El
atleta al que los nazis obligaron a convertirse en mujer
Kienyke - domingo, 2 de agosto de
2015
El afán de Hitler por demostrar que eran una
raza superior no tuvo límites.
Ganar y demostrar que la raza
alemana era la más poderosa, era el único objetivo de Adolfo Hitler. Los Juegos
Olímpicos celebrados en Berlín en 1936 eran la oportunidad perfecta para
demostrarle al mundo su absurda teoría.
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Alemania contaba con los atletas
más poderosos, y quedó demostrado al final de la competencia. Ganó 89 medallas,
33 más que Estados Unidos, que terminó segundo en la tabla de medallería.
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Aunque se pensaría que el führer
haría cualquier cosa para ganar, no fue así. El político prefirió arriesgar la
gloria deportiva a permitir que una atleta judía representara a su país.
Gretel Bergmann, era la reina del
salto con altura. Su medalla de oro era una de las más seguras.
Ni en Alemania, ni el mundo,
había una atleta superior a ella. Pero había un problema (para los alemanes)
era judía.
La federación alemana de
atletismo no podía permitir la posibilidad de una victoria judía en nombre de
Alemania. Ese escenario, sin duda, desataría la furia de Hitler. Decidieron
expulsarla tres años antes de la competencia.
Bergman se fue para Gran Bretaña
y rápidamente se convirtió en una de las candidatas para el oro olímpico. Sin
embargo, antes de las olimpiadas, el Comité Olímpico Internacional exigió que
los judíos participaran. Si Alemania no aceptaba, los juegos en ese país
estaban en riesgo.
En 1934, a la fuerza, la
regresaron a Alemania. La inscribieron en el equipo, pero extrañamente, a
última hora, las autoridades nazis argumentaron “bajo rendimiento” para no
dejarla participar.
“Me hubiera gustado competir, sin
duda”, dijo, “sólo para mostrar lo que una chica judía puede hacer”, dijo
muchos años después, en diálogo con la BBC.
El gobierno nazi había encontrado
la excusa perfecta para evitar que una judía los representara en las
olimpiadas, pero ahora, tenían que buscarle remplazo, y ahora sí, al precio que
fuera. La solución tuvo una alta dosis de crueldad.
Para llenar el cupo y pelear por
la medalla, el gobierno nazi decidió engañar al Comité Olímpico Internacional.
Presentaron a Heinrich Ratjen (un hombre) como Dora Ratjen.
Dora clasificó a la final
olímpica pero no logró medalla. Logró el cuarto puesto luego de alcanzar un
salto de 1.58. Estuvo a punto de subir al podio, nada mal para ser su primera
vez en la competencia. Era la heroína nazi del futuro.
Tiempo después, durante un
campeonato europeo en Viena, Dora o Heinrich logró conquista la medalla de oro
con un salto de 1.70, pero la trampa se descubrió durante el viaje de regreso a
casa.
Viajaba en un tren cuando un
revisor llamó a la policía porque había visto en uno de los vagones “a un
hombre vestido como si fuese una mujer”. Fue arrestada y obligada a someterse a
un estudio médico que dictaminó que biológicamente era un hombre. El médico de
la SS, que desconocía la razón por la que él se había hecho pasar como ella,
dio aviso a la justicia. Se la acusó de haber traicionado al Tercer Reich y de
inmediato le arrebataron todos sus logros deportivos y los premios que había
ganado.
Para limpiar su nombre, el
régimen de Hitler señaló que tras los estudios médicos, se determinó que el
deportista sufría de nacimiento una malformación en los genitales que fue lo
que hizo dudar a la partera y a quienes la criaron.
Según cuenta la revista Time en
1966, en un amplio reportaje, Dora –o Heinrich- confesó que nunca había vivido
como una mujer, pero que fue víctima del nazismo, que la había forzado a
competir en el salto de altura femenino “por el honor y la gloria de Alemania”,
y que por tanto desde ese momento había tenido que vivir como una mujer.
Durante tres años.
“Ni hermafroditismo –la excusa
usada entonces- ni nada”, habría declarado Hermann. “Yo siempre he sido hombre,
pero el régimen nazi, obsesionado con ganar una medalla, me obligó a competir
como mujer”. Cuando fue descubierto, significó una liberación, y prometió cesar
de inmediato con la práctica deportiva –y en realidad con toda práctica- como
mujer.
Faltar de esta forma a las
estrictas reglas nazis habría significado la muerte para cualquiera. Sin
embargo, el régimen, consciente de que había sido el patrocinador del engaño,
llevó al deportista a un juicio en el que quedó absuelto.
Según la BBC, Heinrich fue
reclutado en el ejército y más tarde trabajó como camarero en Hamburgo y Bremen
antes de su muerte registrada en el 2008.
El diario británico conversó
también con Sra Lambert, entonces compañera de Dora en el equipo de atletismo.
Según dijo, solo supo la verdad
sobre Dora en 1968, cuando leyó un artículo de la revista.
“Cuando lo leí me reí como loca”.
Según dijo, no sabe por qué Horst Ratjen habría llevado a cabo un engaño tan
elaborado.
“Le escribí hace unos años, pero
nunca tuve una respuesta. ¿Por qué se hizo esto? No lo sé. Tal vez se vio
obligado por los nazis, tal vez fue por su propia autoestima, no tengo ni
idea,” puntualizó.
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