¿Por qué no sabemos retener a las
personas valiosas?
FORBES, 26 de Agosto del 2015
Una de las razones por las que no
sabemos retener talento es porque no somos capaces de vernos al espejo y
evaluar lo que estamos haciendo mal.
Con un dejo de melancolía, con
sorpresa y sinceridad, el propietario de una empresa familiar me preguntó ¿por
qué no sabemos conservar el talento? Luego reflexionó: algo estamos haciendo
mal; no sabemos retener a las personas valiosas que vienen a trabajar con
nosotros. Nos usan de trampolín y se van.
Esta queja sentida se repite
entre muchos dueños de empresas medianas que no entienden por qué, en un
entorno laboral, en el que la demanda supera, por mucho, a la oferta, es
difícil encontrar personas capaces y es más complicado lograr que tengan
permanencia en el lugar de trabajo.
Los head hunters se hacen la
misma pregunta: ¿qué sucede en ciertas empresas medianas que la gente se
contrata por un tiempo y luego se va? Incluso aquellos que han padecido un
largo periodo de desempleo, enfrentados a ciertas circunstancias prefieren
emigrar a otro lado que permanecer en el lugar que les ofrece una oportunidad
para trabajar y desempeñarse. El acertijo parece una incongruencia.
La mano invisible que regula el
mercado se sentirá sumamente confundida ante este fenómeno. Por un lado, hay
gente que busca empleo; por otro, hay gente que ofrece puestos de trabajo. Sin
embargo, no hay un punto de encuentro. En el eje cartesiano, en vez de que la recta
de la demanda y la de la oferta encuentren el punto de cruce, parece que se
dibujaran dos curvas asintóticas que jamás llegan a corresponderse, que nunca
se tocan.
Extrañados, muchos empresarios
dicen ofrecer buenos sueldos; ni siquiera se atreven a regatear o a ofrecer
menos de lo que les piden, y aun así les resulta complicado retener a personas
valiosas en sus organizaciones. En una primera instancia, muchos aceptan la
oferta, pero en apenas unos meses se van. Acceden a otras opciones y prefieren
ir a probar suerte a otro lado que quedarse en el lugar que ya les está dando
una oportunidad.
Lo cierto es que encontrar
talento es difícil, es una búsqueda como la que Diógenes hacía con su lámpara
en la antigua Atenas. De ahí que, una vez que se encuentra a una persona que
cubre los requerimientos del puesto y que además enfrenta los retos en forma
adecuada y presenta buenos resultados, debe ser cuidada cual preciado tesoro.
La realidad es que muchos
pequeños y medianos empresarios no están dispuestos a administrar el talento.
Se sienten amenazados por una persona que puede o no saber más que ellos, por
un trabajador que les puede enseñar cómo hacer las cosas en forma diferente, un
ejecutivo que puede encontrar una forma de realizar mejor las cosas, y en vez
de formar un equipo de trabajo e incorporarlo en la vida de la empresa, les
meten el pie, los abandonan en sus tareas o los dejan de apoyar.
Una triste realidad que enfrentan
quienes se emplean en empresas pequeñas o medianas es el reto de lidiar con
jefes que no quieren escuchar, que sienten que son ellos los que conocen el
negocio y no están dispuestos a aventurarse en una modificación, en una
renovación o en una reconstrucción de los procesos y de las formas de hacer las
cosas. Para un elemento talentoso, no hay peor tortura que sentir que no está
siendo escuchado.
Pero los empleados talentosos
también se van por detalles nimios que serían muy fáciles de modificar;
incluso, estas pequeñas cosas no tienen que ver con cuestiones económicas. Por
ejemplo, hay empresas y empresarios para los que tramitar vacaciones es poco
menos que un pecado mortal. También hay lugares en que las jornadas de trabajo
exceden, por mucho, los límites de la ley o no se cuenta con las herramientas
adecuadas para desempeñarse adecuadamente.
Por lo general, los pequeños y
medianos negocios son rígidos, y un poco de flexibilidad no haría mal. Revisar
esas prácticas que pueden generar lealtad y que no cuestan nada.
En una empresa de panificación,
en que la producción se lleva a cabo en tres turnos, las 24 horas de los siete
días de la semana, los ejecutivos tenían que ir a trabajar los sábados. Los
dueños no entendían que la mayoría de sus ejecutivos se presentaban a la
planta, pero sus actividades no podían realizarse por diversas razones: no
había servicios bancarios, sus contrapartes cerraban ese día, los proveedores
no entregaban en fin de semana, etc. Entonces, la gente llegaba a cruzar los
brazos sobre el escritorio o, peor aún, a chismear, a quejarse de todo, a jugar
con sus teléfonos, a navegar en internet… a perder el tiempo. A la gente
talentosa le gusta aprovechar el tiempo, y tarde o temprano se aburre de estas
situaciones.
También es preciso cuidar los
espacios de trabajo. Si un empleado valioso está trabajando en condiciones que
si bien no son indignas, sí incómodas, ahí hay un elemento que sirve de punto
de fuga. Recientemente platicaba con un ejecutivo que dejó su lugar de trabajo
porque no tenía un lugar apropiado para trabajar. Le ofrecieron una mesa de
trabajo y no tenía cajones para guardar nada, siendo que bajo su
responsabilidad estaban papeles confidenciales de la empresa. Un escritorio con
chapa hubiera sido la llave que permitiera la permanencia de este talento en
una empresa que perdió más al verlo partir de lo que hubiera costado un mueble.
Lo triste es que cuando traté de
contestarle a esta persona por qué no sabía conservar talento y le di todos
estos ejemplos, se quedó muy serio, me miró fijo y me dijo: no, lo que pasa es
que a la gente no le gusta trabajar. Sí, una de las razones por las que no
sabemos retener talento es porque no somos capaces de vernos al espejo y
evaluar lo que estamos haciendo mal.
Por eso, no sólo las empresas
pierden a sus talentos, también las naciones padecen de este mal: se deshacen
de gente brillante, no saben retener cerebros valiosos y los ven partir sin
entender sus motivos. Y, ¿cómo no habrían de irse? ¿Quién no querría partir a
un lugar en el que se sienta apreciado, escuchado y atendido? Tal vez si
valoráramos más a la gente talentosa seríamos capaces de retenerla.
Cecilia Durán Mena-A Cecilia le gusta contar.
Poner en secuencia números y narrar historias. Es consultora, conferencista,
capacitadora y catedrática en temas de Alta Dirección. También es escritora.
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