El sueño chino se desvanece y los
trabajadores se vuelven más beligerantes
The wall street journal- 27 de Diciembre de
2015
La travesía de Li Jiang desde los
campos de arroz de su pueblo a un dormitorio de concreto repleto de hombres
roncando se ha repetido millones de veces, cuando los trabajadores migrantes se
lanzaron a conquistar un pedazo del sueño chino.
Para Li, después de haber pasado
una década en esta ciudad costera, el sueño se evaporó en octubre, cuando
regresó a Fuchang Electronic Technology Co., luego de unas vacaciones de una
semana, y encontró que el fabricante de decodificadores y armazones de teléfonos
móviles había detenido la producción y que él y cinco familiares estaban
desempleados.
En los avisos colocados en la
entrada de la fábrica, Fuchang atribuyó los despidos a la contracción del
crédito y su propia mala gestión.
Al no recibir ninguna palabra
sobre indemnizaciones, Li y un millar de empleados de Fuchang salieron a las
calles. Al día siguiente, según trabajadores y activistas sindicales, la
protesta creció a 3.000 personas. “Seguí llamando a la gente para que se
uniera”, cuenta Li, de 30 años. “Mientras más, mejor para construir nuestra
fuerza”.
La manifestación contra Fuchang
forma parte de una nueva ola de conflictos laborales que azota a China, más
grandes y furiosas que en las anteriores, dicen expertos laborales.
China Labour Bulletin, un grupo
cívico de Hong Kong, dice que las huelgas y protestas laborales en todo el país
casi se duplicaron de 1.207 en los primeros 11 meses de 2014 a 2.354 en el
mismo período de este año. El Ministerio de Trabajo de China indica que 1,56
millones de casos de disputas laborales fueron aceptados para arbitraje y
mediación en 2014, frente a 1,5 millones en 2013.
Detrás de los conflictos hay una
economía que se desacelera más rápido de lo que el gobierno proyectaba, lo que
ha provocado despidos y cierres de fábricas. Los economistas estiman que China
ha tenido problemas para alcanzar su meta de crecer alrededor de 7% en 2015, su
menor ritmo en 25 años. La mayoría prevé una expansión más lenta el año
venidero.
China no publica estadísticas
sobre el cierre de fábricas. El número de plantas de propiedad de empresas de
Hong Kong en la provincia sureña de Guangdong, donde se encuentra Shenzhen, se
redujo en un tercio desde un máximo en 2006 a 32.000 en 2013, según un análisis
realizado por Justina Yung, de la Universidad Politécnica de Hong Kong para la
Federación de Industrias de Hong Kong.
Para trabajadores como Li, tales
cierres representan una promesa fallida, el desgaste de un pacto social bajo el
cual los migrantes internos aceptaban turnos agotadores y condiciones de vida
espartanas lejos de sus hogares a cambio de las perspectivas de un futuro
mejor.
“Los empleados migrantes
realmente han ayudado a construir China, pero nuestros derechos no están
protegidos”, asevera Li. “Se nos discrimina y la riqueza en la sociedad no se
distribuye de manera equitativa.”
Fuchang finalmente ofreció a Li y
sus compañeros de trabajo un acuerdo parcial y las protestas se calmaron. La
amargura, sin embargo, no se ha disipado.
Algunos trabajadores han llevado
a Fuchang a los tribunales de arbitraje. Aunque Li y uno de sus parientes
consiguieron nuevos empleos en la misma ciudad con un salario comparable, dicen
que las horas y condiciones de trabajo son peores. Su esposa, hermano, cuñada y
primo siguen desocupados.
Liu Zehua, un abogado que
representa a Fuchang y su propietario mayoritario, Chen Jinse, dice que el
empresario “es muy honesto y diligente (...) pero tiene una capacidad de
gestión limitada. La gerencia de Fuchang desperdició dinero, lo que condujo al
declive final de la compañía”.
A principios de la
desaceleración, la economía china absorbió a muchos trabajadores como Li y su
familia. Sin embargo, a medida que el bajón se prolonga, los despidos se han
vuelto más comunes y los trabajadores desesperados hallan pocas oportunidades,
una tendencia que funcionarios y expertos laborales dicen que está cobrando
fuerza.
Desesperados
El empleo fabril en China ha
caído durante 25 meses, de acuerdo con un índice de confianza empresarial publicado
por la revista Caixin. El Ministerio de Trabajo prevé que el empleo se mantenga
estable en el corto plazo, pero reconoce que el impacto de la desaceleración y
la reestructuración de la economía no pueden ser ignoradas. El Ministerio de
Seguridad Pública no respondió a las consultas.
Investigadores chinos y
ejecutivos de empresas estiman que las probabilidades de que el gobierno
comunista enfrente el tipo de malestar social que ha temido durante mucho
tiempo están aumentando. Las autoridades detuvieron recientemente e
interrogaron a más de un decena de activistas laborales, principalmente en la
provincia de Guangdong.
“Claramente, consideran las
manifestaciones como una amenaza para la seguridad social, y están
preocupados”, señala Anita Chan, profesora visitante en el Departamento de
Política y Cambio Social de la Universidad Nacional de Australia.
En otro caso reciente en el delta
del río de las Perlas, cerca de Fuchang, una huelga de unos 270 empleados del
fabricante de placas de circuitos Accurate Electronic Co. sobre salarios
atrasados culminó en octubre en peleas con policías, entre ellos 40 oficiales
antiterroristas con escudos, cuentan los trabajadores y activistas laborales.
Yang Changsheng dice que estaba
grabando la protesta cuando la policía comenzó a golpear a sus colegas. Yang
cuenta que les pidió a los oficiales que se detuvieran, pero en cambio lo
golpearon y lo detuvieron junto con otros trabajadores durante 15 horas.
Ejecutivos de Accurate Electronic
no quisieron hacer comentarios al respecto, al igual que la policía y las
autoridades en Dongguan, donde la compañía tiene su sede. Un representante de
la rama de Dongguan de la Federación Nacional de Sindicatos de China, que es
controlada por el gobierno, dice que el caso fue mayormente resuelto.
En otros lugares, los
trabajadores responden deteniendo a ejecutivos de las empresas luego de los
anuncios de despidos, algo que está ocurriendo con mayor frecuencia que antes,
dice M. Sean Molloy, director gerente en Shanghai de Control Risks, una consultora
londinense de gestión de crisis.
Un ejecutivo europeo dice que los
trabajadores lo retuvieron después de que su empresa industrial, la filial
china de una firma extranjera, anunció una reestructuración en febrero en
Tianjin. Los empleados bloquearon la entrada a la fábrica con un montacargas y
grabaron en video todo lo que decía, con la esperanza de agotarlo. La policía
lo liberó a las 3 de la madrugada, luego de 15 horas, relata.
“Tenemos que ayudar a los
trabajadores a encontrar empleo, de lo contrario se verán obligados a actuar de
forma ilegal”, advierte Zou Suojun, un ex director de una unidad de componentes
electrónicos en Dongguan de la hongkonesa Plainvim Internacional Ltd.
Zou dice que los trabajadores de
la fábrica lo detuvieron durante siete días a finales de 2013, lo golpearon y
tocaron un tambor para privarlo de sueño.
“Si la economía sigue yendo de
esta manera”, advierte, “vamos a tener un malestar social grave en un par de
años”. Ejecutivos de Plainvim no quisieron realizar comentarios. Un empleado
confirmó los detalles de la detención de Zou, diciendo que era comprensible
debido al agitado estado de ánimo de los obreros.
El viaje de Li
Migrantes internos como Li
proveyeron el sudor detrás del milagro chino.
Cientos de millones dejaron el
campo para construir carreteras y viviendas y ensamblar desde zapatos hasta
iPhones. Para muchos, la brillante promesa económica ameritaba incluso estar
lejos de sus hijos.
Li y su esposa, Guo Ping, de 26
años, quien trabajaba en otra fábrica de Shenzhen cuando se conocieron, viven
en el octavo piso de un apartamento sin ascensor al lado de una carretera
ruidosa.
Papel periódico cubre las
ventanas. Su hija de 3 años vive con sus abuelos en su ciudad natal de Hubei, a
más de 1.000 kilómetros, porque no pueden pagar una niñera o una escuela en
Shenzhen.
Ella es uno de los 61 millones de
niños que crecen en China sin uno o ambos padres, o 22% de todos los menores
del país, según la Federación Nacional de Mujeres de China, un ente oficial.
La llaman por teléfono cada pocos
días “para que no nos olvide”, señala Li, pero la ven sólo una vez al año.
“Cuando veo a los padres en Shenzhen que viven con sus hijos, me siento triste
e inútil”, admite.
Después de los despidos, Li y su
esposa se quedaron en Shenzhen a buscar trabajo mientras que su hermano Li Li,
de 32 años, su cuñada y su primo regresaron a Hubei para ver a sus hijos.
Yaoxing, el pueblo donde se
criaron los hermanos Li, es típico de la China rural, lleno de ancianos y pocos
residentes en edad de trabajar.
La casa de barro de la familia,
con goteras y sin calefacción ni agua potable, es una de varias decenas de
viviendas mayormente vacías en un paisaje dominado por campos de arroz y pollos
escuálidos.
Li Li habla de sus opciones
mientras juega con su hijo Li Zihang, de 6 años, y la hija de su hermano, Li
Zixin. Siente que su ciudad natal le queda chica, pero no está seguro acerca de
las perspectivas de empleo en otras ciudades. Probablemente volverá a Shenzhen,
asevera.
No obstante, las oportunidades en
las ciudades industriales pueden estar empeorando.
Zeng Xiangquan, director del
Instituto de China para la Investigación de Empleo de la Universidad de Renmin
y ex asesor del Partido Comunista, afirmó en un foro de noviembre que el país
enfrenta una nueva ola de despidos a medida que las compañías se reestructuran,
según la agencia estatal de noticias Xinhua. Zeng no quiso hacer comentarios al
respecto.
Los cierres de fábricas generan
un efecto dominó. El colapso de Fuchang obligó a su proveedor Jun Yi Co., que
pule teléfonos móviles, a despedir a la mitad de su personal de 16 empleados a
causa del dinero que le debe el fabricante explica su propietario, Chen Jun.
“Es increíblemente estresante.
Los acreedores llaman a todas horas”, cuenta Chen (que no es familiar del dueño
de Fuchang) tras colgar la llamada de un acreedor. A su esposa le preocupa que
pueda suicidarse, dice entre lágrimas. “Es como una cascada. Fuchang cae, luego
caemos nosotros”.
Liu, el abogado de Fuchang, se
niega a revelar detalles sobre las deudas.
Particularmente intensos son los
conflictos laborales que involucran a trabajadores de más edad, con menor nivel
educativo y con opciones de trabajo limitadas, dice Molloy, el consultor de
gestión de crisis. El asesor recomienda a sus clientes —empresas occidentales y
algunas multinacionales chinas— cerrar el acceso a sus fábricas, evacuar a los
ejecutivos y asegurar que la producción pueda continuar en otro lugar antes de
anunciar las malas noticias a los trabajadores.
“Están cada vez más
desesperados”, dice de los empleados más experimentados. “No van a conseguir
otro trabajo”.
Li Jiang señala que su nuevo
trabajo es agotador y que no sabe cuánto tiempo podrá aguantar. Su esposa y sus
tres familiares siguen sin empleo, así que necesitan el dinero.
“No quisimos salir a las calles.
Si nos dan buenas prestaciones, no necesitaríamos hacer esto”, manifiesta.
“Estoy haciendo esto por nuestra hija. Espero que nunca tenga que trabajar en
una fábrica”.
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