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lunes, 17 de marzo de 2008

Ecologicos

Ecológicos... y aislados

Estás aislado. El vecino más cercano queda a cinco minutos caminando; la última carretera está a otros 25 minutos; no hay teléfono -ni celular-, mucho menos luz eléctrica, televisión o Internet... Estás aislado.

Llevas una vida ecológica. El agua es de los riachuelos; la alimentación es de los vegetales que crecen en el huerto; el abono es de los excrementos; la calefacción es con las ramas caídas del bosque; las herramientas son manuales y la vida diaria está regida por lo que dicte el clima de la temporada.
Así es la vida de las 15 familias que viven en el Valle de Bernede, una ecoaldea en medio de los pirineos franceses que desde hace 15 años le da cobijo a todo aquel que quiera renunciar a aquellas las comodidades que ofrece la urbe y que contribuyen al calentamiento global.
Una vida en que la jornada la rige la luz del sol, las cosechas son según la estación del año, la economía se basa en el intercambio de productos y las relaciones entre los vecinos se mantienen a base de visitas personales.

Le Galant
En este valle de un kilómetro de largo, las casas de piedra y madera están construidas desde hace más de medio siglo. Están allí para quien las quiera habitar, como Le Galant.
A esta casa fue a parar Marcus, un joven ingeniero alemán, que después de recorrer buena parte de España buscando una ecoaldea donde echar raíces, llegó a este valle para quedarse.
"Lo mejor de vivir aquí son los vecinos, porque somos como una gran familia", comenta a BBC Mundo este rubio de dos metros de alto mientras pasea por el bosque en busca de ramas caídas.
Sin dudarlo un segundo, Marcus asegura que el recurso más preciado en este lugar es el agua. "Si tienes riachuelos cerca de casa, entonces puedes pensar en vivir allí y poder cultivar, cocinar, asearte, etc. Una vez nuestro riachuelo se secó y mi novia y yo tuvimos que salir a la montaña a buscar una nueva fuente ¡y la encontramos!"

Vida solitaria
Marcus tiene un año viviendo en el Valle de Bernede. Allí hay gente como Bárbara y Patrice, que fundaron esta aldea hace 30 años. Aquí arreglaron su casa, cultivaron sus tierras y tuvieron y criaron a sus ocho hijos.
Una descendencia que no fue al colegio, puesto que la educación la brindaron sus padres; que no supo lo que eran los videojuegos, para la que las moda de los '80 es un cuento de hadas y los ordenadores un objeto de otro mundo.
Son ocho hijos que a su vez se casaron con nuevos habitantes y que ahora tienen niños que la información que reciben de las nuevas tecnologías es lo que opinan sus padres.
"¡Internet es el peor invento del mundo! No sirve para nada, sólo para que la gente se aísle y no salga y se relacione con la gente o disfrute de la naturaleza", comenta enfadado Bernard, padre de dos niños, cuando escucha que este reportaje es para que salga en la web.
Para este joven de no más de 30 años, la mejor manera de divertirse es salir de acampada con los amigos, preparar un buen picnic con los frutos de tu cosecha y brindar con el licor artesanal.

Entre todos
Sin embargo, en este valle también está Peter, un viejo alemán que llegó junto con Bárbara a estas tierras. Él también crió y educó a sus primeros tres hijos sin la ayuda de la escuela.
Una decisión de la que se arrepiente. "Mi hijo mayor no me habla. No me perdona que le haya negado el derecho de estudiar en el colegio, de ir a la universidad", confiesa desde una colina donde se aprecia el apacible paisaje del valle.
Peter no es muy a fin a los medios de comunicación y mucho menos a Internet, pero está consciente de los beneficios que puede traer. Por ejemplo, gracias a internet es que consigue voluntarios para que lo ayuden a trabajar sus tierras a cambio de comida y un lugar donde dormir.
Son redes de granjas ecológicas que se promocionan en la web y que ofrecen temporadas de semanas o meses a los jóvenes que quieran probar por curiosidad o convicción lo que significa llevar una vida verde.

A pie y con carreta
Así llegó Martin con su esposa y su hijo de seis años a la casa de Peter. "Estoy haciendo un gran viaje por toda Europa con mi familia en busca de un lugar donde vivir con mi familia".
Este recorrido que empezó a pie en Alemania, los ha llevado por toda España y por el sur de Francia. "Viajamos con un pequeño carruaje, con la mochila, una tienda pequeña y algo para comer", le explica a BBC Mundo con el poco español que aprendió durante su periplo por la península ibérica.
El lugar ideal para Martin es una aldea ecológica donde la producción se realice de manera artesanal y en donde el dinero tenga ninguna o poca cabida. "También buscamos un lugar donde educar a nuestro niño Moritz sin escuela".
El Valle de Bernede podría ser ese paraíso personal que desea a no ser por un pequeño detalle: "faltan las familias y mucha más gente con niños. Es difícil encontrar un lugar donde vivan familias".
La familia de Peter ya no está en la casa y los hijos de Bárbara y Patrice viven en la otra montaña del valle, más cerca de Marcus, escondidos entre los frondosos árboles.

Pies en tierra
Muy cerca del río, donde se juntan las dos colinas, está la casa de Mo, con sus cabellos púrpura estilo rastas, su tatuaje en el brazo y sus cinco hijos. Ella no sólo cultiva para el sustento diario, sino que hace quesos y miel para venderlos en el mercado del pueblo de St. Girons todos los sábados.
Mo envía a sus hijos a la escuela más cercana y está construyendo una cocina que cumpla con los requerimientos de sanidad en Francia para que sus productos puedan venderse sin problemas.
"Hacemos todo en el horno de nuestra casa. Pero si queremos vender cosas en el mercado, entonces tenemos que ir a una cocina especial con los permisos sanitarios que queda a varios kilómetros de aquí. Por eso estamos construyendo una cocina que tenga esos requerimientos".
Mo es una chica de ciudad, sabe lo que es estar rodeada de tráfico, por eso siempre quiso vivir en la naturaleza. "Además creo que es lo mejor para los niños. Aquí pueden crecer libremente".
Pero también sabe que este privilegio de libertad trae consigo un esfuerzo físico al que tu cuerpo y -sobretodo- tus manos no están acostumbrados. "Cuando llegas a un lugar como este sólo ves el lado bueno. Estás impresionada y te gusta todo. Pero después de un tiempo viviendo aquí te das cuenta de las dificultades que conlleva vivir en una zona rural; donde tienes que cargarlo todo... hemos tenido altos y bajos en los que hemos pensado volver a la ciudad, pero después de ocho años viviendo aquí, estamos bien".

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