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martes, 11 de marzo de 2008

Turismo

Toda la familia junta... o el turismo de encaje de bolillos y carrera de obstáculos

En una sociedad de trabajo y conexión prácticamente las 24 horas, los siete días de la semana y los 12 meses del año, poco a poco va ganando en importancia el turismo familiar y con amigos. Es un intento de recuperar una esfera social y personal, absolutamente necesaria para una equilibrada personalidad, que paulatinamente ha ido perdiendo dedicación en nuestra agenda. Y no es que precisamente lluevan facilidades para este tipo de turismo.

Resumen
Una necesidad es siempre una oportunidad de negocio y para detectarla hay que estar atento a las tendencias.

Demos facilidades y alternativas a nuestros clientes, en vez de anunciarles que no hay más cera que la que arde.

Pongámonos de una vez en los zapatos de nuestros visitantes para mejor entender sus necesidades.

—“Chicos, el puente que viene nos vamos todos de viaje”.

—“¡Bieeen!, dicen los hijos.

—“¿Podremos llevarnos a Rex?”

—“No, porque en el hotel no admiten perros”.

—“Ooooh”, contestan.

—“Pues ya no será lo mismo”.

—“No os preocupéis”—tercia la madre— “hay caballos, circuito de bicis y...”

—“No me gustan los caballos”— dice el hijo mayor.

—“¿Qué haré entonces? ¿Jugar con la consola?— pregunta esperanzado.”

—“Y yo me caigo en las bicicletas esas de montaña”— comenta la hija.

—“Mamá, ¿qué haremos si llueve?”

—“Pueees... entretenernos en el hotel rural hasta que pare y podamos salir o ir en coche hasta el pueblo y ver qué hay... no sé, muchas cosas.”

Seguro que más de uno ha visto, cuando no vivido, una situación parecida. Tanto el padre como la madre trabajan mucho y vuelven tarde a casa, cansados y con poco ánimo para jugar con sus hijos, de modo que de los niños se ocupan con frecuencia terceras personas. Y los fines de semana hay que hacer la compra, visitar a la familia, hacer algún arreglo en casa, ordenar papeles... la lista es larga y el tiempo escaso. Aparece entonces la triste teoría de los “momentos de calidad” en el ámbito familiar: ya que durante la semana casi no se ven padres e hijos, hagamos un pequeño viaje todos juntos. No estamos apenas juntos, pero cuando lo estamos es fantástico.

Además, papá y mamá tienen el anhelo (o la necesidad) de estar solos alguna vez, sin hijos, para disfrutar algo de su vida en pareja. Aunque sea sólo una mañana.

Todo lo dicho anteriormente es, para quien lo vea adecuadamente, toda una lista de oportunidades de negocio. La sociedad evoluciona y cambia con bastante rapidez, y hay que saber percibir esos matices variables. Nace así la especialización: turismo joven, familiar, de pareja, de “singles”, de “seniors”, de aventura o tantos otros.

Una de las máximas para vender más y mejor es ofrecer algo atractivo y, al tiempo, la máxima facilidad para que sea comprado. Y para esto hace falta, entre otras cosas, tener preparadas opciones y alternativas que ofrecer al cliente. No hay por qué organizarlo uno todo. Se echa en falta en España cierto espíritu de búsqueda de empresas colaboradoras, complementarias sin ser competidoras, para que entre todas puedan formar una red de servicios al viajero que cubra cualquier deseo razonable que éste tenga.

¿Que el hotel no admite perros?
Busquemos alguna perrera cercana para poder ver a nuestro amigo todos los días y que no se ponga triste. ¿Llueve? Seguro que por la zona hay quien organice alguna actividad a cubierto que se pueda ofrecer al cliente para que sus días en familia no sean un aburrimiento que quite las ganas de repetir la escapada familiar con más frecuencia. ¿Los adultos quieren estar una mañana, tarde o noche solos? Es fácil preparar y ofrecer un pequeño programa de actividades para los niños, supervisados siempre por alguien preparado, que permita escaparse a papá y mamá unas horas. Así, tantas cosas.

Perdamos el miedo al asociacionismo. Tanto si es por desconfianza como por falta de interés, no explorar las posibilidades de aumentar la oferta de nuestro establecimiento turístico es sencillamente perder oportunidades de negocio. Y la complejidad del turismo familiar, sobre todo cuando los hijos tienen edades desiguales, requiere de cierto esfuerzo de imaginación por parte de quien querría recibir esas familias.

No hace falta estar especializado: basta con saber integrar a empresas e iniciativas cercanas para poder acceder a un mercado como el que nos ocupa, por otra parte muy agradecido con quien sabe atenderlo. Todos los miembros de la familia, hasta el perro Rex, si pudiera, recomendarían vivamente a sus conocidos aquel destino en el que tan bien se lo pasaron y donde supieron anticipar sus posibles necesidades.

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