La demografía, una gran
preocupación para la economía global
The wall street journal -Jueves, 26 de Noviembre
de 2015
A partir de la crisis financiera
de 2008, los economistas han tratado de hallar una explicación satisfactoria al
decepcionante crecimiento económico de Estados Unidos y otros países, desde la
austeridad fiscal a la crisis del euro. Ahora se están dando cuenta de que uno
de los vientos en contra más fuertes es también uno de los más difíciles de
superar: la demografía.
Las economías avanzadas
alcanzarán un hito fundamental el próximo año. Según proyecciones de la
Organización de Naciones Unidas, su población total en edad productiva
disminuirá por primera vez desde 1950; en 2050 se habrá reducido 5%. La
cantidad de trabajadores también caerá en algunas de las principales economías
emergentes, como China y Rusia. Al mismo tiempo, la proporción de la población
de más de 65 años en estos países se disparará.
A las generaciones anteriores les
preocupaba que el mundo tuviera demasiada gente. El problema actual es que
tenga demasiado poca.
Esto refleja dos tendencias
conocidas desde hace tiempo: la prolongación de la vida y la disminución de la
fertilidad. No obstante, muchas de las consecuencias económicas de dichas
tendencias se hacen evidentes recién ahora. En pocas palabras, las empresas se
están quedando sin trabajadores, sin clientes o sin ambos. En cualquier caso,
el crecimiento económico paga los platos rotos. A medida que la población
envejece, su gasto cambia y la demanda se inclina hacia servicios como la
salud, en desmedro de la compra de bienes duraderos como los automóviles.
La demografía también ayuda a
entender por qué una recuperación históricamente débil como la de EE.UU. en los
últimos años ha bastado para reducir el desempleo a la mitad. La economía no
necesita crear tantos puestos de trabajo para emplear a la menor cantidad de
trabajadores que ingresa a la fuerza laboral. Las constructoras, por ejemplo,
sufren al mismo tiempo un debilitamiento de la demanda, ya que la tasa de
propiedad de viviendas disminuye, y una escasez de mano de obra, a medida que
la generación de la posguerra o baby boomers, los nacidos entre 1946 y mediados
de los años 60, se jubila.
Karel Peltram es el dueño de la
empresa de plomería Peltram Plumbing, en Auburn, estado de Washington. La
compañía tiene cerca de un centenar de empleados, pero le cuesta encontrar mano
de obra calificada.
El aumento de las jubilaciones es
una razón importante por la cual los países de la periferia europea, como
Grecia, tienen problemas para pagar su deuda y la razón por la que Alemania es
tan reacia a estimular su economía a pesar de tener un presupuesto equilibrado.
Mientras tanto, el ingreso de una cantidad tan grande de personas al período de
mayor ahorro de sus vidas genera un exceso de ahorro que ha mantenido las tasas
de interés y la inflación en las economías desarrolladas en niveles bajos, lo
cual obstaculiza la tarea de los bancos centrales de reactivar el crecimiento.
Se supone que las fuerzas
demográficas se mueven de manera lenta y predecible, pero las actuales
tendencias no siguen esos estándares históricos, enfatiza Amlan Roy, experto en
demografía del banco Credit Suisse. Los cambios son “dramáticos y sin
precedentes”, advierte. La edad promedio en EE.UU., por ejemplo, tardó ocho
décadas para subir siete años, a 30 años en 1980, pero sólo 34 para ascender
otros ocho años, a 38 años.
Empresas y gobiernos no tienen
respuestas simples para hacer frente a estos cambios, ya que cada país envejece
a un ritmo diferente, por distintas razones y con variados grados de
preparación.
La automatización puede aumentar
la productividad y compensar así el mayor número de personas de la tercera
edad. Las suposiciones sobre el envejecimiento también tienen que cambiar. A
los 65 años, la edad tradicional de jubilación, una persona es hoy igual de
saludable que alguien de 58 años hace cuatro décadas y, por ende, puede trabajar
más tiempo.
Simultáneamente, los países más
acaudalados pueden aumentar la cantidad de inmigrantes que aceptan de economías
más pobres, fundamentalmente de África y Asia, si superan los escollos
políticos.
Los asuntos demográficos han
preocupado a los economistas durante mucho tiempo. En 1798, el pastor anglicano
y ensayista Thomas Malthus sostuvo que la humanidad se reproduce más rápido que
la producción de alimentos, lo que conduce a la miseria y el hambre. Se
equivocó. La población del mundo occidental creció rápidamente durante los
siglos XIX y XX, con un bache en 1918-19 a causa de la Primera Guerra Mundial y
la pandemia de gripe española de 1918, pero el aumento de la productividad
agrícola resultó más que capaz de alimentar las bocas adicionales.
La Segunda Guerra Mundial produjo
una explosión del gasto público en EE.UU. que restableció el pleno empleo luego
de la Gran Depresión de los años 30, y el auge de la natalidad que siguió al
fin de las hostilidades echó por la borda los temores a un descenso de la
población. La tasa de fertilidad estadounidense, o el número de hijos que una
mujer tiene durante su vida, saltó de 2,3 en los años 30 a 3,6 en 1960.
A medida que los avances en la
atención de la salud y la nutrición hicieron caer en picada la mortalidad
infantil y elevaron la esperanza de vida, la población mundial despegó,
generando el miedo a la superpoblación. Este temor quedó personificado por el
libro de Paul Ehrlich La bomba demográfica, de 1968, y el informe del Club de
Roma Los límites del crecimiento, de 1972.
Sin embargo, las tasas de
fecundidad comenzaron a caer, tanto en los países avanzados como en los
subdesarrollados. La población en edad productiva en Japón empezó a disminuir
en 1996; hace unos años, también lo hizo su población total. Japón es un caso
extremo, pero el resto del mundo avanzado y muchas economías emergentes siguen
trayectorias similares. Para 2050, la población mundial habrá crecido 32%, pero
la población en edad laboral (entre 15 y 64 años) se expandirá sólo 26%.
Entre los países avanzados, según
la ONU, la población en edad productiva se reducirá para entonces 26% en Corea
del Sur, 28% en Japón, y 23% en Alemania e Italia. La población laboral de los
países de ingresos medios aumentará 23%, liderada por un alza de 33% en India.
En Brasil, en cambio, subirá apenas 3%, mientras que en Rusia y China se
contraerá 21%.
Entre los países ricos, EE.UU.
sigue siendo demográficamente afortunado: se estima que para 2050 su población
en edad de trabajar crecerá 10%. Sin embargo, como proporción de la población
total, este grupo se reducirá de 66% a 60%. En otras palabras: el lastre
demográfico sobre el crecimiento va a sentirse durante décadas.
Michael Green, quien administra
el fondo de cobertura Ice Farm Capital, que busca aprovechar las tendencias
demográficas, menciona una estadística alarmante: la población combinada de los
estados del sudoeste de EE.UU. (California, Nevada, Arizona, Nuevo México y
Texas), que durante mucho tiempo tuvieron el mayor crecimiento poblacional del
país, aumenta 1,5% al año, menos que en los años 30.
Menor margen
El “potencial” de crecimiento a
largo plazo de un país depende de dos factores: el número de trabajadores y su
productividad. Un menor crecimiento poblacional reduce los trabajadores disponibles.
En 2008, el mismo año de la
quiebra de Lehman Brothers, los primeros baby boomers comenzaron a jubilarse.
Desde entonces, el número de beneficiarios de la Seguridad Social, como se
conoce el sistema público de pensiones de EE.UU., se ha disparado de 41,4
millones a 49 millones.
Esta es una razón importante por
la que la fuerza laboral estadounidense ha crecido apenas 0,2% al año desde
2008, en comparación con 1,2% en la década anterior, y por la que la tasa de
participación en la fuerza laboral (la proporción de adultos mayores de 15 años
que están trabajando o buscando empleo) cayó a 62,4%, el porcentaje más bajo en
casi 40 años, cuando las mujeres eran mucho menos propensas a trabajar fuera
del hogar.
Al principio se pensaba que estas
cifras reflejaban el número de desempleados de largo plazo que renunciaban a
buscar trabajo y abandonaban la fuerza laboral. Sin embargo, ya en 2006 un
equipo de economistas de la Reserva Federal predijo que esto sucedería debido a
una combinación de factores estructurales de largo alcance: la jubilación de
los baby boomers; la estabilización del número de mujeres trabajadoras; la
extensión de la permanencia de los adultos jóvenes en las universidades; y el
retiro del mercado laboral de algunos empleados no calificados. Esos
economistas predicen ahora que para 2022, la tasa de participación caerá a 61%.
Esa es la principal razón por la que el banco central estima que el crecimiento
potencial de EE.UU. se redujo de 3% a 2% en las décadas anteriores a la crisis.
Algunos economistas tienen un pronóstico más sombrío.
Ahorro, tasas de interés
A medida que envejecen, las
personas cambian sus hábitos de ahorro. Entre los 20 y los 39 años, cuando
están al comienzo de sus carreras, la población de los países desarrollados se
endeuda para comprar una vivienda y criar a sus hijos. Entre los 40 y los 60
años, esas obligaciones pasan a segundo plano y aumentan sus ingresos, por lo
que pueden ahorrar más. Al jubilarse, se supone que vivan de sus ahorros y del
apoyo del gobierno.
El ahorro, multiplicado en
numerosos países, tiene un gran impacto económico. La capacidad de ahorro de un
país está fuertemente influida por la diferencia entre el porcentaje de su
población entre 40 a 65 años y el porcentaje de más de 65 años. En EE.UU., la
zona euro, Japón y otras seis grandes economías, tal diferencia ha aumentado de
manera constante desde inicios de los años 80, señala Michael Gavin, de
Barclays. El crecimiento ha sido más pronunciado en China, lo que explica su
gran superávit comercial: las familias consumen menos de lo que ganan para
ahorrar para su jubilación.
Debido a que los mercados de
capital son globales, el exceso de ahorro en un país impacta a otro mediante
las tasas de interés. Gavin argumenta que el alza del número de trabajadores
maduros respecto de los jubilados de edad avanzada es una de las principales
razones por las que las tasas de interés reales (ajustadas por inflación) hayan
disminuido de manera constante en las últimas décadas y que incluso sean
negativas en la mayoría de las economías desarrolladas. Esas influencias
demográficas están a punto de revertirse.
Esto coincide con otro factor
demográfico: a medida que envejecen, las personas cambian sus hábitos de
consumo. Los más jóvenes gastan más en viviendas, autos y la educación de sus
hijos, mientras que la típica persona de más de 65 años en EE.UU. dedica 13% de
su gasto total a la salud, en comparación con 6% para las personas entre 35 y
44 años.
Estos cambios demográficos
tendrán un profundo efecto en las empresas, generando nuevos ganadores y
perdedores.
Green, el gestor de fondos de Ice
Farm, puntualiza que las ventas y el precio de la acción de la cadena de
indumentaria Abercrombie & Fitch Co. no están languideciendo debido al
desencanto con los “jeans rasgados o las modelos flacas”, sino porque el nicho
demográfico de su negocio, los adolescentes, se reduce. Otras empresas con
problemas similares son Lululemon Athletica Inc., que apunta a las mujeres de
35 a 50 años, y Budweiser, de Anheuser-Busch InBev, o Harley-Davidson Inc.,
cuyos principales clientes son hombres blancos de la generación de los baby
boomers. En cambio, las farmacéuticas obtendrán una ganancia inesperada: el
estadounidense promedio pasa de tener entre 3,3 recetas entre los 50 y 60 años
a 4,4 después de los 65.
Arreglando el problema
Las tendencias demográficas para
los próximos 35 años son todo un reto, pero no son inabordables. Las políticas
gubernamentales y los cambios en las actitudes sociales pueden aumentar la
fertilidad. China eliminó en octubre su política de un solo hijo. Sin embargo,
la evidencia de lugares como Singapur, Australia y la provincia canadiense de
Quebec, que durante mucho tiempo han ofrecido subsidios en efectivo para
alentar a las familias a tener más hijos y provisto ayudas más generosas a las
madres trabajadoras, muestra lo difícil que es aumentar las tasas de fertilidad
que, en todos estos casos, permanecen muy por debajo de la tasa de reemplazo de
2,1. Incluso con una mayor fertilidad, deberían pasar varias décadas antes de
que las tendencias demográficas cambien en forma significativa.
Como dijo Jens Weidmann,
presidente del Bundesbank, el banco central alemán: “Debido a que la tasa de
natalidad de Alemania ha ido disminuyendo desde hace décadas, quienes ahora
podrían estar pensando en tener hijos en realidad nunca nacieron”.
Para ajustarse a estas
tendencias, las empresas con escasez de trabajadores pueden recurrir a la
automatización. China se convirtió en la fábrica del mundo gracias a una fuente
aparentemente ilimitada de trabajadores provenientes de su éxodo rural. No
obstante, debido a la reducción del exceso de oferta laboral, los salarios
están subiendo y muchos exportadores recurren a los robots para aumentar la
productividad.
Otro camino es impulsar la
inmigración, pero esto presenta otras dificultades. Las mayores fuentes de
inmigrantes a EE.UU., como México y China, están envejeciendo, y el grupo que
tradicionalmente buscó una vida mejor en el exterior se está reduciendo. En
México, la tasa de fecundidad ha bajado de 5,4 a finales de los años 70 a 2,3
en la actualidad, y se prevé que para el año 2030 sea 1,9, la misma que en
EE.UU., y por debajo de la tasa de reemplazo.
La mayoría de los países con
altas tasas de fecundidad están en África y Asia. En 2050, según la ONU, India
será el país más poblado del mundo, Nigeria será el tercero e Indonesia el
quinto. La mayoría, sin embargo, seguirá siendo pobre: los países de bajos
ingresos constituirán 14% de la población mundial, en comparación con 9% ahora.
Estos, por lo tanto, serán los países de los que probablemente saldrán los
nuevos inmigrantes.
En muchos países ricos, empresas
hambrientas de trabajadores están ansiosas por más inmigrantes. Sin embargo,
para estabilizar la proporción de la tercera edad en el total de la población
de los países avanzados se requeriría un aumento inmediato de hasta ocho veces
la inmigración procedente de los países menos desarrollados, calcula el Fondo
Monetario Internacional. Esto no es políticamente factible, dada la resistencia
que incluso los niveles actuales de inmigración han generado en esos países.
Probablemente la forma más
prometedora para hacer frente a una población que envejece es animar a los
empleados de hoy a trabajar más tiempo. Esto ya ha sido probado en Japón, donde
22% de los mayores de 65 años siguen laborando, en comparación con 18% en
EE.UU.
Esto sugiere que hay mucho
potencial para que los trabajadores en Europa y EE.UU. se jubilen más tarde.
Varios estudios han hallado que
los trabajadores de mayor edad son igual de productivos, y a menudo más, que
los más jóvenes. Como señala Weidmann, del Bundesbank: “El joven puede correr
más rápido, pero el viejo conoce los atajos”.
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