¿Estamos programados para creer en un Dios?
BBC Mundo viernes, 3 de abril de 2025
La religión -la creencia en seres
sobrenaturales, incluidos dioses y fantasmas, ángeles y demonios, almas y
espíritus- se encuentra a lo largo de la historia y en todas las culturas.
La evidencia de la suposición de
la existencia de una vida de ultratumba data de hace al menos 50.000 a 100.000
años atrás.
Cada cultura humana conocida
tiene su mito de la creación, con la posible excepción del pueblo amazónico
Pirahã, que tampoco cuenta con palabras para los números, colores y jerarquía
social.
Es difícil conseguir datos
exactos sobre el número de creyentes hoy en día, pero algunas encuestas
sugieren que hasta el 84% de la población mundial es miembro de grupos
religiosos o dice que la religión es importante en su vida.
Vivimos en una época de acceso
sin precedentes al conocimiento científico, que algunos consideran que no
concuerda con la fe religiosa. Entonces, ¿por qué la religión es tan
omnipresente y persistente?
Psicólogos, filósofos,
antropólogos y hasta neurocientíficos han sugerido posibles explicaciones de
nuestra predisposición natural a creer, y para el poderoso papel que la
religión parece jugar en nuestras vidas emocionales y sociales.
Muerte, cultura y poder
Las actividades religiosas más
tempranas aparecieron como respuesta a cambios corporales, físicos o materiales
en el ciclo de la vida humana, principalmente la muerte.
Antiguos círculos de piedra, como
éste, eran espacioes en los que los vivos y los muertos se reunían.
Los rituales de duelo son una de
las formas más antiguas de experiencia religiosa. Muchos de nuestros ancestros
no creían que la muerte era necesariamente el final de la vida. Era una
transición. Algunos creían que los difuntos y otros espíritus podían ver lo que
pasaba en este mundo y hasta tenían cierta influencia en los eventos que
ocurrían.
Esa es una noción verdaderamente
poderosa. La idea de que los muertos o hasta los dioses están con nosotros y
pueden intervenir en nuestras vidas es reconfortante, pero también nos lleva a
ser muy cuidadosos con lo que hacemos.
Los humanos somos esencialmente
seres sociales y por ello vivimos en grupos; como grupos sociales tendemos a la
jerarquía, y la religión no es una excepción. Cuando hay un sistema jerárquico,
hay un sistema de poder, y en un grupo social religioso, esa jerarquía localiza
a su miembro más poderoso en la cima: la deidad - Dios.
Es frente a Dios que tenemos que
rendir cuentas.
Hoy en día, la religión y el
poder siguen conectados.
Estudios recientes muestran que
recordar a Dios nos hace más obedientes.
Hasta en sociedades que han
tratado de reprimir la fe, surgieron cosas que tomaron su lugar, como el culto
a un líder o al Estado. Entre menos estable política y económicamente sea un
país, más probable es que la gente busque refugio en la religión. Los grupos
religiosos a menudo pueden ofrecer el apoyo que los Estados no proveen a
quienes se siente marginalizados.
Así que factores sociales ayudan
a desarrollar y reforzar la fe religiosa, así como lo hace la manera en la que
nos relacionamos con el mundo y con los demás.
Dioses como otras mentes
Neptuno era el dios romano del
mar. Cuando había una tormenta, se creía que estaba furioso. Era un dios con
temperamento humano.
En todas las culturas, los dioses
son esencialmente personas, hasta cuando tienen otras formas o carecen de forma
física.
En la actualidad, muchos
psicólogos piensan que creer en dioses es una extensión de nuestro
reconocimiento, como animales sociales, de la existencia de otros, y de nuestra
tendencia a ver el mundo en términos humanos.
Proyectamos pensamientos y
sentimientos humanos en otros animales y en objetos, e incluso en fuerzas
naturales, y esta tendencia es una piedra fundamental de la religión.
Es una idea antigua, que se
remonta al filósofo griego Jenófanes, a quien se le cita argumentando que si
los animales pudieran pintar, representarían a los dioses con formas animales.
De manera que la creencia
religiosa puede estar fundada en nuestros patrones de pensamiento y cultura
humana. Algunos científicos, sin embargo, han ido un paso más allá y han
escaneado nuestros cerebros en busca del legendario "punto Dios".
Dios en el cerebro
Los neurocientíficos han tratado
de comparar los cerebros de creyentes y escépticos, y de observar qué pasa en
nuestros cerebros cuando rezamos o meditamos. Se sabe muy poco en este campo
pero hay algunas pistas. Haz clic en cada área del cerebro para enterarte.
Nuestros cerebros cambian a lo
largo de la vida, a medida que nos desarrollamos y experimentamos cosas nuevas.
Virtualmente todas las partes de nuestro cerebro están involucradas en todo lo
que hacemos y experimentamos, así que no sólo no existe un "punto
Dios", sino que no hay un punto específico del cerebro dedicado a sólo una
cosa.
Hay algo que sí sabemos: el
cerebro humano es el más avanzado del mundo animal, y el único con una
maravillosa capacidad: la de darle sentido a la realidad.
Poniéndole puntuación a la vida
A menudo se habla del cerebro
como una máquina de significado. En la medida en la que estamos constantemente
buscando patrones, estructuras y relaciones de causa-efecto, la religión puede
proveer una variedad de estrategias para dar significado.
Las creencias religiosas le
ayudan a los humanos a ordenar y encontrarle el sentido a sus vidas. Y los
rituales en particular pueden "darle puntuación" a nuestras vidas,
marcando los eventos más cruciales.
Y los rituales son comunes en
todos los grupos sociales humanos, incluidos los de ateos.
Aunque ni la neurociencia, ni la
antropología y ni siquiera la filosofía tienen la respuesta definitiva a la
pregunta "¿Existe Dios?", todas esas disciplinas dan pistas sobre
cómo respondemos a nuestras más profundas necesidades humanas.
Quizás no estemos programados
para creer en Dios o en un poder sobrenatural, pero somos animales sociales con
la necesidad evolutiva de estar conectados con el mundo y con otros.
De pronto las religiones son sencillamente
canales para posibilitar tan significativas conexiones.
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