Los países emergentes, los más
expuestos al impacto del derrumbe bursátil global
The Wall Street Journal. - lunes, 24 de agosto
de 2015
¿Puede la venta generalizada en
las bolsas globales augurar problemas para la economía mundial? Para el mundo
de los países ricos, la respuesta es no. Puede que el mercado alcista que ya
lleva seis años en Estados Unido esté flaqueando, pero su expansión económica
no.
La situación es más preocupante
para los mercados emergentes. No sólo enfrentan una caída de las ventas a China
—especialmente de materias primas— sino también una competencia más intensa de
las exportaciones chinas tras la devaluación del yuan. El resultado es una
presión a la baja sobre las divisas, una presión alcista sobre las tasas de
interés y perspectivas de crecimiento más débiles.
Los países ricos podrían
beneficiarse debido a que un petróleo más barato —que el viernes se hundió
brevemente por debajo de US$40 el barril en EE.UU.— impulsa el poder
adquisitivo de los consumidores.
Los mercados de acciones
prosperan sobre dos principios: dinero barato y crecimiento económico. Durante
todo el año, los inversionistas se han estado preparando para el fin del primero
conforme la Reserva Federal de EE.UU. parecía hasta hace poco lista a elevar
las tasas de interés, luego de mantenerlas en casi cero desde 2008.
Hay poca evidencia de que el
crecimiento esté a punto de desplomarse en EE.UU. u otras economías avanzadas.
En realidad, la actividad manufacturera se aceleró un poco en el último mes en
la zona euro y Japón mientras que se expandió a un ritmo ligeramente más lento
en EE.UU., según sondeos a gerentes de compras publicados el viernes por la
firma de información financiera Markit.
La economía estadounidense empezó
el año a un ritmo débil, con el Producto Interno Bruto —la medida más amplia de
todos los bienes y servicios producidos— creciendo a una tasa anualizada de
apenas 0,6% en el primer trimestre y de 2,3% en el segundo.
No obstante, datos recientes de
ventas minoristas y de viviendas han sido relativamente optimistas. Economistas
sondeados por The Wall Street Journal prevén que el jueves el gobierno revise
al alza la cifra del PIB a 3,3%. El empleo sigue creciendo rápidamente.
Las expansiones económicas
usualmente terminan porque los bancos centrales elevan considerablemente las
tasas de interés para contener las presiones inflacionarias o debido a algún
tipo de crisis, como una en el sector financiero. Ninguna está a la vista.
Aunque el desempleo en EE.UU. está cayendo al nivel de 5% que usualmente se
asocia al “empleo pleno”, este factor aún no ha ejercido presiones alcistas
sobre los salarios, lo que sugiere que la economía aún opera por debajo de su
capacidad normal.
En Europa, el panorama cíclico es
incluso más optimista. El Banco Central Europeo está comprando bonos como parte
de una política de “flexibilización cuantitativa” lanzada hace unos meses. La
caída del euro ha aumentado la competitividad de las exportaciones y el legado
de recesiones consecutivas significa que el desempleo está muy por encima de
los niveles normales, lo que deja bastante margen disponible para crecer.
La desaceleración de China, a
primera vista, es un revés significativo para el mundo. China representa 15% de
la producción global y en los últimos años ha contribuido con hasta la mitad
del crecimiento mundial. Sin embargo, eso exagera su impacto en otros países.
China exporta más de lo que importa, así que una desaceleración de su expansión
tiene un impacto limitado sobre sus socios comerciales. Las exportaciones a
China equivalen a menos de 1% del PIB para EE.UU., el Reino Unido, Francia,
Italia y España. La cifra llega a 2,6% para Alemania y 2,7% para Japón, señala
Peter Berezin de BCA Research, un servicio de análisis financiero.
La excepción son los países que
venden materias primas. Los precios de los commodities han caído a medida que
la economía de China se ha desacelerado. El crudo también ha sido golpeado por
un mayor suministro de Arabia Saudita y, pronto, de Irán. Esto es
potencialmente beneficioso para los consumidores de países que importan crudo,
como EE.UU. y los europeos, pero es un gran revés para los exportadores de
recursos naturales, como los países de América Latina y Rusia.
Ese problema ha sido agravado por
la decisión de China este mes de devaluar el yuan. Aunque el banco central
chino lo describió como una medida para alinear su moneda con los fundamentos
del mercado, también abaratará las exportaciones chinas y ampliará su cuota de
mercado a costa de países como Corea del Sur y Vietnam. Berezin predice que la
medida tendrá un resultado negativo para el mundo.
Aunque al panorama a corto plazo
para EE.UU. y la mayoría de los países desarrollados es aún relativamente
benigno, también es frágil. Una de las razones es que el crecimiento subyacente
a largo plazo está siendo socavado por una población que envejece, un
crecimiento lento de la fuerza laboral y una enigmática desaceleración del
crecimiento de la productividad, o lo que cada trabajador produce.
El Fondo Monetario Internacional
estima que entre 2015 y 2020, la tasa de crecimiento a largo plazo en los países
ricos promediará apenas 1,6%, frente a 2,2% anual desde 2001 hasta 2007. El
crecimiento de los países emergentes caerá a 5,2% anual entre 2015 y 2010,
frente a 6,7% en el período previo.
Cuando el crecimiento a largo
plazo es más bajo, se necesita menos que un shock para empujar a un país a la
recesión. La economía de Japón se contrajo en el segundo trimestre, y Citigroup
indicó que el consumo del sector privado allí es más bajo que hace
cuatro años, en parte debido a una población que envejece.
Una segunda razón por la que el
panorama de los países ricos es frágil es que la inflación está testarudamente
estancada por debajo del 2% que la Fed, el BCE y el Banco de Japón tienen como
meta. La reciente caída de los precios del crudo y la devaluación en China, que
llevará a la baja los precios de todo lo que vende ese país, ejercerá presiones
aún más descendentes sobre la inflación. Cuando el índice de precios al
consumidor es bajo, también lo son las tasas de interés, lo que les da a los
bancos centrales menos munición para impulsar el crecimiento. Esa falta de
herramientas preocupa a las autoridades y debería preocupar a los
inversionistas que siempre han supuesto que los bancos centrales ayudarán a
poner fin a los mercados bajistas.
Hasta hace un par de semanas, la
Fed parecía lo suficientemente optimista con el crecimiento estable del mercado
laboral en EE.UU. como para subir las tasas de interés en septiembre. Las
minutas de su reunión de julio, dadas a conocer la semana pasada, dejaron ver
que no hubo consenso el mes pasado para dicha medida, y las cambiantes
condiciones de los mercados desde entonces podrían persuadir a los funcionarios
de la Fed a esperar.
Un alza de un cuarto de punto
porcentual no va a descarrilar la economía estadounidense. Sin embargo, en un
mundo de inflación baja y un crecimiento subyacente tibio, incluso un aumento
moderado de las tasas de interés podría producir vientos en contra.
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