La increíble vida del mayor timador británico:
el 'playboy' que estafó 46 millones
El Confidencial - viernes, 18 de
diciembre de 2015
El pasado año, tras pasar apenas tres años en
la cárcel, “Fast” Eddie Davenport fue liberado de la cárcel de Wandsworth, así
que echen la mano a la cartera, por si acaso. El inglés había dado con sus
huesos en la prisión tras estafar a lo largo de toda su carrera alrededor de 46
millones de euros. Pero no era la primera vez que pasaba una noche entre rejas
ni, mucho menos, la primera vez que había sido condenado. No le gusta demasiado
la prisión: como ya dijo en alguna ocasión, es “aburrido, porque no hay muchas
fiestas ahí”.
La vida de Davenport da para una
película de Martin Scorsese, aunque por ahora, tendremos que conformarnos con
un documental realizado por 'Vice' y en el cual da buena cuenta de sus
tropelías, de las que no está para nada arrepentido. La suya es una historia de
picaresca a lo 'Oliver Twist' mezclada con los excesos propios de los años
ochenta que bien define el signo de los tiempos que le tocaron vivir.
Organizador de fiestas, estafador y 'playboy' al mismo tiempo, Davenport es uno
de esos personajes inmorales más grandes que la vida. Un Bernard Madoff
canalla.
“La idea de que alguien es un
criminal porque se ha visto implicado en un crimen de cuello blanco no tiene
sentido”, explica en el documental. “Los crímenes de cuello blanco ocurren. Es
una pesadilla legal que está ahí, la gente se equivoca, comete un error, se
hace avariciosa. No es lo mismo que ser un criminal y no debería ser penalizado
de la misma forma. La cárcel es para la gente que ha robado a las viejecitas o
ha cometido una violación, no para alguien que ha cometido un delito
financiero”. Si Davenport consiguió escapar de la cárcel antes de cumplir los
siete años de prisión se debe a su precario estado de salud, debido a unos
problemas en el riñón que le obligaron a ser trasplantado. Sin embargo, parece
dispuesto a volver a su vieja vida como 'playboy' y juergista.
En la mansión Davenport
A pesar de haber saboreado la
comida de prisión, Fast Eddie no parece dispuesto a ocultar su forma de vida.
Su nombre fue durante dos décadas un habitual de los tabloides británicos y
aparecía siempre relacionado con fiestas sexuales exclusivas en su mansión de
Portland Place, en Maylebone, a las que acudían celebridades de alto standing.
Las 110 habitaciones de la propiedad eran el lugar ideal para celebrar fiestas,
rodar películas (es el caso de 'El discurso del rey' o del videoclip de 'Rehab'
de Amy Winehouse) o llenar la piscina con 1.000 litros de alcohol. Hoy en día,
y como ceremoniosamente muestra en el documental, se preocupa por preparar
hasta el más mínimo detalle de sus bacanales, aderezadas por condones,
lubricantes y juguetes sexuales para los 600 amigos que en ella van a
participar.
¿Cómo llegó alguien como Eddie,
simplemente el hijo de un rico restaurador, a convertirse en una de las grandes
figuras de la alta sociedad británica? Lord Davenport –adquirió el título a
principios de los noventa a la villa de Gifford– es, desde luego, un hábil
comerciante. A los 15 años comenzó a vender ropa en el mercado de Portobello, y
desde entonces, no ha parado. Poco después empezaría a organizar sus primeras
fiestas, que serían conocidas como los Bailes de Gatecrasher, uno de esos
nombres que durante los 80 harían erizar el vello de los sectores más
conservadores de la sociedad británica.
Se trataba de, como su nombre indica, bailes
organizados para los niños bien, especialmente para aquellos que estaban
internados en escuelas masculinas, y que tenían lugar en las casas de la
campiña inglesa. En ellas, que llegaron a concentrar hasta 10.000 estudiantes,
estos podían dar rienda suelta a sus instintos más bajos: sexo, drogas y música
pop para todos los públicos. Como lo describió 'The Daily Express' con
rimbombante retórica, se trata de fiestas de “lujuria desenfrenada entre las
Lolitas de clase alta y los Lotarios de escuela pública”. El negocio sería
increíblemente exitoso, con una facturación de alrededor de un millón de libras
anuales, pero como ocurrirá repetidamente a lo largo de la carrera de Davenport,
desaparecería después de que este se viese implicado en un caso de evasión de
impuestos.
Dinero por nada
El siguiente paso, en el albor de
la década de los noventa, se encontraba en el negocio de los clubes nocturnos y
la especulación inmobiliaria. Cómo no. Sus propiedades en el oeste de Londres
valían alrededor de 100 millones de libras, y gracias a ello, consiguió pegar
uno de los grandes golpes de su vida: engañar a la embajada de Sierra Leona,
que por aquel entonces se encontraba en plena guerra civil y necesitaba dinero
de manera urgente, para adquirir a precio de saldo su casa de Portland Place.
Aunque Davenport asegura que simplemente adquirió su parte de la propiedad,
desde Sierra Leona señalan que en realidad consiguió que malvendiesen su parte:
“Tiene un gran talento para depredar a los vulnerables. Ofrece una mano de
ayuda, pero antes de que te des cuenta, te ha arrebatado la tuya”.
Sus métodos son los del
especulador inmobiliario por excelencia. Como él mismo reconocía, su
procedimiento es comprar pisos baratos, hacerlos valiosos de nuevo y venderlos
a mejor precio. Gentrificación pura y dura. Muchos de sus inquilinos lo han
acusado de elevar el precio de arrendamiento de sus edificios con muy poco
tiempo de anticipación y de amenazarlos con el desahucio si no aceptaban los
términos. Sin embargo, el momento estelar de Davenport tuvo lugar entre 2005 y
2009, cuando organizó una estafa en la que obtuvo más de cuatro millones de
libras a partir de 50 supuestos préstamos que debían respaldarse con depósitos
que nunca recibieron ninguna rentabilidad. Es el caso que lo llevó a la cárcel
en 2011 y en el cual se vieron implicados, entre otros, Elizabeth Emanuel, la
diseñadora del vestido nupcial de Diana de Gales.
Davenport, por su parte, se
defendió no negando su culpabilidad en el caso, sino encogiéndose de hombros y
pasando la pelota a los culpables. “No había ninguno que no fuese un hombre de
negocios con experiencia. Estábamos dando préstamos a cambio de 10 mil libras,
así que no tiene sentido pensar que hubiese alguna persona vulnerable e
inocente entre ellas”, explica. “Terminé en un tribunal con un juez que tenía
un conocimiento muy básico de los negocios, que nunca había trabajado en ello y
que nunca había empezado una compañía. Parecía ser de la opinión de que yo era
un maestro de pista que controlaba a toda esa gente”. El que quiera su dinero
de vuelta quizá tenga que esperar hasta el 6 de enero para encontrar a
Davenport disponible, si es que su salud se lo permite: entre las leyendas que
le rodean se encuentra aquella de la Nochevieja de 1998 en la que el inglés y
dos amigos hicieron un 'simpa' de 18.000 libras después de una fiesta de cinco
días en un hotel escocés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario