La animada soledad del bróker
nocturno
El País - domingo, 2 de agosto de
2015
El sonido del teléfono rompe la quietud de la
sala donde el bróker Miguel Castresana observa el movimiento de las
cotizaciones a través de un terminal Bloomberg, una de las 16 pantallas
encendidas que le acompañan. “¿Me dice su código de Bolsa, por favor?”, responde
con amabilidad.
Esta semana ha vivido la
agitación derivada del desplome de la Bolsa china, uno de los peores de los
últimos años con una caída del 10% de su principal índice, el Shanghai
Composite. Pese a que el mercado bursátil chino está prácticamente cerrado a
los inversores particulares extranjeros, su repercusión en el resto de plazas
es cada vez mayor. “Ha habido más llamadas que nunca para preguntar por China y
la principal duda que nos plantean es si afectará a Estados Unidos o Europa”,
explica el bróker, habituado a operar en mercados asiáticos como Japón, Hong
Kong, Australia y Corea del Sur.
Pasan diez minutos de la
medianoche y en la sede madrileña del banco Renta 4, ocupada durante el día por
más de un centenar de empleados, Castresana, de 34 años, solo comparte espacio
y madrugada con el guardia de seguridad de la planta baja.
Entre decenas de sillas vacías,
recibe llamadas y ejecuta órdenes mientras hace pequeñas pausas para comer. Los
horarios van rotando: este mes cubre el turno de diez de la noche a tres de la
mañana, y es uno de los pocos brókers que en España atiende clientes
telefónicamente durante la noche, la única forma de comprar o vender dado que
el sistema informático que de día recibe cientos de órdenes no está operativo
en ese horario.
La gran mayoría de entidades
permite a sus clientes invertir hasta el cierre del mercado estadounidense a
las diez de la noche, pero más allá de esa hora el dinero de inversores de todo
el mundo sigue fluyendo hacia mercados de divisas, futuros, materias primas o
Asia. Esos son los campos de actuación de Castresana, que sin la obligación de
llevar traje, vigente solo de día, cuando un cliente puede aparecer en
cualquier momento, aguarda junto al teléfono portando vaqueros, camisa blanca y
Converse.
Cree que las operaciones
nocturnas ganarán terreno: “Si esperas a las ocho de la mañana para operar, a
lo mejor a esa hora algo que ahora vale diez pasa a valer ocho”, afirma. Entre
sus lecturas habituales hay obras relacionadas con los mercados como El póker
del mentirosoo El lobo de Wall Street, y percibe desconocimiento sobre su
profesión. “Hay desinformación. Siempre habrá gente poco ética, pero con la que
trato no lo veo”, defiende.
Los salarios de gran parte de
ellos tampoco coinciden con el elevado nivel de vida que se les atribuye: “No
recibo ningún bonus, y un bróker que empieza en España suele ganar menos de
20.000 euros anuales”, señala.
La voz de analistas e invitados
de la cadena norteamericana de información financiera CNBC evita que el silencio
sea total en la sala. El número de llamadas es bajo, apenas una o dos cada
hora, y no todas piden comprar o vender, algunos solo quieren consultar la
evolución del euro o el comportamiento de los futuros del Standard & Poor's
500, uno de los índices más demandados. También se pueden comprar materias
primas como oro, plata, trigo, azúcar o petróleo.
Lo avanzado de la hora favorece
situaciones poco usuales, como la del policía que preguntó al bróker qué hacía
asomado a la ventana del edificio, vacío, a altas horas de la madrugada, y
ayuda a establecer complicidad con el cliente. “Una noche llamó uno que se
había desvelado y mientras planchaba aprovechó para operar en la Bolsa
japonesa”, recuerda Castresana.
A las tres de la madrugada llega
el relevo. Álvaro Herrador, de 31 años, ha despertado hace una hora de la
siesta nocturna que le ayuda a aguantar hasta el final de su turno, que acaba a
las ocho. Su compañero Miguel Castresana se marcha a la casa que comparte con
sus padres, con los que vive por comodidad y ahorro, a intentar conciliar el
sueño: “Es cuestión de que el cuerpo se adapte, al principio tomaba dormidina
porque me costaba descansar más de cuatro horas”, cuenta.
Tras un breve cambio de
impresiones, Herrador toma el mando de la sala. Considera que los mercados
ejercen una función útil: “Ponen en contacto a una persona de China con otra de
Estados Unidos para llegar a un acuerdo donde todos salen beneficiados”,
afirma. En sus conversaciones con inversores detecta, además de preocupación
por la situación China, interés por la Bolsa del país asiático. “Los clientes
nos lo preguntan mucho. Cuando se abran habrá demanda”, vaticina. Por delante
le esperan cinco horas entre gráficos, índices y llamadas. El dinero fluye
mientras la ciudad duerme.
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