, señala que no tiene una categoría para estatuas de jugadores
de fútbol. La FIFA dice que no tiene un registro de estatuas.
Trillo concede que en algún lugar
podría haber estatuas más grandes de futbolistas hechas de materiales más
baratos. De todos modos, la de “Angelito” es innegablemente grande. Por
ejemplo, es casi el doble de alto que la de Michael Jordan que se encuentra
fuera del United Center en Chicago. Sus zapatos son casi del tamaño de una
cabeza humana.
Trillo pasó casi dos años
pidiendo a hinchas de River que donaran llaves y otros objetos de metal para
fundirlos para la escultura. Más allá de las donaciones, Trillo dice que costó
más de US$150.000 hacerla, de cuyo total él costeó alrededor de 20% y el resto
provino de negocios locales y fanáticos.
“Sólo un loco como Carlos,
rodeado de muchos locos que tienen amor por River hicieron posible que con
estas llaves, con estas donaciones que hicimos todos, pudiéramos tener una
estatua de un monstruo, un fenómeno del fútbol argentino y de nuestro club”,
dijo el presidente de la institución, Rodolfo D’Onofrio, en la presentación.
Para muchos, Labruna es sin duda
el mejor jugador de los 114 años de historia de River. Posee el récord de goles
convertidos por un argentino en el fútbol local: 293 goles. Trillo baja su voz
al reconocer que Arsenio Erico, quien jugó durante la mayor parte de su carrera
en Independiente, también convirtió 293 goles, pero era paraguayo.
Erico, quien se retiró en los
años 40, tuvo durante décadas el título de máximo goleador, superando los 292
goles de Labruna. En 2008, sin embargo, después estudiar artículos de diarios
de un partido de 1941 en el que jugó Labruna, el Centro para la Investigación
de la Historia del Fútbol determinó que había anotado un gol más, con lo que
igualaba la marca de Erico. Los fanáticos de River estaban eufóricos, como si
su Ángel, quien murió en 1983, hubiera hecho un gol desde el cielo.
Trillo, quien se mudó a Buenos
Aires desde el interior hace casi un cuarto de siglo, dice que ha visto todos
los partidos de River salvo una docena. Ha realizado cirugías gratis a
jugadores de River por cosas como una nariz rota. “Si le sacaras un rayos X
verías una camiseta de River adentro”, dice Darío Debayle, un abogado y
fanático de River.
La estatua se remonta a una época
oscura del club. En 2011, River bajó a la segunda división durante un año. El
descenso fue devastador y dio pie a las burlas de los hinchas del rival de toda
la vida, Boca Juniors.
El descenso inspiró a Trillo y a
otros fanáticos a ayudar al equipo a recuperar su gloria mediante algún
simbolismo superlativo.
En 2012, decidieron crear la
bandera de fútbol más larga del mundo. Acudieron a los medios sociales para
juntar donaciones de telas rojas y blancas, los colores del club. Con dos
toneladas de tela, cosieron una bandera de casi 8 kilómetros que alrededor de
150.000 hinchas llevaron a lo largo de la ciudad en octubre de ese año.
Trillo cree que fue la bandera
más grande del mundo, aunque no hay formar de constatarlo. Guinness indica que
no tiene una categoría como esa.
En 2013, se dedicó a la estatua.
Junto con Mercedes Savall, una conocida escultora de Buenos Aires, produjo un
busto de mármol de Labruna. Después de que el museo del club lo exhibió, la
suerte cambió: ganó el Torneo Final en el primer semestre de 2014 y la Copa
Sudamericana más tarde.
Eso convenció a Trillo de que esa
era la forma de atacar. Instó a los hinchas a donar bronce y juntó cerca de
3.000 kilos de llaves, cruces y marcos de fotografías.
Máximo Jurcinovic, un sacerdote
fanático de River, cuenta que donó llaves y una campana. “Esto destaca lo mejor
de los fanáticos argentinos, que es su pasión y buen espíritu”, afirma.
“Demuestra que las cosas chicas nos pueden llevar a la grandeza”.
En febrero de este año, Trillo
estaba ayudando a erigir la estatua cuando parte de esta colapsó, cortando su
rostro y fracturando su hombro y cinco vértebras.
Pasaron otros ocho meses
corrigiendo la estatua. Savall, quien trabajó 27 meses en ella, cuenta que a
veces trabajaba día y noche, en parte porque estaba haciendo otras estatuas,
incluyendo una de la líder revolucionaria boliviana Juana Azurduy.
A Savall, quien dice que solía
pensar que el fútbol era para los incultos, se le llena los ojos de lágrimas cuando
habla de la estatua. “Labruna me enseñó mucho sobre la pasión, sobre el trabajo
en equipo, al entregarse a un sueño”.
Trillo donó la estatua al club
por 99 años. Para asegurarse de que sus descendientes mantengan la pasión,
colocó una cápsula de tiempo dentro con una carta para ellos. “Les pido sólo
dos cosas”, dice. “Primero, que deseo que sean hinchas de River. Segundo, que
vuelvan a donar la estatua a River por otros 99 años. Que se logró todo con
valores heredados de mis padres. Y lo resumo en una sola palabra: PASIÓN”.
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