El culto al objeto en la era
digital
FORBES- 20 de Noviembre del 2015
“Apocalípticos” e “integrados”,
dos grupos que emergieron del auge digital, han moldeado una forma de vida para
relacionarse con la tecnología. El dilema estriba en cómo usarla, qué lugar
darle.
“Me gusta el olor del papel y
tengo una biblioteca personal, pero a veces me inclino por un dispositivo
delgado y ergonómico; es más cómodo.” “Si pudiera, seguiría usando mi walkman.”
“Tengo todos mis documentos personales y profesionales en la nube; nunca me gustaron
las libretas.” “Me gustan los acetatos; he rescatado toda una colección que
tenían mis abuelos, pero para escuchar música, en cualquier lugar, tengo mi
celular.” “Jamás podría leer en una computadora, ¡qué es eso? Se pierde la
esencia de la lectura.” “Nada como el papel y el lápiz para plasmar mis ideas.”
Éstas y otras tantas ideas he
escuchado en los últimos años; provienen de dos grupos o corrientes que
emergieron producto del auge digital. Dichos grupos han moldeado una forma de
vida para relacionarse con la tecnología. El dilema: ¿cómo usarla? ¿Qué lugar
darle? Unos son abiertos a la tecnología y los otros muestran total
resistencia, lo que Umberto Eco clasificaría como apocalípticos e integrados.
En otros términos, los clásicos o románticos y los modernos y utilitarios.
El primer grupo es aquel que se
resiste al cambio tecnológico, se niega a aceptar que todo puede vivir en la
red: la música, la literatura, la fotografía y la cultura. Pensar que alguien
pueda conocer el Museo del Louvre a través de una pantalla es inaceptable para
éstos. Están negados al consumismo, corriente propia de los ochenta en que el
abuso del objeto hizo que perdiera su esencia. Se aferran a las viejas
costumbres y no conciben la apertura cultural. El término apocalípticos refiere
al tono extremo –apocalíptico– de resistencia y de reconocimiento hacia
cualquier elemento nuevo como valioso.
El segundo grupo apoya una visión
más abierta a la inclusión tecnológica; le importa el fin y no el medio. Eco
calificaba a los integrados como aquellos con apertura total a la tecnología y
a una generalización cultural; vislumbran un futuro prometedor gracias a su
uso. Pueden seguir leyendo, consumiendo y escuchando música, pero de una forma
más sencilla. Incluso, las posibilidades de acción y creación se potencian. El
gadget, por supuesto, sustituye todo objeto, pero esto no implica que no exista
un nuevo tipo de culto a éste.
El culto al objeto
Sin embargo, existe una premisa
importante en ambos grupos: ¿qué tanto es resistencia al cambio y qué tanto es
conservar aquellos objetos que generan lazos de pertenencia e incluso
identificación con éstos? ¿Qué tanta apertura al cambio se muestra cuando
siendo usuarios de la tecnología aún se conservan objetos del pasado? ¿Qué
tanto se consumen objetos propios de la era tecnológica? El culto al objeto se
ha visto acentuado en un entorno donde lo intangible se hace presente. Siendo
apocalípticos o integrados, éste es una constante.
Jean Baudrillard, en su libro La
sociedad del consumo, analizó la nueva configuración del culto al consumo y la
trasmutación de los objetos; planteaba qué tanto el objeto de culto ha mutado a
un gadget, cómo el objeto pierde su jerarquía milenaria antropomórfica y cómo
tiende a agotarse en un discurso de connotaciones relacionadas en el marco de
un sistema de significaciones.
La tecnología sustituye objetos,
un gadget representa varios a la vez; éste le da una nueva configuración a la
existencia del hombre e incluso se concibe como una extensión de sus sentidos.
Acerca de éste, Baudrillard cita:
“El gadget es pobre, es un efecto de moda, es una especie de acelerador
artificial de otros objetos, está atrapado en un circuito en el que lo útil y
lo simbólico se resuelven en una suerte de inutilidad combinatoria, como en
esos espectáculos ópticos totales donde la fiesta misma es un gadget, es decir,
un seudoacontecimiento social, un juego sin jugadores.”
El cambio es la única constante y
el hombre configura nuevos espacios de creación a partir de la tecnología.
Internet es el ejemplo por excelencia y cualquier objeto tecnológico también.
El culto al objeto no es propio de la era digital, pero se acentúa ante la
simplificación de éste y el consumismo inmutable. El culto al objeto tampoco es
propio de un apocalíptico o un integrado; es propio de una sociedad que le
otorga un valor adicional a las cosas, independientemente de su configuración
inicial.
Y tú ¿cómo te defines? Como
apocalíptico o como integrado.
Lucía I. Zamora Rivera-Emprendedora
y curiosa de la vida. Una mezcla original de comunicación, marketing y
tecnología. Mi círculo virtuoso es aprender enseñando y en este espacio quiero
enseñar y compartir algo de mi mundo.
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