Lo que nadie ve de la futura escena mundial
FORBES, 25 de Agosto del 2015
El desarrollo económico mundial
no tiene que antagonizar con las necesidades del ser humano y del planeta. Si
logramos trascender esta dualidad y convertirla en una sola realidad, entonces
todos habremos ganado.
Después de ver una unión
económica tambalearse una vez más y los precios del petróleo desmoronarse, la
caída de las bolsas en todo el mundo, la desaceleración de China y el desplome
de las monedas en los países en desarrollo punzan como un balde de agua fría.
El arduo panorama económico por el que estamos pasando invita a pensar en
algunas de las tendencias más importantes que definirán la escena mundial en un
futuro más cercano de lo que imaginamos.
Infraestructura y financiamiento
El mundo necesita urgentemente de
financiamiento. Parte del mundo en desarrollo ve al Banco Mundial —proveedor de
capital, consejo y recursos— dominado por la visión de Estados Unidos y Europa.
Así es como surge el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus
siglas en inglés), que pasó inadvertido entre la crisis griega y el sobresalto
por la economía china. El AIIB representa una pieza estratégica en el
suministro mundial de capital. Cuenta con el respaldo de 57 países, pasando por
Medio Oriente, Sudamérica, África e incluso —quién lo imaginaría— Alemania. Su
primer gran proyecto es un cinturón económico y ruta marítima que, al igual que
la Ruta de la Seda, prevé conectar comercialmente a Asia, África y Europa, y
potenciar su crecimiento. También se espera que ayude a soportar las cada vez
mayores necesidades de infraestructura de África. Así, la demanda por inversión
seguirá aumentando en todo el mundo, pero asignarlo eficientemente será lo que
se ubique en el reflector. Esto nos lleva a considerar los siguientes puntos.
Cambio climático
A pesar de la importancia de
desarrollar la infraestructura de los países, la realidad es que este tipo de
inversión, como la conocemos hasta ahora, implica un fuerte impacto en el medio
ambiente en un momento en que vivimos en un planeta que no fue hecho para que
el ser humano habitara en él debido a los cambios drásticos que ha
experimentado recientemente. La pregunta entonces es ¿cómo integrar estas dos
realidades y convertirlas en un catalizador para el crecimiento, en una fuente
de sustentabilidad e innovación?
En un mundo donde se espera que
los sistemas de agricultura, climático y migratorio comiencen a colapsar en
algunas décadas, la demanda de infraestructura en sistemas de emergencia se
elevará drásticamente. Por primera vez, las sequías que ocurran a miles de
kilómetros de distancia tendrán un efecto mayor al de solamente elevar los
precios, y la escasez de comida y recursos afectará dramáticamente incluso a
países que tradicionalmente no se ha pensado que se verán afectados.
¿Cuántos
hemos pensado que mientras no vivamos cerca de las costas todo estará bien?
Al final, la primavera árabe
inició debido al alza de precios ocasionado por sequías que ocurrieron en
lugares tan alejados como China, Argentina y Rusia, y un estudio de la
Universidad de Berkeley señala que de incrementarse la temperatura 2 grados
Celsius en las siguientes décadas (una cifra baja de acuerdo con nuevas
estimaciones), la violencia entre individuos y entre grupos (pensemos en
guerras civiles) aumentaría en más del 50% en muchas partes del mundo. El
Departamento de Energía de Estados Unidos ha predicho que el Ártico perderá su
hielo de verano el siguiente año, 84 años antes de lo proyectado en modelos
pasados, y en agosto de este año una ciudad en Irán experimentó una temperatura
de 74°C (en su índice de calor), la segunda más alta registrada en la historia
de la humanidad.
La globalización nos ha brindado,
entre otras cosas, conectividad e innovación. Sin embargo, hay una cierta
ironía en juego, plasmada en su misma existencia, pues será la globalización la
que provocará que nadie quede libre de los efectos del cambio climático.
Comercio internacional
Frecuentemente se cita a China
como un estandarte en la lucha contra la pobreza valiéndose casi exclusivamente
de su crecimiento económico. Logró sacar a 500 millones de personas de la
pobreza entre 1981 y 2008, debido al desarrollo industrial que patrocinó desde
los años setenta, basado, en parte, en su expansión comercial. Pero los
beneficios del comercio internacional no vienen sin una gran advertencia. La
realidad es que las políticas por las que se rige la Organización Mundial del
Comercio (la autoridad reguladora en el tema) nunca han incorporado las
preocupaciones del cambio climático que la comunidad científica y organismos
intencionales promueven. El libre comercio y los esfuerzos que ha conllevado
provocaron que la transición a energías renovables –que debería estar hoy en
día en su apogeo– haya fracasado. La transición ocurrirá; el problema es que
tomará décadas en ocurrir, y con ello millones de vidas, vidas que pudieron
haberse salvado. Así, hoy nos vemos envueltos en un dilema de crecimiento
económico “como de costumbre” y una necesidad de sustentabilidad. Pero es ahí
donde radica el potencial innovador de las millones de empresas que basarán sus
servicios en esquemas “verdes”, así como el de nuestra forma de comerciar.
El papel de las ciudades
El crecimiento futuro será
timoneado por las ciudades y no los países del mundo, de acuerdo con el periódico
inglés Financial Times. Se espera que en los próximos 10 años, 660 ciudades
serán las encargadas de aportar 65% del PIB mundial, donde 440 de éstas se
ubican en países en desarrollo, afirma McKinsey Global Institute.
Así, la gran pregunta es cómo asegurar
que estos epicentros logren cumplir el papel que les ha sido asignado. Tomando
los puntos que mencioné anteriormente, un ejemplo cercano es cómo podremos
satisfacer las necesidades de agua y transporte, de educación y empleo, de
bienestar y dignidad humana, para los millones de mexicanos que viven en la
Ciudad de México y que seguirán ingresando en el futuro. Las mismas preguntas
se hacen Bangkok y Nueva Delhi, São Paulo y Beijing. Pero el potencial
innovador de las ciudades puede facilitar cumplir estos objetivos. Provoca una
sensación de alivio y expectación pensar lo que depara la unión de distintas
ideas y perspectivas en un solo lugar. Éste es el gran potencial de las
ciudades.
Con todo esto en mente, la
pregunta radica en si podremos fomentar para los países en desarrollo la etapa
de industrialización por la que pasaron Europa, Estados Unidos y el este de
Asia, o si seremos capaces de impulsar un nuevo modelo de crecimiento, urgente
para las economías, sus habitantes y el planeta. Enfrentarnos a un planeta
desconocido para el ser humano requerirá de una capacidad enorme de adaptación
colectiva. Pero lejos estamos de tener un oxímoron: el desarrollo económico
mundial no tiene que antagonizar con las necesidades del ser humano y del
planeta. Si logramos trascender esta dualidad y convertirla en una sola
realidad, entonces todos habremos ganado.
Daniela García Santibáñez Godoy-Economista
de Berkeley y la Universidad Iberoamericana, averiguando por qué crecen las
economías. Trabajó en Inversión para la ONU en Asia y le apasiona el Liverpool
FC. Aunque ha tartamudeado toda la vida, nunca le faltan las palabras.
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