Una moneda débil ya no tiene el impacto de
antes en las exportaciones
The wall
street journal-Lunes, 28 de Diciembre de 2015
Este año, los bancos centrales alrededor del
mundo relajaron la política monetaria con la esperanza de reducir el valor de
sus monedas e impulsar las exportaciones.
Esta clase de medidas provoca habitualmente
acusaciones cruzadas de guerra de divisas, en la que un país devalúa su moneda
para obtener una ventaja competitiva sobre sus vecinos. En esta ocasión, sin
embargo, tales temores se han desvanecido.
Una evidencia creciente apunta a una razón: un
cambio en la dinámica del comercio global amortigua el impacto de una moneda
barata.
La tendencia cobra mayor relevancia en momentos
en que las políticas monetarias de los bancos centrales más poderosos del mundo
—la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo— se encaminan
en direcciones opuestas, lo que posiblemente afectará el valor del dólar y el
euro.
Lo que ha cambiado es el lugar donde las
empresas consiguen los materiales que necesitan para fabricar los productos que
exportan. Tradicionalmente, los fabricantes encontraban la mayor parte de los
componentes que necesitaban en sus respectivos países. Ahora, los empiezan a
buscar en otros lugares. El resultado es que las exportaciones incorporan
muchas más importaciones.
Cuando una moneda como el euro se debilita, por
ejemplo, disminuye el precio de los bienes vendidos por los fabricantes
alemanes en EE.UU., pero también aumenta el costo de los insumos que las
empresas alemanas necesitan para producir tales exportaciones.
Medir el impacto de las cadenas globales de
suministro en los flujos comerciales es la tarea de un proyecto que realizan en
forma conjunta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Usando datos detallados de
países alrededor del mundo, los economistas de ambas entidades han medido la
cantidad de contenido extranjero en las exportaciones de cada país. Las cifras
confirman un incremento considerable a partir de mediados de los años 90. Por
ejemplo, el contenido foráneo de las exportaciones francesas pasó de 17% en
1995 a 25% en 2011, lo que refleja cambios parecidos en Europa.
Los economistas del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial han utilizado estos indicadores para
evaluar si los movimientos de divisas han tenido el mismo impacto que antes
sobre las exportaciones e importaciones. Los analistas descubrieron que el
efecto se ha reducido en una proporción que en algunos países llega a 30%.
Los gobiernos han comenzado a tomar nota. “A
medida que los países se vuelven más integrados verticalmente a través de las
cadenas de valor globales, las variaciones en los tipos de cambio tendrán un impacto
más reducido en los términos del comercio”, señaló en un reciente discurso en
California Benoît Coeuré, miembro del comité ejecutivo del Banco Central
Europeo. El funcionario concluyó que el proceso reducirá el papel de los
movimientos cambiarios como “amortiguadores” que trasladan la demanda desde las
economías fuertes a las débiles.
Japón ofrece la indicación más clara de que las
grandes depreciaciones de divisas no impulsan las exportaciones como antes. A
inicios de 2013, el Banco de Japón lanzó un gigantesco programa de estímulo que
aumentó la oferta de yenes y depreció la moneda frente al dólar y el euro.
La estrategia fue uno de los ejes de un paquete
de medidas orientadas a sacar a la economía de un prolongado período de
estancamiento. El debilitamiento del yen, sin embargo, tuvo un impacto limitado
sobre las exportaciones y no logró reactivar la economía. En busca de una
explicación, las autoridades japonesas apuntaron a la debilidad de la demanda
global, pero aunque estén en lo cierto, los exportadores japoneses tendrían que
haber ganado cuota de mercado.
Algo parecido ocurrió tras la decisión de enero
del BCE de iniciar un programa de flexibilización cuantitativa. El euro se
debilitó, al igual que el yen, y acumula una caída de alrededor de 20% frente
al dólar desde comienzos de 2014.
Se preveía que el lanzamiento de la
flexibilización cuantitativa apuntalara las exportaciones de la zona euro en
2015 y, de esta manera, estimulara el crecimiento económico. No obstante, el
impacto del debilitamiento de la moneda ha sido modesto. El crecimiento de la
zona euro fue frenado por un avance más rápido de las importaciones frente a
las exportaciones en el tercer trimestre, mientras que la producción industrial
se estancó.
Esto no quiere decir que los movimientos
cambiarios de cara a la divergencia de políticas monetarias entre la Fed y el
BCE no tendrán ningún impacto. Esa es una de las principales preocupaciones de
las empresas estadounidenses después de que la Fed elevó en un cuarto de punto
porcentual su tasa de interés de referencia, por primera vez en casi una década.
El BCE, en cambio, se dirige en la dirección opuesta. Muchos economistas prevén
que las exportaciones de EE.UU. perderán bríos y las de la zona euro se
fortalecerán.
Además, como lo han señalado economistas del
FMI y del Banco Mundial, el grado en el que un movimiento cambiario aumenta o
disminuye las exportaciones depende de la magnitud de su contenido foráneo. En
el caso de Brasil, el contenido extranjero pasó de 7,8% en 1995 a 10,7% en
2011, uno de los más bajos entre los países del G-20. Eso sugiere que las
exportaciones brasileñas pueden ser más sensibles a los movimientos cambiarios
que las de la mayoría de los otros miembros del G-20.
En el caso de EE.UU., tal cifra se ubica en
15%, frente a 25% de Alemania. “EE.UU. es un caso más complicado debido al bajo
margen de contenido extranjero”, señaló Sebastian Miroudot, economista de la
OCDE.
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